Capítulo 32

468 50 22
                                        

—¡Estoy muerta, joder! —reí entre jadeos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Estoy muerta, joder! —reí entre jadeos. Luis Rodolfo a mi lado se apoyó en la baranda.

—Decepcionante, Alessia y Max siendo más ancianos que nosotros están bailando sin parar, y tú te cansaste. —negó con una decepción burlona.

Alcé una ceja: —Bailar salsa me consume, señor bailarín profesional. —le saqué la lengua.

—¡Venga ya, Madison! ¡Todos sabemos que no tienes resistencia! —me hizo burla, lo miré indignada y en cinco ya estábamos de nuevo bailando en la pista.

La salsa Casino había sido cambiada, y Fabrizzio estaba arriba con los cantantes de Storm junto a Mackenzie cantando Sugar de Maroon 5.

Nate me echó una miradita que me dejó con una sonrisa pícara en el rostro, Luis me miró alzando una ceja y yo bailé contra su cuerpo, ignorándolo.

Dulzura, por favor.canté moviendo mis caderas, Luis era un excelente bailarín, debía admitirlo y de repente me encontré pensando en el famoso dicho de la abuela: Si así baila, así se mueve en la cama.

Rápidamente y sonrojada por mis pensamientos moví la cabeza a un lado, acción que él no pasó desapercibida y metió su cabeza en ese hueco de mi cuello, abrazándome por la cintura sentí su paquete restregarse contra mi cuerpo, recordando lo bien que se sintió estar con un hombre por primera vez aquella noche tuve que morder mi labio para contener un gemido.

¿No te gustaría venir y estar conmigo? —me cantó al oído. Solté una risita tonta liberando tensiones ante el tacto de su barba hacerme cosquillas en el cuello.

Seguimos bailando hasta que la canción terminó, trabajadores de la hacienda se habían unido, alguna que otra fan que trabajaba para nosotros chillaban emocionadas al ver a sus ídolos cantar. Mackenzie bailaba con Fabrizzio mientras él le cantaba exclusivamente a ella, sonreí viendo la felicidad en el rostro de mi hermana.

Quise ir a saludar a Nate, con quién había mantenido una buena conversación y amistad telefónica y por vídeo llamada, pero Luis Rodolfo tomó mi mano y alejándome de la fiesta me llevó a el corredor de la hacienda, donde se veía completamente los viñedos.

—¿Más o menos? —pregunté cruzándome de brazos, pillé como su atención bajó a cierta parte de mi cuerpo y alcé una ceja, me miró de nuevo a la cara, sonrojado.

—¿Tienes algo con Nate Volkov? —me preguntó.

Esperen... ¿Esos eran celos?

—¿Y a ti te importa por qué...? —formulé la pregunta, recostándome en la baranda, mirándolo superiormente.

—Porque me estoy volviendo loco de los celos. —contestó simple y mis ojos se abrieron como platos. Mi corazón se disparó a medida que él se me acercaba.

—¿Qué dices? —pregunté en un jadeo, quitando mis brazos para agarrarme de la baranda y mirarlo a los ojos, intentando saber que veía en mi.

El VendavalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora