Capítulo 39: Un compañero de clase

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MIKE

Las palabras sobraban en aquel momento entre Danna y yo. Cuando me abrió la puerta estaba esperando que me gritara o que se enfadara conmigo. Sin embargo me llevé una gran sorpresa cuando reaccionó abrazándome, hizo que mi cabreo se esfumara.

Vi que había cogido ropa y había entrado a su baño privado, supuse que se quería duchar. Traté de darle toda la confianza del mundo y después de decirle al menos cincuenta veces que se duchara tranquila que nadie, ni siquiera yo la iba a molestar, me hizo caso.

Tengo que admitir que antes sí que me había enfadado con ella, aunque por lo que se ve, solo tiene que sonreír para que se me pase. El problema era que las cosas eran jodidamente difíciles con ella. Nunca nadie me había dicho que no a todo y eso me frustra. No se trata de que haya tenido todo lo que he querido, porque esa no es mi situación. Pero jamás ante una chica se había negado a tener una cita conmigo, a coquetear o a cualquier otra cosa. Además nunca antes una chica no había querido subir en mi moto, todas se vuelven locas cuando aparezco con la moto. Sin embargo Danna palideció cuando le dije que la única forma que tenía de traerla a casa era mi moto. Y puedo afirmar que jamás se subirá de nuevo, pude notar que el viaje no le gustó en absoluto.

Debería dejar esto que estoy haciendo. Ni siquiera sé qué es lo que pretendo conseguir. Le pedí que me diera clases sin realmente necesitarlas, para... ¿Para qué? ¿Pasar tiempo con ella? ¿Desde cuando me interesa pasar el tiempo con una chica? Tengo más que aprendido que no conseguiré de Danna un polvo. Solo con aparecer por el pasillo del instituto y chasquear los dedos puedo conseguirlo más fácil. Entonces, ¿por qué pierdo el tiempo? Esto es demasiado complicado, ella es demasiado complicada. Ni siquiera nos hemos besado, y aún así me tiene detrás de ella como un perro faldero. Es que ni siquiera hay tensión sexual entre nosotros. Ni la más mínima. Al menos de su parte, porque de la mía puedo decir que sí que la hay. ¿Por qué mierda le diría aquel día que no es mi tipo? ¿Desde cuando he tenido yo tipo? Desde nunca. Fui un gilipollas diciéndole eso. Pude ver como herí sus sentimiento y ni pude arreglarlo. Me gustaría saber a quién no le puede gustar Danna. Es preciosa y simpática. Tal vez demasiado correcta, pero me flipa que sea así. Su inocencia me vuelve loco. Cada vez que el tema se desvía de su zona de confort se sonroja tanto que parece que acaba de salir de una sauna. Es adorable. Sin embargo cada vez que intento dar un paso más hacia ella me encuentro con otro "no" justo en mis narices. Siento que estoy perdiendo el tiempo. Algo me dice que lo deje, que es demasiado difícil, que me puedo divertir por ahí.

Pero al verla salir del baño, con un enorme pijama de seda azul celeste de dos partes, descalza y cepillándose el pelo mojado, se me olvida la diversión de la que mi mente me hablaba. Se me olvida lo complicado y se me olvida todo. Solo verla es suficiente como para que mi mala leche se esfume. Pasa el cepillo por el pelo estirándolo lo máximo que puede, pero cuando este se libera se vuelve a rizar de inmediato. Me flipa su pelo, es suave a pesar de que a primera vista parezca que no. Coge algo del tocador y vuelve a entrar al baño.

Me dijo que la puerta la había cerrado con pestillo, pero aunque así fuera vi en su rostro que no estaba conforme con eso. La comprobé y me quedé tranquilo al saber que nadie podía entrar allí, a no ser que tuviera la fuerza de Hulk para echar abajo la gruesa puerta de madera. Esa noche me negué a pensar en el hijo de perra que había también en aquella casa. Estaba en la habitación de Danna y quería que se sintiera cómoda, por lo que no iba a sacar ese tema. Solo espero que ni se atreva a acercarse por aquí, porque juro que no me contendré.

Deshice la cama y me quité los zapatos y la sudadera. Llevaba unos pantalones de deporte anchos por lo que no dormiría tan incómodo. Bueno, no sabía si iba a poder dormir. Sabía que a Danna no le haría ninguna gracia que durmiera con ella, por lo que cogí los cojines y los alineé en el centro de la cama, dividiéndola en dos. De ese modo cada uno tendría un lado y ninguno invadiría el espacio del otro. Espero que eso le parezca suficiente porque quiero respetarla, pero tampoco pienso dormir en el suelo.

Querida adolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora