Alcé la mirada, sonreí protocolarmente y me dispuse a dar mis mejores declaraciones mientras caminaba por la alfombra roja que me llevaría hasta el salón de eventos.
―Señorita Clayborne, ¿contenta de estar continuando la grandiosa labor de su padre?
―Absolutamente. Mi padre, además de un gran empresario, era un filántropo y me enorgullece continuar con sus labores benéficas. Son su mejor legado.
―Señorita Clayborne, ¿Qué le parece el trabajo que la fundación Colores realiza con personas con capacidades diferentes?
―Son excepcionales. El arte lo es. No solo es una forma de expresarse, sino que para ellos también es una terapia fabulosa, que ha mostrado avances realmente impresionantes. De hecho, creo que hoy yo misma compraré alguno de los cuadros ―Todos rieron, pero de verdad pensaba hacerlo, no sé qué les parecía tan gracioso.
―Señorita Clayborne, ¿qué hay de cierto en que el resto de los accionistas de Clayborne & Partners han decidido vender su participación? Y si eso es efectivo, ¿es verdad que es una maquinación para destruir su negocio y su reputación?
La pregunta me descolocó por completo. Apreté mi clutch entre las manos para ocultar la molestia que esa situación me generaba, porque sí, es cierto, mi padre estaba rodeado de malditos canallas mal nacidos, pero no tenían porqué saberlo de mi boca. No esta noche al menos, así que saqué mi mejor sonrisa formal y respondí.
―No estamos aquí esta noche por asuntos de negocios. Respetemos a los artistas, ellos son lo más importante hoy.
Fin de las declaraciones. No dije una sola palabra más, solo posé con una enorme sonrisa para una, dos, tres, cuatro fotos y finalmente entré al hotel, donde ninguno de ellos podría alcanzarme porque el acceso estaba restringido.
No me había percatado que había contenido el aire por toda la alfombra roja, así que cuando por fin estuve lejos de las garras periodísticas, boté el aire en un suspiro y Alexa me alcanzó.
― ¿Estás bien?
―Sí, bien. Ya pasó la peor parte.
―Vamos, entremos.
El concierto número veintiuno en piano de Mozart, nos recibió al entrar al salón de eventos que estaba lleno de invitados con copas de algún caro y finísimo champagne entre sus manos y que miraban los cuadros. Algunos estaban perfectamente ordenados en las paredes del salón y otros estaban en atriles por los alrededores. La música se detuvo y escuché como me anunciaban por un altavoz.
―Damas y caballeros, con ustedes la señorita Karin Aurore Clayborne, hija y heredera de nuestro benefactor, Bernard August Clayborne. Démosle un aplauso por favor.
Todos los invitados voltearon a la puerta y me aplaudieron ceremoniosamente mientras yo sonreía amablemente y hacía gestos de agradecimiento con la cabeza y mis manos, pero no hacía otra cosa que buscar entre toda esa gente elegantemente vestida, a Benjamin Kennard James, a quien finalmente no encontré.
Los aplausos fueron desapareciendo para dar paso nuevamente a la música y Baltazar Abrahams se acercó hasta mi para extenderme su mano y ayudarme a bajar por las escaleras.
―Buenas noches, Karin. Te ves muy bella.
―Gracias, Baltazar ―dije tomándome de su brazo y caminando entre los invitados― No es necesario que finjas.
―No lo hago. Karin, mi participación en la empresa es muy pequeña y no podía hacer otra cosa que vender.
―No es noche para hablar de negocios, Baltazar. Si me permites, quiero saludar a Johanne.

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Born to you [TERMINADA]
RomanceLa brillante economista Karin Aurore Clayborne, es la flamante heredera de la astronómica fortuna de sus padres, que fallecieron en lamentables circunstancias. Rodeada nada más que de su fiel servidumbre, al hacerse cargo de los negocios familiares...