Capítulo 25 Especial

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—Hay pacientes que salen del hospital en estado vegetativo persistente y, de a poco, empiezan a cambiar hacia otros estados de la conciencia

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Hay pacientes que salen del hospital en estado vegetativo persistente y, de a poco, empiezan a cambiar hacia otros estados de la conciencia. Empiezan a seguir con la mirada, mueven la cabeza, pueden incorporarse. Una persona en estado vegetativo está despierta pero sin conciencia, al menos comprobable,  de sí misma o del entorno. El paciente está desconectado del medio, conserva el ciclo de sueño y vigilia, puede tener algunos actos espontáneos como sonidos guturales y no tiene control de esfínteres. Algunos quedan con déficit importantes y otros mejoran lentamente sus funciones cognitivas y sus niveles de independencia funcional. —habló una suave y dulce voz, podía sentir como tocaban mi cabeza.

—¿Y no le ve posibilidades de que despierte nunca? —preguntó una ronca y masculina voz, suponía ahogada en llantos, escuchaba sus jadeos y como sorbía.

—Medicamente no lo creo, señor Bianchi. —Esa mano que sostenía la mía se alejó y de inmediato sentí una fría zozobra.

Quería gritar, quería levantarme y abrazarlo, quería besarlo y decirle que no llorara, que todo estaba bien, saldríamos de esta, como habíamos salido de las otras. Pero el sueño solo nubló mis pensamientos y volví a perderme.

[...]

—Mami Luis me ha regalado una cadena. —quise sonreír mirando de entre ojos cerrados a una hermosa castaña. —Me ha dicho que soy muy guapa, que me quiere mucho, pero luego se ha ido.

Ay amor.

—No ha vuelto. No lo veo desde mi cumpleaños, estuvimos en el río jugando. Le picó una planta. —quise reír, o contestarle algo, pero no pude.

—Estuve en los viñedos con papá, la abuela había estado pisando unas uvas con los pies, luego mencionó al abuelo y lloró. La tía Rocío se la ha llevado a su casa. Papá me contó cómo se conocieron, yo también manejaré el negocio familiar y trataré mal a un empleado en específico a ver si así se enamora de mi. Oh, espera, iré a buscar a Luis.

Mentalmente reí negando con la cabeza cuando escuché la puerta cerrarse. Volví a caer en la nebulosa planetaria que era mi mente.

[...]

—Mamá... He sentido algo muy raro hoy. —escuché su suspiro. —Fabri tomó mi mano y besó mi mejilla, luego peinó mi cabello, el cual por cierto tendré que cortar ya que me dejó un nudo que no puedo quitarme, en ese momento mi corazón latió, empecé a sudar y no quería que se fuera. Luego se fue, y yo también. En la tarde lo vi en la cocina.

—¡Que se a enojado conmigo, mamá! ¡Me dijo que era una caprichosa porque lo obligué a que se viniera conmigo y dejara a la tonta de Sandra que le coqueteó frente a mi!

—Es mi hermano... Vale, hermanastro. Pero aún así es mío, ella no puede tocarlo así por así, solo yo puedo, y Fabrizzio no tiene que dejarse. ¡Es que ya le voy a ir a reclamar!

El VendavalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora