DANNA
Llevaba cinco minutos contados por el reloj, en frente de la puerta del gimnasio. Tenía ganas de llorar, no de darle golpes a un saco. Bueno, si llevase la cara de mi madre tal vez sí me parezca buena idea.
Sabía que mi vida era una pesadilla, pero no quería confirmarlo aún. No sabía cómo afrontar el hecho de que mi madre estuviese saliendo con el impresentable que intentó meterme mano, tan solo para no montar un escándalo público. Lo peor es que tenía que verlo por casa. Nunca estábamos solos, y nunca en la misma habitación. Pero, o lo veía en el jardín mientras yo estaba en mi habitación, o cuando salía en el coche del ayuntamiento con mi madre... Pero lo tenía que ver. Es un abusador y lo tengo que ver.
Además, la guinda de este precioso y bello pastel, sarcasmo puro, es que no puedo ver a mi padre. Después de todo lo ocurrido, le he dicho que no aparezca por casa para evitar que discuta con mi madre. Aunque el verdadero motivo es para que no se entere de que mi querida madre está viendo a ese mal nacido.
-¿Entras?- me preguntó una chica. Estaba sujetando la puerta de cristal del gimnasio, esperando a que yo le diera una respuesta. Entonces pensé que aquel gesto de amabilidad por aquella desconocida, era mucho más de lo que mi madre había hecho por mí desde hace años.
-Sí- conseguí decir con un nudo en la garganta.
Al entrar ella me sobrepasó y desapareció entre la multitud de gente y de máquinas para hacer deporte.
Había oído hablar del local del padre de Jake, pero jamás me lo hubiese imaginado de esta forma. Es inmenso, tan sólo tengo que decir que está ocupado por dos locales de dos plantas cada uno. Tenía tanto maquinaria individual, como salas para dar clases, saunas, tratamientos de todo tipo... Increíble. Casi un cuarto de todo el espacio de la primera planta, lo ocupaba una sala de boxeo con un ring en el centro. El alrededor del ring estaba dividido por varias zonas con sacos y otras cosas redondas colgadas del techo que no sé qué son la verdad. La primera vez que vine aquí me quedé sorprendida. Pensé que era un pequeño local en el que la gente iba a pegarle a un saco. Pero me llevé una sorpresa cuando Jake me estuvo enseñando todas las instalaciones. Además se impartían clases como he dicho, pero de boxeo en concreto, y él era uno de los profesores. Todos nos conocíamos, pero jamás he conocido ese lado de Jake.
Mike había reservado un saco expresamente para nosotros, y él se había ofrecido a dar mis clases. En realidad lo había catalogado como "clases" pero no tiene ni formación ni experiencia profesional. Explicaba bien la verdad y sabía enseñar, pero no conseguía que aquello me gustara. Mike decía que no me tenía que gustar, simplemente tenía que descargar toda la tensión. Y a testarudo no le ganaba nadie.
-Bien, ya está aquí mi preciosa Rocky- levantó los brazos Mike en señal de victoria.
-¿Rocky? Espero que te hayas confundido a propósito de nombre, y que no sea ese el nombre de una de las chicas con las que sales- solté mi bolsa de deporte en el banco junto a la pared y me quité la sudadera de deporte.
Mike me había marcado incluso la ropa que tenía que llevar. Según él: unos leggins muy apretados, y un sujetador deportivo era suficiente. Según yo: unos leggins de mi talla, un sujetador deportivo y una camiseta encima. No lo aprobó, pero tampoco me importó su opinión.
-¿No sabe quién es Rocky?- le preguntó a Mike un muy escandalizado Jake, quien estaba ordenando una estantería.
-Tiene pinta de que no... Y me daría algo- dijo Mike, cómplice de Jake-. Oye nena...- siempre me sale regañarle, pero pasa de mi bronca así que a no gasto saliba en decirle que no me llame así-. Sabes quién es Rocky, ¿verdad?
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Querida adolescencia
Novela JuvenilAllison Johnson, Madison Carter, Danna Garcia, Cataleya Damons y Ariadna Gonzales. Estas chicas, entre ella, no tienen mucho en común, pero son amigas por un motivo en concreto. No hace falta compartir los mismo gustos o aficionas para tener una re...