Capítulo 31: Terreno pantanoso

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-Ey, vale, vale. He sido un estúpido. Realmente no creo que seas así.

-Pues sabes mentir muy bien entonces- estaba muy enfadada.

Odiaba que se me tomara cómo la niña rica de mamá. Siempre le temía a eso. Cuando mi madre ganó las elecciones y fue alcaldesa al principio todo eran cara sonrientes y gente muy amable. Pero después me di cuenta que todo era una fachada. Creían que era la niña rica y mimada que aparentaba ser porque estaba rodeada de lujos, y todos creían que me tenían que dar mis caprichos o formaría una pataleta de no ser así. Siempre he odiado que me tacharan de lo que no era.

-Danna, de verdad que lo siento. Soy un bocazas.

-No soy una niña rica de mamá. No lo soy- afirmé.

Ya era demasiado tarde. Sentía como me clavaba mis propias uñas en la palma de mi mano y como mis ojos no podían retener más las lágrimas. Hoy había sido un día muy largo y en algún momento tendría que estallar. Pero jamás pensé que ocurriría delante del idiota de Mike Bracks.

-Joder. Mierda. Estás llorando.

Mike se movía incómodo a mi alrededor.

-Qué listo que eres, no me extrañaría que ganes el premio Nobel algún día- dije entre lágrimas.

-Perdona si no sé cómo actuar en un momento como este, pero nunca me he encontrado ante una situación así.

-Siempre hay una primera vez...

-...para todo. Sí, sí, ya me lo has dejado claro- terminó la frase que le dije cuando estuvo en mi casa.

-Abrazala- se escuchó desde las escaleras.

-¡Eli, sube a tu habitación ya!- Mike le gritó enfadado, pero se le escapó una sonrisa.

Incluso yo sonreí. Esa niña era lo mejor del mundo.

-Lo siento mucho nena. Ya ha quedado claro que soy un imbécil.

Mike dio un paso con cautela hacia mí. Creo que pretendía abrazarme, pero por como lo estaba haciendo, terminaría por abrazarme cuando cumpliera los setenta. Así que corté la distancia rodeando su cuello con mis brazos. Él estuvo rígido durante los primeros segundos, pero después pasó los brazos por mi cintura para terminar abrazándome también.

-De hecho, no creo que seas una niña mimada.

-Vaya, gracias- dije separándome de él.

Llevábamos mucho rato abrazados, y creo que si no hubiera hablado aún seguiríamos.

-Mira, es la primera vez que he abrazado a una chica- confesó.

-Mentira, sales con decenas de chicas a diario.

-Pero no las abrazo, por lo general hacemos otras cosas.

-Vale, está bien, creo que no quiero saber más.

Mike rio.

-Mierda, las tortitas.

Salió corriendo hacia la cocina. Cuando volvió a entrar al salón se dirigió al lugar donde estábamos antes sentados. Yo lo imité.

-Creo que esas últimas no nos las podemos comer- dijo gracioso-. Oye nena, de verdad que lo siento mucho. Ni siquiera sé por qué lo he dicho.

-¿Cuándo vas a dejar de llamarme nena?- aquello comenzaba a irritarme.

-Espera que lo piense...- puso sus dedos en la barbilla, imitando una pose extraña que por lo que supuse quería estar representando que pensaba-. Nunca- rió-. De verdad lo digo, sé que no eres de esa forma. Está bastante claro.

Querida adolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora