Capítulo 28

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Golpeé el saco con más fuerza, y uno, dos, tres

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Golpeé el saco con más fuerza, y uno, dos, tres. La canción se producía una y otra vez en mis audífonos.

Deberías saber que eres hermosa de la forma que eres.
Tú no tienes que cambiar nada.
Es el mundo el que tiene que cambiar su corazón.
No hay cicatrices para tu belleza,.
Somos estrellas y somos hermosas.

—¡Chica que te vas a romper los nudillos! —me separaron del saco, miré al hombre frente a mi y bufé. —No me jodas, ¿Tú?

—Lo mismo debería preguntar yo. —alcé una ceja mirándolo retadoramente.

—A ver, niñata, todos te miran como si estuvieras loca, cosa que no dudo... —giré la mirada viendo que era cierto, mis mejillas se calentaron. Esa canción me inspiraba.

—Esfumate, capullo. —le di la espalda volviendo a lo mío. Él hombre groseramente me lanzó unos guantes a los pies.

—Niñita, estás en un gimnasio de hombres, la que debería esfumarse eres tú. —ahora sí me había tocado los ovarios.

Lo miré y me quité las vendas: —Veo que eres un machista de lo peor, me das pena intento de macho de las cavernas. Los dinosaurios se extinguieron hace mucho, amigo. Vuelve a tu época.

—¿Te la das de graciosilla, no? —iba a seguir hablando cuando la Barbie con la que andaba en la moto entró.

—¿Sucede algo? —preguntó con una vocecita angelical muy hipócrita, a mi parecer.

—Este capullo machista me está jodiendo la vida. —gruñí y ella rió, lo miró y le dejó un beso en cuello. Marcando claramente territorio.

Tía, que va, ni loca pensaba meterme con él, no temas.

—Es una niñata mal agradecida. Simplemente le aconsejé que se pusiera los guantes. —bajó los hombros. La chica suspiró.

—Mira, chica, Leo tiende a no medir sus palabras, es un poco rústico. Simplemente aléjate. —la miré ofendida.

—No pensaba acercarme, puedes estar tranquila me es desagradable. Dile a él que mantenga su distancia y listo. Es un recién llegado al pueblo, no puede venir con aires de superioridad cuando no es nadie. —solté malévolamente.

—Oh, si tienes razón. Me disculpo. —¿No estaba fingiendo? Se me hacía difícil confiar en las personas. —Es el cambio de aires. —se excusó.

—Me tiene sin cuidado, tranquila. Llévate a tu... —dejé la frase para que la completara.

—Hermano, soy su hermano. —abrí los ojos sorprendida. El malote miró mi cara con una sonrisa burlona.

—Sí, bueno, eso. Qué no se meta en mi vida y estaremos tranquilos. —sonreí, y ella también. Se estiró y le dijo algo al oído luego desapareció por donde entró.

El VendavalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora