Prólogo

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(Booktrailer en multimedia)

Mi madre siempre me dice que tengo el arte en la sangre, como ella. Cada vez que me ve bailar me invade una mezcla de emociones, porque noto en sus ojos orgullo, alegría y felicidad. Ella es pintora, por eso me entiende tan bien, todos estos sentimientos son tan hermosos y placenteros que aliviarían cualquier mal.

—Annette, cariño, ¿Estás lista? —Escucho la dulce voz de mamá desde afuera de mi recámara.

—¡Claro!, ¡Ya voy —digo al instante, dándome unos últimos toques finales. Hoy tengo un concurso en una academia de baile en la que me inscribió mi madre cuando tenía diez años, todo este tiempo he aprendido tanto y siento que aún tengo toda una vida por delante para seguir aprendiendo.

Salgo y me encuentro en la sala de estar a mis padres, con su rostro lleno de felicidad, me verían bailar y espero con ansias que les encante tanto como a mí.

—Hermanita, pareces una princesa —dice mi tierna Emmy esbozando una delicada sonrisa.

Hemos llegado finalmente al teatro, el concurso acaba de comenzar y todos en sus lugares aplauden cuando salen las participantes, mi turno llega y es momento de hacer lo que más amo; bailar. Al terminar todos aplauden y toman fotografías, luego de unos momentos nombran la ganadora, y para mi suerte, dicen mi nombre.

Todo es alegría y felicidad... Pero de pronto, todo se vuelve oscuro.

—¿Dónde... Estoy? —cuestiono desconcertada al encontrarme en una cama de hospital.

—Ha despertado señorita. ¿Recuerda algo? —pregunta un médico que va entrando a la habitación.

Siento mi mundo desvanecerse al recordar lo sucedido, todo era tan perfecto, tan especial que teníamos que celebrar. Salimos de la presentación de baile y nos dirigimos a un restaurante como buen premio de victoria.

—Sólo recuerdo que veníamos de la presentación. —Logro hacer memoria poco a poco—, y un tráiler nos arrolló al pasarse un alto —Mis ojos se cristalizan al momento que recuerdo lo sucedido. ¡Tenía que ser todo esto un maldito sueño!

—¿Y mis papás? ¿Mi hermana? —suelto al borde de la desesperación, lágrimas salen sin previo aviso viajando por mi rostro.

—Lo sentimos, de las personas que la acompañaban, solo sobrevivió una pequeña de algunos cinco años de edad. —Escucho la voz apenada del médico que me deja estupefacta, no podía estar hablando en serio... ¡Mis padres no podían estar muertos!

—No! ¡Es mentira! ¡Usted me está mintiendo! —suelto entre sollozos, sintiendo como mi corazón se quiebra en mil pedazos.

El arte de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora