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A primera hora del lunes fui en busca de los documentos que restaban para poder irnos a casa junto con las cenizas del señor Peyton.

Debo confesar que ya estaba de mal humor porque por alguna extraña razón, Benjamin no se había comunicado conmigo durante el fin de semana y aunque yo lo había intentado, no tuve suerte con ello. Pero apenas el "honorable" funcionario público que me atendía, informó que el dichoso papeleo aún no estaba listo, mi ánimo se desbordó. 

¿Hay algo más desafiante que ser paciente y mantener la calma en una oficina del gobierno? ¡Lo dudo! ¡Ni por más ingleses que hayan sido!

Para el día jueves, todo mi temple y serenidad se habían esfumado y el condenado hombre que llevaba días recibiéndome con su maldita cara de: "Esto es su problema, no el mío", hasta de gritos se fue. 

¿¡Cómo podían ser tan inconscientes!? ¡Se trataba de un muerto!

― ¿¡Acaso piensan en el dolor que le provocan a la familia!? ―exclamé fuera de mis cabales― ¡Son unos desconsiderados!

―No es nuestra culpa, señorita. Es el gobierno de su país quien aún no nos responde el memo ―explicaba mientras yo, en mi mente lo remedaba, pero con voz chillona.

― ¡Volveré mañana! ¡Y le juro que será el último día! Si no soluciona esto mañana, juro que voy a presentar un reclamo formal y por lo bajo, usted se ira despedido.

No quise decir ni una sola palabra más, porque si lo hacía, seguro sería un insulto y no era digno de una dama mostrarse tan descortés ante nadie. Aunque lo mereciera. Así que, simplemente salí de la dichosa oficina, con la única intención de llamar a Alexa y averiguar dónde estaba Benjamin y por qué había desaparecido casi una semana sin siquiera avisar.

Ese asunto me tenía casi tan preocupada como la maldita autorización sanitaria.

―Contesta, contesta, contesta ―susurraba, mientras el maldito tono de llamada se burlaba de mí.

― ¿Karin? ― ¡Dios! ¡Adoraba escuchar una voz que me resultara familiar!, pero por sobre todo, ¡amaba! que fuera capaz de transmitirme ese tan característico sentido de eficiencia que era tan propio de mi asistente.

― ¡Al fin te encuentro!

― ¡Lo mismo digo! ¿Por qué no regresas aún? ―Se apresuró a preguntar y no pude más que explicarle las circunstancias― Ya veo. Espero que por fin logres solucionarlo.

―También yo ―suspiré resignada― ¿Has tenido noticias de Benjamin? No he podido comunicarme con él en días.

―No, querida. Nada. Ni siquiera sabía que ya había regresado.

―Qué raro. ¿Podrías intentar averiguar algo? Me tiene preocupada ―confesé y valoré el hecho de que verbalizar mi frustrante estado de ánimo, al menos me hiciera sentir un poco más liberada.

―Claro. Apenas sepa algo, te informo.

―Gracias, Alexa. Eres la mejor ―Volví a suspirar.

―No te preocupes tanto. Ya verás que todo estará bien y pronto sabrás de él.

―Eso espero, Alexa. Eso espero.

Un día después, esa respuesta no había llegado y la incertidumbre ya se había transformado en un maldito mal presentimiento que no dejaba de darme vueltas, tanto en la cabeza como en el cuerpo. Algo definitivamente no estaba bien.

― ¿Señorita Clayborne? ―La voz del mismo tipo que ya ni me soportaba, me sacó de mis erráticas elucubraciones sobre Benjamin y me obligué a prestarle atención― Aquí tiene ―Me extendió una carpeta gris entre sus dedos y yo la miré como si no entendiera lo que estaba diciéndome― Con este documento puede sacar los restos mortales del señor Peyton del país.

Born to you [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora