―Lo sé, pero...
― ¿Pero qué, Benjamin?, ¿pero qué? ―Lo cuestioné, esta vez mirándolo directo a los ojos, sin si quiera intentar ocultar mis lágrimas― ¡Confiaba en ti! ―Evité gritar, aunque era todo lo que quería― ¡Esperaba lo peor de cualquier persona! ¡Menos de ti!
― ¡Lo hice por ti! ―reclamó y no pude dar crédito.
― ¿¡Por mí!? ―Alcé la voz y lo miré con sarcasmo― ¡Por favor! ¿Y ahora? ¿Cómo se supone que confíe en ti?
―Mirándome a los ojos ―dijo sin más y como si me hubiese dado una orden para la que estaba programada a responder sin objeciones, lo hice.
Ahí estaba, frente a mí, aquel hombre que me había devuelto la confianza en el mundo, que me había levantado para luego dejarme caer y que ahora estaba de regreso para alzarme otra vez. Benjamin Kennard James... no. No era Benjamin Kennard James.
Como un haz de luz, cientos de recuerdos que creí olvidados y de los cuales últimamente solo unos pocos habían regresado en forma de sueños, comenzaron a hacerse presentes.
En uno de ellos, corría por los jardines de la mansión en plena primavera y me reía a carcajadas seguida de una voz que no conocía.
Si. Si la conocía. Era él.
En el otro, entraba corriendo a casa en busca de las asombrosas galletas que horneaba mi madre, sin querer mis pies se enredaban y cuando creía que me iría de bruces al suelo, unos brazos amables, reconfortantes y desconocidos evitaban que cayera estrepitosamente.
No. No eran desconocidos. Era él.
Aquella vez cuando lloraba encerrada en mi casa de muñecas porque el chico que me gustaba en primaria, me había rechazado. Alguien que no recordaba, me había consolado. Siempre le di el crédito de eso a mi padre, pero no.
No era mi padre. Era él.
Los chocolates en mi cumpleaños. Cada uno de mis cumpleaños desde que tenía ¿qué? ¿Catorce años?
¡Santo Dios! ¡Era él!
―Eras tu ―Susurré, ahora recordando eventos más recientes. Como el funeral de mi padre, nuestro recorrido por el garaje, la tarde de lluvia y chocolate caliente. Incluso el puñetazo que le había dado aquella noche en la cena de jóvenes empresarios― Siempre fuiste tú.
Él no era Benjamin Kennar James. Era Kenny. Mi Kenny.
Benjamin, se las había arreglado para permanecer a mi lado. A veces en cuerpo presente, pero la mayoría de las veces como un ente al que no ves, pero que siempre, absolutamente siempre, está presente.
Llevaba años teniendo lo más parecido a un ángel guardián que puedes tener en la vida real y no había sido lo suficientemente astuta como para haberme percatado. Y ahora estaba allí, cuestionándolo sin siquiera darle el beneficio de la duda. ¿Es que acaso no merecía al menos eso?
―Sigo siendo yo ―murmuró― Necesitaba encontrar la forma de alejar a Dawson y a Hunter de ti. No descansarían hasta verte destruida.
―Así que tú los destruiste antes ―interrumpí y él asintió con la cabeza.
Y ahí lo tenía. Lo más cercano a un caballero de brillante armadura galopando en su resplandeciente y blanco corcel, que podría encontrar en el siglo XXI. Ese que nunca decepciona a la chica en peligro. Ese que siempre viene a rescatarte.
¿Acaso no es esto lo que toda mujer puede esperar en la vida?
Si, lo sé. Estamos lo suficientemente evolucionados como para que una mujer pueda rescatarse sola, pero finalmente y en definitiva, ser la heroína permanentemente es sencillamente agotador. Una super mujer a veces necesita a un súper hombre. Por eso los súper héroes siempre tienen a su súper heroína, ¿no? Para que cualquiera de los dos tenga la posibilidad de ser frágiles o vulnerables de vez en cuando, contando con que el otro estará ahí para ser, al menos por esa vez, el o la fuerte de la relación.

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Born to you [TERMINADA]
RomanceLa brillante economista Karin Aurore Clayborne, es la flamante heredera de la astronómica fortuna de sus padres, que fallecieron en lamentables circunstancias. Rodeada nada más que de su fiel servidumbre, al hacerse cargo de los negocios familiares...