Keith: Valiente.

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Estos últimos días no han sido los mejores, este debería ser la excepción, pero no lo es. Iremos a una feria, juegos, comida, diversión y muchas cosas más según las palabras de Dan. No me emociona para nada, aunque con la visita podría divertirme y obtener referencias para mis dibujos, el saber que no estoy en buenos términos aun con Simón no me lo permite.

Han pasado tres días desde el beso y no hemos hablado o pasado tiempo juntos, casi diría nos evitamos. No le he pedido ir juntos a la universidad, pasar juntos en los recesos, nada, ni siquiera salgo de mi habitación y cuando lo hago solo me entero no ha llegado. Él tampoco se la debe estar pasando genial, al menos eso quiero creer para no sentirme como un pendejo por estar preocupado, pero si está mal yo sería aún más idiota por no hablarle. Pero... ¿Qué le diría? Hola, me tienes preocupado y quiero saber cómo te sientes, aunque no estoy listo para hablar de nuestro beso u otro tema relacionado. Lamento haberte empujado, pero me tomaste por sorpresa en un mal momento, justo en medio de una lucha interna por decidir si esto que siento son mariposas o simplemente he enfermando.

Exacto, suena ridículo.

Aunque no diría estos días distanciados son del todo malos, me dan espacio para aclarar algunas cosas, como el que extraño esa pequeña rutina que habíamos formado, su risa y escucharlo tocar.

Justo ahora estoy en casa de César alistándose para ir a encontrarme con Dan y los demás. Me quedé en su casa anoche y luego todo el día para que nos vallamos juntos a la feria. No quiero ir, pero él insiste en que debo tomar otros aires, salir de esta supuesta aura de tristeza que estoy cruzando, según dice, para decidir qué haré. Sumergido en el agua solo pienso en lo brusco que cambiaron las cosas de un día a otro.

Primero, después del abrazo, algo hace que Simón por arte de magia tome distancia, aunque a simple vista no se notó, podía sentir como limita cada vez más el contacto. En otro momento de mi vida y siendo otra persona no me hubiera molestado, ni siquiera me importaría. Pero con él todo es distinto, esta vez yo lo quería, por primera vez en mi vida anhelaba el contacto humano con alguien al punto de incluso, y de forma muy indirecta, llegar a buscarlo sin querer. Me rehusé a hacer lo mismo, a alejarme como él lo hacía, pero la incomodidad de creer malinterpreté lo de aquel parque, junto al dolor de creer fue algo surgió por el momento y un gran sentimiento de lastima me llevó a imitar su actitud. ¿Cómo puede alguien abrazarte un día de tal forma que sientes cura todos tus males y a la mañana siguiente alejarse lentamente? No lo comprendía, quería preguntarle el porqué de todo y obtener respuestas. Pero cuando estas respuestas llegaron a mí ya nos las quise.

Encerrado en mi cuarto aquella noche mi mente era un caos. No lo había empujado por no aceptar lo que siento, eso quedó claro para mí con sólo saber que ese beso me había gustado. No, lo había hecho porque el miedo e inseguridades que ignoré todo ese tiempo llegaron de golpe. ¿Qué pasaría si alguien se enteraba y por consiguiente mi familia? Sabia la respuesta y eso era justo lo que me asustaba, no quería decepcionarlos, causarles problemas o algo peor... No podía hacerle eso a mi madre cuando al fin estaba todo en paz en la familia. Intenté calmarme, pero era imposible, no sabía qué hacer... Llamé a César.

— Keith, cálmate — susurró al teléfono — no llores... ¿Seguro no quieres que vaya?

— Lo siento — limpié mis mejillas — no, es tarde, son tonterías.

— Puede que lo sean — fue honesto, como siempre — pero si te hacen llorar no puedo verlas como tal.

— No sé qué hacer.

— Creo es fácil — suspiró — lo quieres... Debería importante poco lo que pase, date la oportunidad o te arrepentirás siempre.

Su voz sonaba rara, supuse que por las altas horas de las noches en que lo desperté.

Simón y KeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora