Como aquel dia en que me besaste

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Domingo
–Buen día, hermosa –dice cuando despierta y besa mi mejilla sin dejar de abrazarme. Podría acostumbrarme a dormir así toda la vida.

–¿Sabes que tu mamá acaba de entrar hace al menos veinte minutos?

–¿Y? –dice y me doy vuelta en la cama para poder verlo de frente.

–Lanzó un suspiro y dijo algo así como "mierda" y después cerró la puerta –cuento y él sonríe como si no le molestara la idea de que su madre descubriera que pase la noche con él, otra vez– No estoy segura de que fue lo que le sorprendió más, si el hecho de que había una mujer en la cama de su hijo o la ropa tirada en el suelo.

–O quizás qué haya logrado quitarte el sostén anoche –dice gracioso y se coloca sobre mi bajando su mano a mi pecho pero lo aparto.

–¡Teo!

Lo regaño. Me molestaba que no se tomara en serio esto, pero era demasiado hermoso y dulce como para enojarme con él.

–¿Qué? Será más fácil bajar a desayunar ahora, ya sabe que estás aquí –bromea y le doy un empujón.
Él no me deja apartar, se coloca sobre mi e inicia una  pelea abrupta de besos y cosquillas.

–No me detendré hasta que admitas que te gusto –sentencia.

Siento que ya no puedo respirar por reírme de las cosquillas pero aún logro responder –Nunca.

–Eres malvada –dice cuando se detiene. No se aparta de mi, solo toma la distancia necesaria para  observarme detenidamente y yo hago lo mismo. Su cabello estaba desarreglado pero lucia hermoso igualmente como si le resultara natural despertar y verse tan bien. En cambio, yo preferiría no acercarme a un espejo a esta hora.

Sus ojos azules con los que ya estaba empezando a acostumbrarme bajan despacio hacia mis labios y me adelanto antes de que comentan su cumplido.

–Voy a tomar eso como un "si Teo, me pareces súper sexy" –se burla.

–¿Super sexy? Eres un súper tonto.

–¿Que dijiste? ¿Acaso me llamaste tonto? Tendré que castigarte–una sonrisa pícara se dibuja en sus labios y quita abruptamente  la sábana con la que me cubría a lo que exclamo con indignación y cubro mis senos sintiéndome avergonzada pese a que ya nos habíamos visto con poca ropa. Pasa la sabana por encima de él, cubriéndonos con ella a los dos y me besa, ni dulce ni abruptamente, en la medida justa en la que había logrado captar que me volvía loca.

Donna y Michelle nos esperaban en la cocina con el desayuno listo. Podía jurar por la mirada que Donna le lanza a Teo que tendrían una larga charla en cuando yo me vaya.

Quería decir algo para que Teo no recibiera solo la culpa, porque en verdad, yo estaba ahí porque lo había convencido y era en gran parte la única responsable. No dije nada, lo único que se me ocurría era que había vuelto a olvidar mis llaves pero la última vez ya sonaba a mentira así que opté por el silencio.

Dudo que se enojaran demasiado con él, Teo era el hijo perfecto. Buenas calificaciones, excelente compañero y amigo, incluso hacia su parte del trabajo en la casa y cocinaba de vez en cuando, no había más que pedir de él.

Decidí volver a casa caminando, en parte porque necesitaba alejarme de él y pensar bien lo que estaba haciendo y en parte porque llegar a casa en su auto era lo último que quería que mi mamá viera.

Tengo suerte de que toda mi familia ya esté en casa reunida para la típica comida familiar de Domingo. Eso me libra de las preguntas incómodas de mamá y de que tenga que descubrir que mentí.

Tú & YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora