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—Siéntete como en tu casa, todavía tengo que preparar la cena.—digo cerrando la puerta una vez Hoseok entra con la cabeza gacha, tímido y tan incómodo que se vuelve contagioso para mí. Con sus manos metidas entre sus bolsillos, caminando lentamente hasta el sofá. Se saca su chaqueta, la deja con desconfianza sobre el mueble y voltea a verme como si estuviera esperando mi permiso a que se sentara. Le sonrío para que no esté tan nervioso y finalmente toma asiento. 

Es un poco raro verlo a Hoseok bien vestido y arreglado, a lo mejor esperaba a que nosotros dos saliéramos a cenar a otro lugar que no sea mi casa. Luego estoy yo, con un pantalón de algodón y camisa dos talles más grandes que me puse una vez pisé está casa para estar más cómodo en mi preciado hogar. No me molesto en siquiera estar más presentable, ponerme al menos un jean ajustado y una camisa, peinarme un poco y ya. No, me quedo tal cual estoy.

Me dirijo hacia la cocina, buscando algún tema de conversación para que esto no sea tan denso entre nosotros. Se supone que lo invité a comer y como mínimo debo tratarlo de la forma que corresponde. Es sólo que esta repentina visita hace que mi mente se bloquee y la tenga totalmente en blanco y me sumerja tanto en mi crisis de buscar algo de qué hablar, que ahora mismo no me estoy dando cuenta de que llevo dos minutos mirando el refrigerador cuando todo lo que necesito está esperándome en la isla de la cocina.

—Kihyun.

Me sobresalto al oír la voz de Hoseok detrás de mis espaldas y volteo a verlo cerrando la puerta de la nevera en espera de que diga algo más, mientras camino hacia donde están los ingredientes.

—Dime.—respondo sin verlo a la cara.

—¿Qué vamos a comer?—pregunta dejando caer su peso sobre el marco de la puerta, con sus brazos cruzados. Tomo el cuchillo para comenzar a cortar los rábanos.

—Jjajangmyeon.

Oigo que Hoseok deja escapar un sonido de exclamación al oír el nombre de lo que vamos a comer, dándome a entender de que quizás le guste mucho. Se acerca a mí lentamente, yo mantengo mis ojos fijos en la verdura que voy cortando y apartándola con el cuchillo hasta que cae en un plato que hay al lado de la tabla que es un poco más alta. El pelinegro se para a mi lado, demasiado cerca para ver mis manos cortar, ahora, la calabaza, y que me ponga nervioso tenerlo a tal distancia.

Nunca me he sentido cómodo con el contacto ajeno, incluso hasta con mis parejas mantenía cierta lejanía. Después de todo, es mi espacio personal y nada más. No es por ser grosero o soy alguien que odia a todo el mundo, de hecho hasta puede sonar contradictorio que ahora mismo les diga que puedo ser el ser más cariñoso y romántico que existe en la tierra. Más bien, el que me toquen o me abracen de la nada, es algo que no me agrada en lo absoluto.

Puedo llegar a ser tan contradictorio, que incluso adoro que me traten como un niño. Al parecer, esa incomodidad que me da el contacto ajeno sólo se da cuando es sin que yo lo pida o lo necesite.

El sonido de las patitas de mi perro se hace presente en la cocina. Hoseok levanta la mirada para verlo y por poco no se tira de cabeza al suelo para tenerlo encima de sus muslos, echándose sobre ellos para comenzar a lamer o jugar con él. Tal y como está ocurriendo ahora, con Miso acomodándose sobre él mientras lame su mano.

—¿Cómo se llama?—pregunta levantando la mirada para verme.

—Miso.

—¿Miso?—repite con una sonrisa juguetona.—¿Por qué un nombre de sopa?

—Lo encontré en la calle hace un año, antes de que mi hermano se fuera a Japón.—explico.—Cuando entro a la casa, Heejae, mi hermano, estaba comiendo miso y le pusimos de esa forma. Así que no tuvimos mucha creatividad en pensar un nombre.—río, contagiándole la risa a Hoseok.

Roses [KiHo/WonKi] [Monsta X]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora