Descubiertos y atrapados

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Lunes 10:25 am

Llevaba al menos media hora despierta sin saber bien que hacer. Se podía sentir ruido en la casa así que el plan de huir por la mañana estaba descartado.

Cuando llegamos a la madrugada Teo me aseguro de que a sus mamás no les molestaría que me quedara a dormir pero honestamente me moría de vergüenza. Nunca me había quedado a dormir en la casa de un chico y por más que me repita una y otra vez que tendría que ser igual de normal que quedarse en casa de una amiga, no sabía cómo se lo iba a explicar a mi mamá. O a sus mamás? Y quizás a mí misma también porque juro que si alguien me hubiera dicho hace tiempo que estaría durmiendo en un mismo espacio que Teo di Saucedo me habría muerto de risa en su cara.

Pero acá estaba, pretendiendo estar dormida hasta que él se despertara primero. Me acerqué al borde de la cama varias veces para observarlo disimuladamente, en parte porque quería saber si ya había despertado y por otra parte, una quizás un poco más osada, me moría por verlo con apenas un trozo de sábana cubriendo su cuerpo.

¿Desde cuando sentía todas esas cosas? ¿Y por qué no le dije ayer que no sentía lo mismo? Pude terminarlo todo y no lo hice.

–Tienes que detenerte –dice con voz ronca, sin abrir aún los ojos y yo me aparto del borde de la cama de un salto.

–mmm? –digo poniendo voz de dormida.

–No finjas. Si sigues mirándome dormir no tendré más que subir.

¡Mierda! Me atrapo.

–Yo no te veía dormir...–intento mentir pero ya era algo inútil– Solo quería saber si seguías dormido.

–¿Y por eso lo corroboraste unas ocho veces? –dice riendo– Admítelo, te atrape. Me agrada que te guste verme dormir.

No sabía que decirle así que opté por no decir nada y morir de vergüenza en silencio. Pero no me lo iba a poner tan fácil.

–¡Dios, eres tan hermosa mientras duermes! –dice apoyándose con los brazos sobre el borde de la cama– Incluso aunque ronques.

–Yo no ronco –me incorporo apoyando los codos sobre la cama. Era imposible, nunca nadie me había dicho que roncaba. Para cuando mis mejillas ya tenían el color del tomate, lanza una risita– Eres un idiota.

–Admite que te gusta verme dormir –me desafía y su cuerpo ya no sólo está en el borde de la cama sino invadiéndome más y más el espacio.

–Admite que no ronco –lo esquivo.

–No roncas, pero dices mi nombre mientras duermes –dice para cuando ya estamos cerca uno del otro.

No respondo, sigo esperando su reacción. Sus ojos se desvían de los míos y se depositan en mis labios y puedo sentir la adrenalina correr por mi cuerpo. Iba a besarme y yo iba a dejar que lo haga.

–¿Di-je...dije tu nombre mientras dormía? –digo casi sin voz y sin ningún sentido. Desvíe rápidamente la mirada sobre sus labios y lo vi a los ojos pero era aún peor, era como si pudiera leerme al mente con solo verme.

–No, pero me habría excitado tanto que lo hicieras –dice con un tono suave sin distanciarse ni un paso y yo tampoco.

No estaba segura de a donde me llevaría todo esto pero tenía una sola cosa clara en este momento, estaba vez no quería huir de él.

Se que estaba esperando a que me mueva, que de un paso atrás y lo aparte, pero no lo hago y tampoco me quedo quieta. Nuestras narices se rozan y son escasos milímetros los que separan nuestros labios. Siento su respiración recorrerme y no hace más que hacerme suspirar anhelando lo que vendrá después con tanto deseo.

Tú & YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora