[Tercera temporada de Ecos de amor]
Como el viento.
Lenta pero inexorablemente se va borrando recuerdos de sus vidas, poco a poco se hicieron neblina. El vendaval de las horas arrasó desde el tiempo cruel a la lucha contra sus demonios, despojó sus...
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Bailé la suave canción que sonaba por los altavoces, la gente a mi alrededor estaba en su mundo, ellos bailaban con sus parejas mientras yo bailaba sola.
Moví lentamente mis caderas al ritmo de la música, cerré los ojos y me dejé llevar por la suave balada, amaba esta sensación al bailar, me sentía tan feliz y libre.
De repente sentí como alguien se posicionaba desde atrás de mí y me abrazaba por la cintura, él era un poco más alto que yo por lo tanto su cabeza estaba escondida en mi cuello. Miré las pulceras en sus manos y sonreí.
—Madi, gírate. —habló él en mi oído. Reí por el cosquilleo que ocasionó su aliento en mi oreja. Como él había ordenado me giré.
Unos ojos oscuros profundos miraron a los míos, su piel morena estaba brillante debido al sudor, su cabellera negra estaba peinada de lado de manera desordenada, metí mis dedos en su cabello y lo peiné como siempre hacía. Él gruñó.
—Bonita, no hagas eso, no ahora. —dijo él, yo asentí y me alejé. Él negó y tomó mi cintura con sus dos grandes manos. —Vamos al río. —me dijo.
—Luis, es muy de noche, me da miedo. —le respondí con temor. Luis Rodolfo soltó una carcajada y yo lo miré mal.
—Eres una miedosa, bonita, no te pasará nada, yo estoy aquí. Ven conmigo. —tomó mi mano derecha entre las suyas y las entrelazó, juntos caminamos en las penumbras de la noche por el viñedo hacia el río.
—¿Qué haremos? —le pregunté en voz baja. Luis se giró y me guiñó un ojo. Lo miré embobada, él era un hermoso chico, demasiado hermoso para mi propio bien.
—Vamos a nadar. —respondió y lo miré mal.
—¡Ni lo pienses, el agua está helada a esta hora! —chillé escandalizada, él sólo rió, me haló hacia sus brazos y me dio un abrazo de oso.
—Tú y yo celebraremos juntos tu cumpleaños número dieciséis, bonita. —dijo con su ronca voz masculina en mi oído. Me estremecí, no sabía si era por el frío o por su aliento contra mi cuello.
—Estás demente, pero más demente estoy yo por hacerlo. —me giré y él me encerró en sus brazos, siempre era así, éramos demasiado cariñosos, digamos que nos dábamos el amor que a ambos nos faltaba.
—¡El que se tire primero al río gana! —gritó él como un niño, y salió corriendo hacia las aguas del río.
—¡Tramposo! —le grité, escuché sus carcajadas desde el río, ya había entrado, mientras caminaba miré donde había dejado sus vaqueros junto a los zapatos y la camiseta. Yo repetí el proceso, me quité la ropa y quedé en ropa interior rosa, no tenía vergüenza, era como andar en traje de baño.