Capítulo 24: ¿Esto funcionará?

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-La verdad es que no te perdiste nada interesante Alec- dijo Maddie bebiendo de su café.

Acabamos de bajar de la Jeep de mi hermano y Maddie ya va por su segundo café. Esta mañana en casa se tomó uno y de camino al insti obligó a Jack a parar en un Starbucks. Por eso no me extraña que antes de venir aquí salga a correr y luego pueda entrenar con las animadoras. Es un maldito manojo de nervios andante. Ella había quedado con Alec en la puerta principal para ir a clase, ya que la primera hora la tenían juntos. Estaban hablando de la fiesta del sábado después del partido. Yo desconecté nada más escuchar la victoria de nuestro equipo. No quería seguir pensando en aquella noche y mucho menos en las consecuencias que supuso. Quería eliminarlo de mi cabeza, y eso llevo intentando hacer desde que Nick se fue de casa y desde que terminé una conversación de dos horas con Ari. Bueno, más bien que una conversación fue un sermón de su parte diciéndome que debía de coger el móvil cuando reciba una llamada porque podría ser importante y tratarse de vida o muerte. Ella es así de dramática. Luego me bombardeó a mensajes durante todo el domingo para saber si estaba bien. No entendía porque tanta preocupación de su parte. No le he contado a nadie las marcas moradas que recorren todo mi cuerpo, absolutamente a nadie. Y sé que Nick tampoco ha comentado nada, de eso estoy cien por cien segura. Cuando se trata de guardar secretos Nick resulta ser igual que un libro cerrado y con las páginas en blanco. A parte tampoco le había contado a nadie sobre los análisis de drogas que me hicieron en el hospital, por lo que terminé por suponer que me vería en la fiesta y se preocuparía por eso. Pero tampoco estoy segura porque lo único que recuerdo es al chico pelirrojo, a Mike y un mar de recuerdos borrosos que no consigo poner en orden. También me llamó Jake y me dijo que después de estar con Mike, él pasó el resto de la noche conmigo, y entre él y Nick estuvieron convenciéndome de que aquella noche no pasó nada más. Aun así no conseguía una excusa creíble para dar explicación al popurrí de colores que bañaba todo mi cuerpo. Da igual, lo importante es que la pomada que me recetó la doctora me calmaba el dolor e incluso los colores verdosos y morados se iban apagando.

-Nena, ¿estás bien?- decía Maddie agitando la mano frente a mi cara.

-Eh... sí. Estaba algo distraída- me excusé-. No he dormido muy bien esta noche- al menos eso era verdad.

Ocultar tantas cosas a mis amigas me ponía de mal humor. Nunca en mi vida había sido tan reservada, ni siquiera con Jack, Scott o Maddie. Y me dolía mucho no poder desahogarme con ellos.

-Pobrecilla- dijo mi amiga acariciándome el brazo-. Te decía que Alec y yo nos tenemos que ir. Pero si prefieres que me quede un poco más contigo le digo que se adelante él, y me quedo aquí. No creo que...

-No- la interrumpo-. No hace falta, estoy bien Maddie- la tranquilizo.

-Vale perfecto. Así podréis empezar con el plan- dijo agitando las cejas en mi dirección pero con los ojos clavados a mis espaldas.

-¿Qué...?

Me di la vuelta hacia la entrada principal. Justo en ese momento entraban Scott, Mike y Matt, en ese orden. Juro que el tiempo se ralentizó y los chicos comenzaron a andar a cámara lenta al más puro estilo de las películas americanas. Ellos eran los reyes del fútbol americano y sabían perfectamente cuál era su estatus en la sociedad del instituto. Captan la atención de todas y cada una de las personas que en aquel momento se encontraban en el ancho pasillo. Scott pasaba su mano por el sedoso pelo rubio mientras se giraba para guiñar el ojo a un grupo de chicas, las cuales se sonrojaron y comenzaron a gritar como locas, sin tener la más mínima sospecha de que mi amigo no tenía ni puta idea de a quien había guiñado el ojo. Mike dejaba mostrar la sonrisa de playboy tan característica en él. Deslizaba los ojos por los cuerpo de las chicas y ladeaba la sonrisa en respuesta. ¡Oh Dios mío! ¿Eso es un pómulo morado? ¿Tiene una herida en el labio? ¿¡Qué mierda pasó aquella noche!? Pero por alguna extraña razón mi mente solo supo deducir que aquel aspecto conseguía que se viera más sexy y provocador. Por último, Matt metía las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros negros y ponía aquella mirada color canela perdida entre la multitud, haciéndole ver sencilla y extrañamente sensual.

Querida adolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora