Capítulo 16.

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Varias veces mis ojos amenazaron en cerrarse, pero con la tensión de estar a tan pocos centímetros de Aaron no pude dormir. Miré por la ventana todo el trayecto, pero con el rabito del ojo. Veía cómo me miraba por el espejo retrovisor. El oscuro silencio quemaba mis oídos en el trayecto. Sentí que fueron horas ahí adentro. Una vez Aaron parqueó, ya eran las dos menos diez de la madrugada. Bajé del coche y lo esperé en el edificio hasta que parqueara. Aaron abrió la puerta del apartamento. Lo único que sonaba eran las llaves y mis tacones.

— ¿Qué vas a hacer ahora? —pregunté cortando el silencio y entramos al apartamento.

—Voy a llamar a alguien para que me recoja y me lleve a casa —río levemente negando con la cabeza —. Es irónico porque, en teoría, es esta mi casa —pongo los ojos en blanco. ¿Por qué entonces no se quedó en su apartamento? No puedo contenerme y digo:

—Puedes quedarte en el sofá —. No sé qué tan mala idea sea, pero no creo que vengan a buscarlo a esta hora, Además es también su sofá, supongo.

— ¿Segura? —dice sentado y agrega: —Me iré temprano —. Prendo la luz de la cocina. Mi estomago ruge fuertemente. Tengo hambre y quizás él también,,Cierro los ojos, respiro profundo, giro sobre mis talones y pregunto:

— ¿Quieres.... —empiezo a decir, pero me interrumpe.

— ¿Café? Sí —dice y me sorprendo sonriendo. Se pone de pie y camina hacia mí.

— ¿En serio? ¿Café? Dijiste que lo odiabas.

—Lo hacía, pero el que preparas está muy bueno —no puedo evitar sonreír ante sus palabras y pongo la cafetera.

Preparo el café y se lo paso con todos mis ingredientes secretos ya incorporados. Sirvo un plato de cereales con leche. Le ofrezco a Aaron, pero me dice que no le gustan con leche. Solo se los come así. Lo imito sentándome en la mesa de la cocina. Lo miro saborear mi café. Bebe un sorbo y sonríe.

—Quizá podríamos, no sé,... ser amigos —digo y lo observo, mientras me quito los tacones.

—Supongo —dice y vuelve con su tono de voz fuerte y seca —. Eddie es bueno. Yo no le diré nada —. Algo en sus palabras logra hacerme sentir mal; y no por el hecho de que diga lo bueno que es Eddie, sino por el hecho de que piense que las cosas son mejor dejándolas así. Se pone un mechón tras la oreja y mira el pocillo como si fuera la cosa más entretenida de ver. Termino mi cereal y dejo el plato sucio. En la mañana ya lo lavaré.

—Te traeré una manta —digo y voy hasta la habitación. Tomo dos mantas y una almohada del clóset y las pongo en el sofá. Aaron está apoyado en la pared y me mira. Yo, incomoda, me apresuro a ir hacia el pasillo.

—Espera —me vuelvo hacia él y cierro los ojos al aspirar su aroma.

—Gracias —asiento rápidamente para poder salir de su radar.

—No hay de qué. Buenas noches.

—Buenas noches, Lara.

Cierro la puerta de mi habitación. Me siento en mi edredón blanco de plumas que cubre mi cama y cruzo las piernas. Me asusta que este ahí afuera a pocos metros de mi; pero no me asusta porque algo malo vaya a pasar. Me asusta por el nudo que tengo en el pecho. Una sensación de ansiedad inunda mi cuerpo y me acuesto vencida. Al fin y al cabo es el primo de mi novio, y no tenía como irse en esta madrugada. Me pongo mi pijama. Entre pensamientos sobre la larga noche y su cabello claro me quedo dormida.

Un sonido irritante me despierta. Arrugo los ojos debido a la luz y me incorporo. ¿El timbre a esta hora? De repente me siento totalmente despierta al pensar: ¿Si es Eddie? Aaron está dormido en el sofá. ¿Qué puede pasar? Aaron dijo que no contaría nada. Simplemente le digo la otra parte de la noche. No tenía a donde ir y se quedó en el mueble. Lo otro puede ser que se lo cuente después. Cuando esté lista.

Salgo rápido de mi habitación. Al llegar a la sala veo que no hay nadie. Las mantas están perfectamente dobladas en el sofá igual que la almohada. Hago mi propio maratón y las llevo hasta mi cuarto. Odio los secretos, odio mentir. Finalmente cuando todo se ve como si nadie hubiera dormido aquí, abro la puerta. Eddie tiene ropa deportiva y en una de sus manos café y una bolsa de papel de Dunkin' Donuts. Está impecable; y me recibe con una gran sonrisa.

—Buenos días, bella durmiente —dice entregándome el café y la bolsa. Me hago a un lado y él entra.

—Buenos días. ¡Guau!, gracias. ¡Qué lindo detalle! —digo dándole un breve abrazo. Él pone su mandíbula en mi cabeza y luego besa mi frente.

— ¿Cómo te terminó de ir anoche? Me quedé dormido y no supe más —. Camino hasta mi habitación y él me sigue.

—Bien. Aaron y yo lo resolvimos rápido. En realidad llegué como en media hora —digo saltándome todos los detalles.

Eddie se sienta en la silla de la mesa y me cuenta que encontró las telas en uno de sus maletines. Yo como las donas que me trajo y bebo el café con leche. Propone que vayamos a correr al Central Park y yo acepto. Me ducho y opto por un conjunto deportivo negro con detalles en neón igual que los tenis. Recojo mi cabello y salimos hacia el Central Park.

Según el reloj de Eddie, corrimos milla y media; lo que me sorprende debido al tiempo que llevo sin hacer deporte. En preparatoria, por ser porrista, debíamos tener un estado físico bueno. Así que en las tardes corría por el vecindario.

A lo lejos veo un puesto de algodón de azúcar. Me encantan así que me dispongo a correr. Al ver a Eddie con las manos en las rodillas me río a carcajadas.

—Vamos, hay algodón de azúcar del otro lado del puente. Una carrera. El que llegue de último paga —digo echándome a correr y en cuestión de segundos ya está a mi lado. Eddie frena el paso y yo también. Agarra mi rostro y me besa.

—Eres hermosa, y me hace feliz estar contigo —dice y esta vez soy yo quien lo besa. Mientras corría he pensando en que no vale la pena dañar nuestra relación por algo que no se repetirá. Eddie es bueno conmigo y me hace sentir feliz. Quiero estar con él.

Hilos de Amor (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora