Capítulo 26

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—No pelearemos, Lara —dice mi madre entrando a la cocina en donde yo acabo de preparar café. Mamá no me dirigió la palabra desde que entramos al apartamento. Estuve con David un rato viendo películas; me preguntó si todo estaba bien; le dije que no se preocupara. No dijo nada más y luego de un rato se quedó dormido en el sofá.

—Me alegro que me entiendas, mamá.
—No, no es lo que digo. No te entiendo en lo absoluto.
— ¿A qué te refieres?
—No entiendo, Lara, el por qué dejaste a Eddie. Es un buen chico.
—Lo sé, mamá. Sé que lo es.
— ¿Entonces? —presiona mi madre con los ojos muy abiertos.
—Nada —digo alzando los hombros.
—Deberías intentar hablar con él.
—No sé...
— ¡Lara! Le hiciste daño. Tan solo con eso debe bastar para que le ofrezcas una disculpa.
—Lo sé. ¿Crees que no lo sé? ¡Eres mi madre! Deberías estar de mi lado, no del suyo.
—Estoy de tu lado, Lara, pero viendo hacia el futuro. Recuerda quién estuvo contigo al principio.
— ¿Al futuro? Mamá, solo terminé con un chico, ¡no con mi esposo! —digo exasperada. No sé qué más hacer para que me entienda.
—Vi como miraste a Aarón, Lara. Si no estabas segura de tus sentimientos, no debiste ilusionar a Eddie. —dice mi madre saliendo de la cocina. Se devuelve y agrega: —Mi vuelo es en la mañana a las ocho, espero que recapacites hasta entonces.

¿Qué? ¿Que yo recapacite? Ella debería hacerlo, es mi madre y en vez de estar regañándome debería estár apoyándome por lo que acaba de pasar. Será bueno que Paula esté acá. Parece que no tengo a nadie de mi lado. Me acuesto en la cama al lado de mi madre y las palabras se repiten en mi cabeza: <<Es buen chico>>, <<Es buen chico>>, <<Es buen chico>>, hasta quedarme dormida.

—Ven, vamos por dulces —le digo a David. Hace diez minutos llegamos al aeropuerto. Mi madre parece estar como de costumbre conmigo. Sé bien que no quiere hablar del tema y yo tampoco, porque francamente no entiendo qué es lo que quiere que haga.
— ¿Estás triste? —pregunta mi hermanito.
—Sí, un poco.
— ¿Por mamá?
—Sí.
—No estés triste. Cuando yo estoy triste juego con mis amigos y se me pasa. Juega también con tus amigos.
—Sí, eso haré, gracias —revuelvo su cabello y entramos a una tienda de dulces en donde compramos gomitas y muchos chicles de fresa.
—Ese es nuestro llamado, David.
—Llámame cuando llegues, necesito que hablemos —le digo a mi mamá. No me gusta nada que se vaya así como estamos.
—Sí, hija. Solo recuerda que te amo y quiero tu bien.
—Y yo a ti, mamá —con un gran abrazo.

—Adiós, hermanito —digo dejando un suave beso en su cabeza.

—Adiós, Lara. Recuerda lo que te dije —dice él y mamá me mira extrañada. Yo niego ligeramente, y a continuación nos despedimos con la mano.

Dado que iba tarde a clase, decidí tomar un taxi que me llevara mas rápido, sin embargo el tráfico no lo permitió. Tardé una hora para llegar. La primera clase ya había terminado y la segunda tenía las puertas cerradas. Así que toqué, pero el profesor de historia no dejó que entrase. Sin nada más que hacer, y mil pensamientos en la cabeza, subí a la cafetería y, sin pedir nada, me senté justo a lado de la ventana.

No pasa nada. Por primera vez en mucho tiempo no está pasando nada y lo agradezco. Observo a los estudiantes que pasan de un lado a otro y pienso en el trabajo final. Creo que tendré que empezarlo hoy otra vez y dedicarme a eso el fin de semana. Aaron se ofreció a ayudarme ayer, pero no quiero depender de eso.

Me emociona pensar en que en tan solo un día Paula estará aquí. Se quedará conmigo en el apartamento. No sé qué tan demorado sea eso de las residencias de estudiantes, pero espero que mucho, para así quedarnos juntas como siempre lo soñamos de pequeñas.

—Hola —volteo y veo a Jeremy sonriente y yo repito el gesto.

—Hola —digo de vuelta.

—Puedo... —empieza.

—Claro.

— ¿Cómo está quedando tu trabajo? —pregunta con los brazos cruzados en la mesa.

—Fatal, en realidad.

— ¿Y eso?

—La pintura se mojó y se arruinó.

—Lamento escuchar eso —dice.

—También yo —río ligeramente y me sorprendo viéndolo hacer lo mismo —. ¿Qué tal el último semestre?

—Si te digo, no me creerás —dice.

— ¿Qué?

—Demasiado fácil, en realidad. No sé si sea por el primer corte o qué, pero no hemos hecho mayor cosa, como el año pasado.

—¿De verdad? Mi nov —empiezo a decir, pero me callo al instante —. El primo de Aaron está en último de diseño y modas y no tiene tiempo de nada.

—Cada carrera es diferente, al igual que las universidades.

—Sí, supongo.

— ¿Y Grace? No la he visto últimamente —pregunta.

—Ayer fuimos al grupo de pintura, pero no estabas.

—Sí... es que puede sonar patético, Lara, pero no soporto verla con Aaron —dice y yo río. Se me hacen muy tiernos sus celos. Grace dice que no le interesa en absoluto tener algo con él, pero cuando están juntos, ella parece caer en sus hechizos.

—Entre ellos no hay nada —aseguro.

—Por supuesto que sí.

—No —digo.

—Sí —dice él acercando su cara cómicamente con los ojos muy abiertos.

— ¿Por qué estás tan seguro?

—Por lo que pasó el martes.

— ¿Qué pasó el martes?

— ¿Cómo no lo vas a saber? ¿No son mejores amigas?

—No, no lo somos. Bueno sí, amigas. ¿Pero qué pasó?

—Se bes... — pausa por lo que parece un escalofrío en su cuerpo —...se besaron. Básicamente toda la escuela los vio.

— ¿Qué? No me contó nada —digo refiriéndome a Aaron.

—Aaron llegó, sacado de novela de televisión, cruzó la puerta y le estampó un beso a Grace. Para mí fue horrible.

—Pero... no lo entiendo —digo.

El martes Aaron salió enojado del hospital, pero no creí que fuera a besarla. ¿Por qué Grace no me lo dijo? ¿Pensará hacerlo?

—Sí, bueno. ¿Qué se puede hacer?

— ¡Jum! —es lo único que consigo decir.

— ¿Sabes? Mañana hay una fiesta de Frank. ¿Lo conoces? —pregunta Jeremy.

—Sí, fui el viernes a una fiesta de él.

—Deberías venir.

—Mañana llega mi mejor amiga de L.A. —digo sin muchas ganas. Solo puedo pensar en Aaron y Grace. Es increíble que ninguno de los dos me lo dijera.

—Mejor aun. Así le das la bienvenida con una gran fiesta —asiento pensando. No estaría mal —. Anota mi número. Si deciden ir, puedo pasar por ustedes.

Agrego a Jeremy a mis contactos y lo llamo para confirmar el número.

—Ya casi empieza mi clase. Debo irme.

—Piénsalo y me llamas.

—Lo más posible es que lo haga —digo poniéndome de pie.

—Eso espero.

—Bien, adiós —le sonrió falsamente. Y es que en este momento no brota ni una sonrisa de mi interior.

Hilos de Amor (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora