Capítulo 05

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Madison no había tardado menos de dos horas haciendo llamadas de un lado para otro cuando ya personas de servicio que conocía de antes estaban aquí

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Madison no había tardado menos de dos horas haciendo llamadas de un lado para otro cuando ya personas de servicio que conocía de antes estaban aquí.

Lo que parecía ser una agencia de arquitectura entraba a la hacienda, yo me encargué de pedir guardaespaldas, y al segundo día de llegada a la hacienda ya vestía un costoso diseño de diseñador, unas conocidas bragas tipo pantalón de vestir ajustado arriba y ancho abajo, un top cruzado en beige en las mismas tonalidades del pantalón, dejándolo parte de mi estómago al aire y un poco de mis senos, era elegante y sexy, amaba vestir de esta manera. Mientras que Madison, ella iría a la empresa, por lo tanto la había obligado a vestir un vestido ajustado a la moda en tonalidades rosa pálido, con unos tacones color carne a juego con una cartera de moda. Ondulé su cabello con la plancha y listo, estaba divina.

Digamos que le tengo un poco de amor a la moda...

Realmente no me extrañaba que la hacienda fuese estado apunto de caer en bancarrota, si así estaba la empresa, ya sabíamos de donde venía el problema. Madison parecía una maquinita, hacia llamadas, gritaba, ordenaba, y suspiraba de un lado para otro. Danko estaba conmigo, pues ella se quedaría en la empresa y yo me iría a visitar unos restaurantes de la zona, tenía mi propio proyecto, quería abrir un restaurante en el viñedo. Recordaba el de Madrid, el cual me había inspirado, y en vez de ponerlo en otro lado lo pondría en el viñedo, con la ruta del vino. Aumentaría el turismo, y los turistas hambrientos podrían pasar por allí después de un paseo a caballo.

—¿Y tú qué me miras? —le pregunté a Danko el cual estaba sentado en mi haciendo, en mi jodida camioneta. El perro solo me ladró y yo le saqué la lengua. —Deberíamos hacer un pacto, yo no te caigo bien. Y sinceramente tú tampoco a mi, me gustan más los gatos. Así que no me ladres y estaremos bien. —le dije al perro.

Ví el auto de Madison salir a toda velocidad de la hacienda, papá había insistido con la seguridad de los guardaespaldas, por lo tanto una Range Over negra la seguía a una distancia prudente. Miré mis propias guardaespaldas por el retrovisor y rodé los ojos.
La seguridad de la debía poner a la hacienda. No a nosotras.

Queriendo jugar con mi guapo guardaespaldas lo obligué a que se viniera en mi camioneta, él pendiente se sentó en la asiento de atrás.

—¿Señorita no debería...? —lo miré con una ceja alzada y un sonrisa soncarrona en mi rostro. Él hizo silencio.

Me gustaba tener el control.

—¿Y tienes novia, Francisco? —le pregunté mientras conducía, vi su mirada recorrerme por el espejo retrovisor y amé eso. Me gustaba que los hombres me miraran, que detallaran mi cuerpo y ansiaran tenerme. Esa una sensación que por morbo me daba placer.

Me gustaba sentir ese sentimiento de poder. De saber que yo podía tenerlos en mis manos, que ellos podían hacer lo que yo quisiera si se lo pedía. Me gustaba que halagaran mi belleza, me mataba bastante en un gimnasio para estar feliz y satisfecha conmigo misma. Me gustaba sentirme deseada.

El VendavalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora