Desconocido

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Estuvimos abrazados en la cama un largo rato, prácticamente sin decir nada, solo deje caer mi cabeza sobre su pecho mientras él jugueteaba con un mechón de mi cabello.

–Creo que te amo ¿Lo sabes? –dice y sin alejarme de sus brazos apoyo mi mentón sobre su pecho para verlo de frente. Lo miro extrañada, no lo dijo cuando acabamos de tener sexo, pero aún así lo dijo mientras estábamos desnudos en la cama. De todos los momentos que podría haber elegido, odiaba que fuera así.

Imaginé miles de veces cómo sería que alguien me dijera alguna vez "te amo" y Teo lo había dicho por primera vez por mensaje mientas estaba enojado. No sentí que contara pero ahora diciéndomelo frente a frente tampoco se escuchaba tan especial como lo había imaginado.

–¿Me apresure? –agrega con una sonrisa. Quizás para él esas palabras no tenían mucho peso pero tampoco pienso que las decía por decir.

–Demasiado –respondo sin pretender ofenderlo pero quería ser honesta, a mi aún esa palabra me quedaba enorme.

–Solo quería que lo supieras –dice y lo beso.

Fuimos a la playa por la tarde, caminamos por la orilla del mar de la mano viendo el atardecer y me sentí por primera vez tan cursi. Todo era romántico, nuestras manos entrelazadas, sus besos esporádicos que me hacían reír y sus ojos azules con su sonrisa enorme que me hacían sentir que todo estaba bien por fin.

Más tarde dimos vueltas por el centro, me arrastro a una tienda vintage, que fue a la única que acepté entrar y me obsequió un vestido blanco. No sé qué tipo de obsesión tenía porque usara vestidos, supongo que a ambos nos sucedía los mismo, nos remontaba al beso en el armario, aunque este vestido no era del tipo sexy cómo llevaba aquel día sino uno de estilo veraniego.

Nos encontramos con su familia alrededor de las 8pm para cenar en un restaurante familiar con una pista de baile en medio. Pedí lo menos costoso del menú, tarde varios minutos en decidir cual era el platillo más sencillo pero sabroso dentro de toda la lista de nombre raros que había de pescados.

–Sabes que podías haber escogido cualquier cosa del menú ¿No?

–Si no me dejas pagar por mis cosas, mi única opción es escoger lo más barato y torturarte con ello –cierro la carta y la apoyo sobre la mesa para que nuestro mozo la retire.

Él solo se ríe ignorándome.

–El restaurante es de mi abuelo y su mejor amigo, técnicamente no pagamos nada –se ríe– Por eso te dije que podías elegir lo que quisieras.

Le doy un vistazo al lugar, era precioso. Todo tenía un aire familiar, las personas parecían alegres y relajadas estando allí, muy distinto al lugar al que fuimos a cenar cuando me pidió ser oficialmente su novia, donde solo había parejas. Me gustaba mucho más este sitio.

–Podrías haberlo mencionado antes ¿No? –le doy un sorbo a mi copa de agua fingiendo estar enfadada– Había un plato con langosta y quería probarlo.

–Pero si odias los crustáceos –estalla en risa.

–No puedo odiar lo que nunca probé, estas limitando mis experiencias culinarias.

–Ok –contiene su risa y acerca su silla a la mía, de por si la mesa era redonda y estábamos bastante próximos pero no me molestaba si se movía aún más cerca– En el menú hay un postre en el que mezclan 8 tipos de cacao.

Me tienta.

–Se lo que intentas hacer –apoyo mi dedo índice sobre su pecho como intentando incriminarlo– No vas a compensármelo con chocolate, pediré el helado napolitano y tu serás responsable de esa decisión.

Tú & YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora