Capítulo 11: No lo he olvidado

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-Entonces ¿no te importa?

Nick parece muy confundido y, se podría decir, decepcionado. Cierra los ojos y suspira pensando en todo lo que le he dicho. Cuando abre sus ojo, me mira, tan intenso que parece que sabe en lo que estoy pensando.

-Si, no me importa- dice dejándome un poco sorprendida-. ¿Tienes llaves?- me pregunta al ver que no digo nada.

-Eh... Sí, claro. Tengo las llaves-. Saco la pequeña llave del bolsillo de mi mochila y se la muestro.

-Vale- dice de manera cortante y pasa por mi lado dispuesto a irse.

-Nick- lo llamo-. ¿De verdad que no te importa?- pregunto, algo esperanzada creo, pero no sé por qué.

No quiero ser pesada con el tema, pero nada más que le dije lo que quería hacer, su cara cambió por completo. Sabía que su reacción no iba a ser la mejor, incluso que no me haría caso y tendría que recurrir a un plan B, que por cierto no tengo plan B. Pero jamás me hubiera esperado la indiferencia de Nick. Yo no me siento igual.

-Ya te dije que no- dice sin darse la vuelta-. Ya no me importa nada de lo que hagas- dice comenzando a andar.

Eso último lo dijo en un tono muy bajo, como queriendo que no lo escuche, pero yo alcancé a escucharlo. Me quedé por unos minutos paralizada en el mismo lugar. No me esperaba esas palabras de él. ¿En realidad alguna vez le ha importado lo que he hecho? Lo dudo mucho, la verdad. Siempre ha ido a su convenio y siempre ha sido así. Él delante de todo lo demás. Siempre ha mentido, y lo ha hecho tan bien que yo llegaba a creérmelo. Tan bien como ahora, pero ya no pienso creerlo más. Que ingenua que eres Allie.

Me despierto del trance en el que estaba sometida cuando suena el segundo timbre. Tengo que irme antes de que alguien se de cuenta.

Me encuentro con Ari justo en la acera de enfrente del instituto. Antes de ir a verla cogí la camioneta de Jack, si queremos ir hasta allí necesitaríamos un coche. En treinta minutos ya estaba aparcando justo debajo de un gran árbol, es precioso, siempre me ha encantado verlo. Nos encontrábamos en las afuera de la ciudad, en un gran bosque hermoso. Ari se encuentra muy sorprendida del lugar en el que nos encontramos. Abre su boca en señal de sorpresa cada vez que mira a un lugar diferente, parece una niña pequeña. Cojo de la mano a Ari y rodeamos el tronco del árbol. Justo detrás de este hay una pequeña casa, más bien es como una cabaña. Sigue igual que la última vez que la vi, hace tan solo meses. Cojo la llave y la introduzco en la cerradura. Justo cuando la voy a girar mi mano se queda inmóvil. ¿De verdad quiero entrar? ¿De verdad quieres hacerlo Allie? No creo que esta sea una buena idea. Pero no te queda otra, lo tienes que hacer por Jack y Maddie. Vamos, ¿no decías que todo había quedado atrás? Ya nada te afecta ¿no? Tú puedes. Me repetía palabras y frases de ánimo a mi misma una y otra vez, pero mi mano seguía paralizada.

-Allie, ¿hay algún problema?- pregunta Ari detrás de mi-. ¡Estoy emocionada por verla por dentro!- grita.

Durante todo el camino me ha estado contando lo que pasó ayer con su padre. Se ha desahogado por completo y me alegra que ya tenga mejor humor que esta mañana.

-Vamos chica, no tenemos todo el día- dice de nuevo con prisas.

Respiro profundo y giro la llave con rapidez, o lo hago así o no lo hago nunca. La puerta cruje y se abre un poco dejando ver la oscuridad del interior. Quito la llave y me la guardo. Me armo de nuevo de valor y entro con pie firme a la cabaña. Me dirijo corriendo a las ventanas para abrirlas de par en par, para que entre la luz. No me hace falta ni encender la linterna porque me sé el pequeño espacio de memoria. Cuando las tres ventanas ya están completamente abiertas, dirijo mi vista hacia Ari, quien está boquiabierta observándolo todo desde el marco de la puerta. Cierro los ojos cogiendo fuerzas para observar a mi alrededor. Al abrirlos, en una esquina puedo divisar el sillón beis que tanto he odiado siempre. Está tapado con una sábana blanca. No es que sea feo, pero siempre tropezaba con él, hasta que le cogí manía. Justo al lado hay una pequeña cocina improvisada, con una diminuta mesa y dos sillas. Justo donde me encuentro hay un sofá y otro sillón, cubiertos por más sábanas, y en medio una mesa ratona. Encima de esta un televisor y dos platos y dos vasos. ¡Mierda! En la otra esquina de la cabaña hay una enorme cama cubierta por completo. Encima de ella hay una bolsa de plástico con algo dentro. En frente de esta una pequeña librería. Esa maldita librería. Todo está cubierto de polvo y se ve muy anticuado. El ambiente es pesado y caluroso. Aun así, Ari cada vez se ve más sorprendida.

Querida adolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora