Me despierto y me doy cuenta que James no se encuentra en la habitación, así que aprovecho para meterme a bañar, me desvisto y entro en el gran jacuzzi, esto es tan placentero, mi cuerpo se relaja increíblemente y me quedo un rato ahí con la espuma sobre la piel.
Salgo del baño envuelta en la toalla, y me recuesto sobre la cama. Es tan relajante esta mañana, la cita con los inversionistas es a las doce, así que aún queda bastante tiempo ya que apenas son las nueve, y por cierto, mi estómago ya me pide comida. Me quito la toalla y me pongo la ropa íntima.
—Annette, ¿ya te...? —Doy un brinco cuando escucho la voz de James que va entrando a la habitación sin avisar, ¡Joder! Me está viendo casi desnuda y no hace nada para largarse.
—¡Voltéate! —grito histérica, me cubro con las manos al ver que sigue observándome descaradamente. Recuerdo que mi ropa interior está demasiado pequeña y para acabarla de fregar, es roja y de encaje.
—¡Oh!, sí, sí. Disculpa Annette, pero se pone seguro a la puerta cuando estás vistiéndote. —Se excusa dándome la espalda. Espero que no vaya a voltear otra vez porque ahora sí le pateo el trasero.
¡Oh dios, vaya vista! Contemplo su figura al momento que se da la vuelta. Sólo espero no haberlo dicho en voz alta.
—Sí, pero también se toca la puerta antes de entrar —respondo molesta y comienzo a vestirme.
Termino de hacerlo y le indico a James que ya puede voltear. Su rostro se torna divertido y mi sangre hierve de coraje. —¿Te causa mucha gracia?—bufo molesta.
—No, no, para nada, se te veía muy lindo —dice con un intento de seriedad, pero veo como está conteniendo la risa. ¡Estúpido!
—Vamos a desayunar algo —exijo aún enfadada. Me observa riendo y me dan unas ganas inmensas de patearle las bolas.
—Vamos —responde serio.
Caminamos hasta un pequeño restaurante que se encuentra dentro del hotel, la vista es totalmente maravillosa, cuenta con una gran alberca y tumbonas blancas alrededor que la hacen ver increíble. Caminamos hasta una mesa y Pedimos algo para desayunar, mientras llega mi baguette con carne arrachera y naranjada, contemplo la decoración moderna del lugar. No he puesto atención a lo que James pide y tampoco me interesa. Esperamos que lleguen nuestros pedidos, pero mientras, el silencio se vuelve bastante incómodo. Es como si estuviera sentada enfrente de una pared.
No hablamos, sólo nos vemos mutuamente, pero ese simple gesto me incomoda tanto que tengo que desviar la vista de él un par de veces.—¿Sucede algo? —pregunta acomodándose mejor en la silla.
—No —respondo indiferente. Que fastidioso es esto. —¿Cómo es posible que estés a cargo del corporativo siendo tan joven? —pregunto intrigada y su rostro se torna inexpresivo.
—Mi padre así lo decidió cuando cumplí los dieciocho años —confiesa fríamente. Hasta parece que le molesta hablar del tema así que mejor me quedo callada.
El desayuno llega y agradezco sinceramente, mi estómago me pide alimento una y otra vez. Comienzo a comer como si no hubiera mañana, anoche llegamos tan cansados que ni siquiera cenamos, solamente unas galletas que nos ofreció la aeromoza.
Observo a James quién me ve divertido, ¿A caso no puedo tener hambre? Lo ignoro y continúo devorando mi delicioso baguette —¿Te gustó? —suelta sarcástico y lo fulmino con la mirada, mostrándome enfadada.
—Pues, parece. —Señala mi plato vacío y se forma una sonrisa en su rostro. Por lo menos no es tan “don hielo”, a ratos.
Aún falta hora y media para la junta con los inversionistas, si me quedo sentada aquí con este hombre moriré de aburrimiento. Veo que James se levanta y enseguida me levanto también, no sé si tengamos pendientes por hacer o si me puedo ir a bobear un rato por ahí.
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El arte de amar
RomansaAnnette Collins es una chica que nace con el arte en su sangre, su mayor deseo siempre ha sido lograr ser una bailarina de ballet profesional y reconocida por el mundo, todo se complica cuando por azares del destino, se queda sola con su hermana men...