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Cuando el ocaso cubría la mansión de Berverly Hills, Lenny, el amable chofer de mi familia hace décadas, aparcó el Rolls-Royce Wraith negro -el preferido de mi padre- y anunció que ya estábamos en casa. Aunque para ser honesta, el término "casa" le quedaba excesivamente pequeño.

O tal vez, la palabra "familia", hoy era excesivamente grande para describir a una mujer de veinticinco años, viviendo sola con su personal de servicio, compuesto por tres personas. 

Lenny, el chofer; Gerald, el mayordomo y Anna, que hacía todo el resto, desde chef hasta confidente en momentos difíciles.

El recuerdo de la imagen de mi padre hace diez años, con una sonrisa de oreja a oreja anunciándole a su princesa -o sea a mí- y a su reina -mi madre-, que teníamos la mejor mansión de Beverly Hills, hoy se volvía una astilla dolorosa clavada en mi corazón, porque un año después, mi madre había fallecido de un fulminante cáncer pancreático y hace seis meses mi padre había fallecido de un fulminante paro cardiorrespiratorio.

Parecía estar destinada a que todo en mi vida fuera fulminante o al menos mis perdidas. "Pero nada de eso había sido capaz de destruir a la soberbia, arrogante y altiva señorita Karin Aurore Clayborne, quien había heredado toda la fortuna de sus padres, y que seguramente se transformaría en la dueña de la mitad del país o probablemente del universo"  Al menos eso decían los periódicos de mí, en cambio yo, ni siquiera me creía capaz de volver a respirar sin esforzarme de manera inhumana en ello.

La mansión de Berverly Hills, dos dúplex en Nueva York, una mansión en Hawái, casas y apartamentos en Londres, París, Berlín e incluso en Shanghái; diecisiete empresas de las más diversas áreas, desde aeronáutica hasta productos de belleza, activos, activos y más activos; una admirable colección de treinta y dos automóviles de lujo, desde clásicos hasta deportivos del año, todo eso auspiciado por mi padre.

Imposible olvidar mencionar una inimaginable cifra en joyas de diamantes, brillantes, perlas, piedras preciosas, oro y platino y una conocida cadena de hoteles con sucursales en casi todo el mundo, todo heredado de mi madre.

Todo eso y tal vez más, estaba en mi patrimonio, haciéndome la condenada joven soltera más codiciada del país. En cambio yo, hubiese entregado hasta el último centavo a cambio de pasar más tiempo con mis amados padres.

Bernard y Charlotte Clayborne eran la envidia de muchos, no por su abultada cuenta bancaria, -aunque probablemente también ese era uno de los motivos-, pero lo principal, era el amor y la ternura que ambos irradiaban al estar uno al lado del otro.

Eran la pareja perfecta, se amaban incondicionalmente y yo era el fruto de ese amor digno de una novela romántica de esas que tanto odio leer -no porque no me gusten-, porque al final de la historia, recuerdo que me siento profundamente sola y que el final feliz de mis padres nunca llegó, incluso con tanto amor de por medio.

"Charlit" -como le decía mi padre a mi madre, por cariño- había sufrido una enormidad por no ser "la esposa perfecta", después de haber tenido seis embarazos infructuosos, cada uno con un final más aterrador que el otro.

El último de los tratamientos de fertilización asistida, terminó con mi madre en una clínica privada por cinco semanas, producto de una hemorragia incontrolable y con la determinación de que adoptarían un hijo y no arriesgarían más su integridad física por algo así.

Tres meses después cuando estaban a punto de iniciar el proceso de adopción, mi madre se enteró por una revisión de rutina que estaba embarazada casi de milagro y que en unos meses, nacería el tan ansiado fruto de los "señores Clayborne".

Born to you [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora