― ¿A qué te refieres? ―interrogué aun cuando cualquiera de las posibilidades que se habían apoderado de mi cabeza loca, resultaba de lo más tentadora.
Las yemas de sus dedos dibujaban círculos sobre mi muslo que había quedado al descubierto porque el albornoz se había abierto un poco al sentarme y por un instante percibí algo más que solo tensión sexual. No podía ser específica al respecto porque no era buena adivinando lo que otras personas pensaban o sentían -ese era un talento del señor James-, pero me hubiese aventurado a decir que mientras sus ojos se perdían entre los míos, vi en ellos cosas como admiración, orgullo, cariño... ¿amor tal vez?
No respondió a mi pregunta y frente a eso preferí no insistir y disfrutar el momento, así que el resto del fin de semana solo se trató de nosotros ocultos en la madriguera más lujosa de Beverly Hills, jugando a ser dos perfectos ermitaños que solo se conectaban con el exterior gracias al personal de servicio.
Por cuarenta y ocho horas y por estricta orden médica -esa fue la mejor excusa-, disfrutamos de los placeres simples de la vida. Chocolate caliente al lado de la chimenea, sexo, pereza absoluta, más sexo, reírnos de estupideces, un poco más de sexo, jugar a escondernos y a escapar uno del otro y finalmente, más y más sexo.
Aunque me había costado dejarlo partir la tarde del domingo y se me había abierto un forado más grande que la caldera de Yellowstone en el pecho, para el día lunes a primera hora había arribado a la Clayborne Tower, envuelta en un ejecutivo traje color marzala y tacones Louboutin negros que hacían juego con mi bolso Michael Kors, rodeada de un aura vivaz y jubilosa que dejaban a la diosa Afrodita en el segundo lugar del podio de la belleza, el amor, el deseo y la reproducción. En el primero evidentemente estaba yo.
Todo a mí alrededor parecía resplandecer, aunque sabía perfectamente que la que resplandecía era yo. Atrás habían quedado los orgasmos frustrados gentileza de Lowell Hunter. Hoy todo era brillante, armonioso y color de rosa... todo menos la cara de Alexa que me recibió al llegar.
―Buenos días, Alexa. ¿Pasa algo?
No dijo una sola palabra antes de lanzar el periódico del sábado y el de esa misma mañana sobre la mesa.
En el del fin de semana aparecían varias fotos de la gala de la fundación colores y entre ellas estaba una que me rememoró una conocida sensación de furia.
Era Benjamin, más que sonriente siendo besado en ambas mejillas por sus detestables acompañantes de la noche del viernes, con el encabezado "El playboy: Benjamin James haciéndola otra vez" que me revolvió el estómago por completo. Pero me hice entrar en razón, sabiendo que ese era un tema ya solucionado.
Pero el periódico de esa mañana era aún más perturbador. Era el mismísimo señor James entrando a un conocido restaurante de la ciudad, con la espalda de una chica -completamente diferente a las de la noche del viernes- en su mano derecha, sonriendo de manera coqueta, con el encabezado: "No hay descanso para el amor, mucho menos con Benjamin James. Fuentes muy cercanas confirman que ésta por fin sería su novia".
Lo que realmente logró ensombrecer mi ánimo, fue que esa fotografía había sido tomada el domingo, a menos de una hora de haber salido de mi casa.
― ¿Qué clase te tipo es ese?
―Yo... ―Me sentía perdida, devastada y algo confundida, así que no sabía que decirle.
―Karin, no puedes relacionarte con él. Son solo negocios, debes entenderlo ―Esa era una advertencia que llegaba demasiado tarde.
―Alexa ―titubeé.
―No. Alexa, nada. El sábado estaba en tu casa y el domingo saliendo con otra ―recriminó.

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Born to you [TERMINADA]
RomanceLa brillante economista Karin Aurore Clayborne, es la flamante heredera de la astronómica fortuna de sus padres, que fallecieron en lamentables circunstancias. Rodeada nada más que de su fiel servidumbre, al hacerse cargo de los negocios familiares...