Sentada mirando al atardecer podía sentir la felicidad con cada oleada de aire fresco, a esta altura se podía observar la caída de la cascada en el río, como este bajaba por un caudal cuesta abajo. Apreciando las tonalidades azules, púrpuras y rosas de la caída solar en pleno apogeo del verano. Mi pequeña siembra de girasoles cada día estaba más hermosa.
Toda mi vida había sido una mujer libre, audaz, amante de la naturaleza, apreciaba un buen paisaje con una copa de vino, o un buen atardecer a caballo. Dependía de mi estado de ánimo, en aquellos días en los que me sentía como un perra simplemente me sentaba con una copa de vino, cuando no, cabalgaba.
Ahora, ansiosa esperaba que llegaran mis hijas. Una de las mucamas me había sentado en mi, temporal silla de ruedas, trenzó mi larga cabellera y me enfundó en un lindo vestido naranja el cual fácilmente combinaba con mi cabello. Estaba ansiosa y nerviosa. Maximiliano había cuidado con una dedicación extraordinaria de mi, me había comprado unos libros de Jane Austen que me habían cautivado por completo, y también entretenido cuando muy a mi pesar tenía que irse a trabajar.
Nerviosa dejé el libro al lado de mi, en la mesita de noche. Adela cuidaba de mi a distancia, sabía respetar mi espacio cuando lo necesitaba y eso era algo que apreciaba, era difícil recuperar la movilidad de mi cuerpo, tenía que tener paciencia, pues habían sido años de estar postrada en una cama. Ella con dulzura me ayudaba, mamá había quedado impactada al verme sonreírle y ahora se encontraba en su antiguo taller de costura con más inspiración que nunca, dispuesta a crear su nueva temporada.
—El señor Maximiliano está abajo con las chicas, Mackenzie acaba de llegar y bueno, su prometido está con ella alojándose en sus habitaciones. —me comentó Adela.
Sonreí, podía recordar cada palabra que escuché estando en la cama, mis mellizas perdidamente enamoradas de esos dos tontos, los cuales también estaban enamorados de ella. Anteriormente hubiese hecho un escándalo con el tema de mi Mackie, pero al saber que era amor puro, bueno y sincero lo que sentía Fabrizzio por ella estaba tranquila. Aceptaba de buena manera que mi hija se fuese enamorado del hijo del hombre que más daño le a hecho a mi familia, sin contar su madre, que destruyó mi hogar por años. Y Madi, ay mi castaña... No sabía quién era más tonto si Luis por no confesarle a Madison sus sentimientos o ella por no darse cuenta. Si el hombre la mira como si fuese su mundo, siempre lo hizo.
Maximiliano se había llevado su buena halada de orejas cuando me había contado que echó a mi pequeña pelirroja de su hogar. ¡Pero si es su hija! También lo castigué no besándolo y fue razón suficiente para que él viniera a disculparse, llamar a la melliza y casi rogar de rodillas por un beso. Había tenido que obligarlo a trabajar, pues no quería separarse de mi, yo tampoco de él pero el viñedo no podía quedar a manos de Dios sabe quién mientras él está aquí consintiendome.
—¡Y es que el muy descarado viene y me dice: Lo siento, niña, pero no creo que sepas de lo que estás hablando es un amontillado de primera calidad, qué has de saber tú de vinos! Y yo le contesté: Lo siento, señor, pero usted está hablando con una de las dueñas del viñedo D'angelo y le puedo asegurar muy bien que sé lo que hablo. ¡Tenías que haber visto su cara! —sonreí escuchando esa voz fuera de la puerta, apreté mi vestido ansiosa. Varias risas le siguieron.
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El Vendaval
Romance[Tercera temporada de Ecos de amor] Como el viento. Lenta pero inexorablemente se va borrando recuerdos de sus vidas, poco a poco se hicieron neblina. El vendaval de las horas arrasó desde el tiempo cruel a la lucha contra sus demonios, despojó sus...