A pesar del dinero y la casa que nuestros padres nos dejaron, nuestra capital va disminuyendo continuamente. Estoy preocupada por eso, apenas tengo 18 años y estoy sola con mi hermanita Emmy, ella es una pequeñita de cinco años de edad , sus lindos ricitos cortos en su cabello rubio se ven increíbles y me recuerda tanto a mi madre por que es tan parecido al que ella tenía.
El sólo recordarlos me hace sentir un fuerte dolor, pero debo salir adelante, tengo que hacerlo por Emmy.—Hermanita, extraño a mis papis. —Emmy me saca de mis pensamientos mientras me abraza con fuerza recostada en la cama.
—Emmy, yo también —respondo con un nudo en la garganta.
—¿Ya no volverán, verdad? —Sus claros ojos me observan con una pizca de esperanza mientras que su voz parece un hilito a punto de romperse.
Siento no poder más con todo esto y algunas lágrimas deslizan por mis mejillas sin poder retenerlas más.
—No pequeña, pero desde arriba nos cuidarán siempre, te lo aseguro. —Intento fortalecerla, aún con el corazón hecho pedazos. Rodeo fuertemente a Emmy con mis brazos dejando salir todo ese dolor que se encontraba atrapado en mi pecho.
Ha pasado un tiempo y Emmy se ha quedado dormida en mi habitación, mientras tanto, yo no puedo pensar en otra cosa que no sea conseguir trabajo, no puedo dejar que se pierda todo el esfuerzo que les costó a mis padres conseguir lo que nos dejaron y tampoco quiero abandonar mis sueños. Pero ahora tengo que aprender a hacer todo esto sola, no sé como, pero lo lograré.
Escucho que alguien toca la puerta y respondo que entren.
—Señorita, tengo que hablar con usted. —Escucho la voz de Amelia adentrarse a la habitación. Ella siempre ha estado trabajando en esta casa, nos ayuda con el aseo y con la comida.
—¡Claro! Dime —sugiero tratando de descifrar lo que hay en su rostro, pero su mirada se encuentra ausente.
—Señorita Annette —habla mientras se acerca a la orilla de la cama, en donde me encuentro ahora sentada—, lamento decirle esto, más en estos momentos por los que están pasando, pero... Me temo que no podré seguir trabajando con ustedes —añade con una expresión apenada, haciéndome sentir como si un balde de agua fría cayera sobre mi. ¡No puede ser cierto!
—¿Por qué Amelia? —cuestiono preocupada. No es posible que también pierda su ayuda, ha sido un pilar muy importante en nuestra familia.
—Mi madre se encuentra en una situación delicada, por lo que tengo que regresar con ella y cuidarla. Lamento muchísimo no poder apoyarlas ahora, puedo imaginar lo que están sintiendo en estos momentos tan difíciles. —Me observa apenada llevando la vista abajo inmediatamente.
—Entiendo, estaremos bien, descuida —respondo sin ánimos—. ¿Cuándo se va?
—En una semana Annette —confiesa desanimada. Toma mi mano y justo en ese momento veo una lágrima deslizar por su mejilla.
—Lo siento, pequeña. —Sus ojos dejan percibir la sinceridad de sus palabras, haciéndome comprender cuanto le duele también a ella esta situación.
—De acuerdo, no te preocupes por nosotras —concluyo finalmente y Amelia asiente en un gesto para retirarse después.
En mi cabeza comienzan a dar vueltas todos los problemas. ¿Como haría para ocuparme de todo? Trabajar, encargarme de Emmy, de sus estudios, el hogar, la comida, los gastos... ¡Y no me permitiría renunciar a mi sueño!, siempre le prometí a mi madre que llegaría a ser una bailarina reconocida, siempre le prometí que lucharía por mi gran pasión, así como lo hizo ella. No puedo evitar presenciar un inmenso sentimiento de tristeza, me pongo con los brazos cruzados por encima de mis rodillas que se encuentran arriba de la cama, mientras que las lágrimas comienzan a hacer acto de presencia. No quería quebrarme, no lo quería en lo absoluto, deseaba ser fuerte, deseaba tener un poco de valentía, pero por hoy, eso no era posible.
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El arte de amar
RomanceAnnette Collins es una chica que nace con el arte en su sangre, su mayor deseo siempre ha sido lograr ser una bailarina de ballet profesional y reconocida por el mundo, todo se complica cuando por azares del destino, se queda sola con su hermana men...