[Tercera temporada de Ecos de amor]
Como el viento.
Lenta pero inexorablemente se va borrando recuerdos de sus vidas, poco a poco se hicieron neblina. El vendaval de las horas arrasó desde el tiempo cruel a la lucha contra sus demonios, despojó sus...
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Recuerdo:
—¡Me niego a dejarte a Fabrizzio! ¡Estás loco! —gritaba una voz de mujer. Podía escuchar a papá murmurar amargamente.
Miré a mamá quién tenía a Mackenzie sentada en su regazo mientras peinaba su cabello, ambas eran tan iguales. Muchas veces me preguntaba por qué yo no tenía el hermoso color de sus cabellos.
—Amor, está mal escuchar conversaciones ajenas. —dijo de forma dulce mamá. Sonreí sonrojada.
—Ellos están gritando. —le dije bajito, queriéndome defender.
—Lo sé. —dijo ella tranquilamente. La miré sin comprender.
—¿Por qué están gritando? —pregunté curiosa. Ella terminó de trenzar el cabello de Mackie y se sentó a mi lado, cómodamente puse mi cabeza en su regazo y ella empezó a a acariciarlo.
—Son cosas de adultos, mi vida. A veces la vida es dura, todo pasa, pero la vida siempre te alcanza. No puedes huir de ella. —murmuró mamá. Cerré los ojos disfrutando sus caricias.
—¿Por qué pelean por Fabrizzio? —sí. Era extremadamente curiosa y no me quedaría tranquila si no me daba respuestas concretas.
—Amor, no seas tan preguntona. La vida no te da respuestas, tú misma tienes que encontrarlas. —reí porque solo ella sabía reprendernos de una manera muy dulce. —iré a ver qué sucede, ustedes se quedan aquí. Y no bajen hasta que yo le avise, ¿Si? —asentí.
Ella salió de la habitación, el vestido amarillo que llevaba puesto y el olor de su perfume fue el último rastro de su dulce esencia.
(...)
Tiempo después de gritos y peleas todo estaba en silencio, escúchamos unos gritos y fue imposible no salir corriendo escaleras abajo. Mi corazón me dolía, era una fea presión que me consumía.
Lo primero que vi fue a una mujer rubia de ojos oscuros, ella estaba al lado de un hombre, el hombre blanco y de cabellera negra pero de ojos claros. Papá y mamá estaban frente a ellos. Muchos trabajadores de la hacienda estaban aquí pero unos hombres con armas los apuntaban para impedir que se movieran.
—Maximiliano Bianchi... Tú mataste a mi padre, y ahora yo voy a matar al amor de tu vida. —grité cuando todo pasó muy rápido, papá se puso delante de mamá y la cubrió con su cuerpo al tiempo que el hombre sacaba un arma y le disparaba, papá cayó al suelo con la pierna herida. —Mi objetivo no eres tú, a ti te dejaré vivo solo para que disfrutes del dolor y la agonía. —y volvió a disparar sorprendiéndonos a todos. Mackenzie grito cuando la cabeza de mamá empezó a sangrar, todos gritaban y corrían. Yo estaba en shock, no podía moverme solo sentí como unos brazos me rodearon y me acunaron, el olor de Luis Rodolfo llenó mi nariz, y entonces lo dejé salir. Grité y lloré como nunca en mi vida lo había hecho.