El cuarto mes fue diferente, un día, cuando menos lo esperaba, James llegó sin previo aviso y le pidió a Sam que le ayudara a preparar unas cuántas maletas. Mi desconcierto salió a relucir en ese mismo instante, no sabía si sé trataba de una maldita broma, pero yo no podía viajar en esta situación. No permitiría que las personas me vieran con sus caras de pena al llegar a cualquier lugar. Además, aunque he mejorado solo un poco, aún tengo restringido salir, debo guardar reposo.
-¿A qué mierda están jugando? -pregunto fastidiada, harta de sentirme tan mal conmigo misma.
-No es ningún juego Ann, iremos a New York, hay un especialista ahí que me recomendaron -dice James con seguridad.
-¿Pretendes que vaya a New York todos los días? -suelto enfadada.
Una mirada seria invade el rostro de James, sus ojos se oscurecen más de lo normal y puedo ver qué hay angustia en ellos. -Estaremos ahí el tiempo que sea necesario si así lo requieres, no quiero escuchar más comentarios negativos Ann.
Siento ganas de llorar y no sé si es por mis estúpidas hormonas que odian cuando James se enfada conmigo, o si es por frustración.
-No te enfades conmigo pequeña, solo quiero que vuelvas a ser la misma chica sonriente de antes, me duele ver que no puedo hacerte feliz por más que intento. -Se sienta en el borde de la cama bajando la mirada. Siento un pinchazo en el corazón al escucharlo, pero tiene razón. Me he amargado tanto con este problema que no me he tomado el tiempo de agradecerle por cada esfuerzo, por cada atención, por cada desvelada a mi lado, y por soportar tantos cambios de humor repentinos.
-Lo siento tanto James, es sólo que no se cómo lidiar con esto, es muy difícil para mí, verme convertida en alguien inútil que no se puede valer por sí misma me está destruyendo, me convertí en una carga y no quiero atarte a esta situación -digo sollozando-, eres lo más hermoso que he conocido en la vida, has dado todo por mí, y has hecho cualquier cosa por hacerme sonreír, yo... Lo siento tanto.
Rompo en llanto y él me abraza de inmediato, tranquilizándome con esa medicina tan peculiar que tienen sus abrazos. Acaricia mi cabello besándome una y otra vez, sus dedos limpian mis mejillas y me obliga a verlo directo a los ojos.
-Entiende bien esto Annette, tú nunca serás una carga para mí, te amo como no tienes una jodida idea y ni pienses que voy a rendirme tan fácil, siempre serás mía, y yo siempre seré tuyo. -Sus palabras me traspasan encajandose como cuchillos en mi corazón. Me aferro al sabor de sus labios y él responde con la misma intensidad, viajando por cada espacio de mi boca, haciéndome sentir un colapso de emociones por dentro.
-Te amo tanto -susurro una vez que dejamos de besarnos.
-Y yo a ti, pequeña. -Me devuelve una sonrisa que me hace sonrojar, como si apenas fuéramos unos chiquillos conociéndose, como si sus labios nunca hubieran recorrido cada centímetro de mi piel.
Ir a New York revivió la esperanza en mi, el médico me hizo diversos estudios y tomó algunas radiografías, estaba en un momento de mi vida en lo que los nervios eran los principales actores. Después de algunas horas en el consultorio y de varias opiniones de demás colegas suyos, su diagnóstico fue totalmente distinto.
-No tuviste una fractura, aunque por muy poco eso sucede -explica el médico-. Has llevado tres meses de tratamiento que ha favorecido la estructura de tu columna, estoy seguro que en cuestión de unos meses más podrás volver a caminar.
Escuchar esas palabras me dejan boquiabierta, ¿Estará hablando enserio? ¿O James le habrá pagado para darme ilusiones? Descarto esta última opción, James nunca haría algo así, no jugaría con mis emociones de esa manera.
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El arte de amar
RomanceAnnette Collins es una chica que nace con el arte en su sangre, su mayor deseo siempre ha sido lograr ser una bailarina de ballet profesional y reconocida por el mundo, todo se complica cuando por azares del destino, se queda sola con su hermana men...