Me encuentro bastante agotada, solo quiero dormir, por la tarde seguimos en la playa jugando como niños pequeños, debo admitir que fue un día maravilloso. Me pongo la pijama y comienzo a cepillar mi cabello, pero la mirada de James sobre mí no me deja concentrarme.
—¿Qué? —cuestiono confundida al ver que no quita sus ojos de mí.
—¿Tu cabello es natural? —pregunta relajado y abro los ojos aún más confundida. ¿Qué hombre pregunta eso? Asiento en un gesto de cabeza enseguida y él sonríe.
—¿A qué viene esa pregunta? —cuestiono confundida.
—En realidad no tengo idea, solo se me ha ocurrido —responde divertido.
Me voy a la cama en la misma estúpida pijama de vaca, aunque ya es menos la vergüenza que el día de ayer. Él no despega la vista de su tableta así que le doy la espalda para dormir.
Al despertar me doy cuenta que estamos abrazados. ¡¿Qué mierda?! —suelto sin querer, despertando a James con mi grito. Su rostro parece igual de confundido que el mío. Por suerte mi pijama está en mi cuerpo. Lo miro apenada y nos separamos inmediatamente, no sé cómo terminamos así.
Después de darme un baño, me cambio y me pongo el vestido coral, cepillo mi cabello ondulado y pongo mis zapatillas. James entra a la habitación y se forma una sonrisa en la comisura de sus labios. —¿Qué tal eh? —digo con diversión.
—Algo bien —bromea y lo miro fulminante. Le patearé el trasero.
Nos vamos a un restaurante que está dentro del hotel para desayunar. Nos sentamos en una mesa un poco apartada y enseguida nos traen las cartas de menú. Los nombres son tan extraños que no sé que pedir, así que dejo que James elija por mi. Después de mirar el menú un tiempo, por fin elige por ambos.
El mesero se retira informándonos el tiempo aproximado en que estará listo nuestro desayuno y James asiente.
—¿Qué edad tienes? —pregunto intentando hacer platica, él observa intrigado, como si la pregunta lo hubiera tomado por sorpresa.
—Veinticinco —responde indiferente. Quisiera estrangularlo por ser tan bipolar. No sigo hablando pues siento que hoy amaneció malhumorado y no quiero pasar un mal rato, así que me quedo con la vista lejos haciendo tiempo para que llegue el desayuno, sí, en el dichoso viaje astral.
—¿Porqué te gusta bailar? —Rompe con el silencio y lo miro atónita. Míster bipolar acaba de hablar.
—Bueno, realmente no lo sé, mi mamá me decía que desde pequeña bailaba, de hecho, solía decirme que tengo el arte en la sangre, me gusta y ya. Es mi pasión, me hace sentir plena, cuando estoy bailando siento un placer inigualable, no sé como explicarlo. —confieso perdiéndome en mis pensamiento, mientras él me observa atento—. Extraño tanto que mis padres me vean hacerlo, lo disfrutaban tanto como yo. —Mi voz se torna triste y bajo la vista, una lágrima amenaza con salir pero la detengo justo a tiempo.
—Lo siento, no sabía que... —dice con algo de pena, odio que me vean así.
—Que murieron, solo dilo —respondo tajante.
—Tranquila Annette, no fue mi intención que te pusieras mal. —Toma mi mano mostrando el arrepentimiento en sus ojos, pero quito la mía enseguida.
—No sientas lástima James, no sabes cuánto odio eso —reprocho molesta.
El ambiente se torna tenso, ninguno de los dos cruzamos plabra desde ese momento. Me pierdo en mis pensamientos lamentando ese maldito accidente, quizá sí ese concurso jamás hubiera existido estarían aún con nosotras. Siento una lágrima rodar por mi mejilla, la quito enseguida y por suerte el desayuno llega.
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El arte de amar
RomanceAnnette Collins es una chica que nace con el arte en su sangre, su mayor deseo siempre ha sido lograr ser una bailarina de ballet profesional y reconocida por el mundo, todo se complica cuando por azares del destino, se queda sola con su hermana men...