Capítulo veintinueve.

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Capítulo veintinueve—. “¿Caviar y langostas o papas con chile?”

Me estaba retocando el maquillaje cuando escucho que alguien toca la puerta, es obvio que sería Jorge, corrí hacia la puerta para evitar que mi madre hablara con él, ya que estoy segura que es capaz de molestarlo.

—Yo abro —bajé las escaleras volando ganándole a Katie, una chica de limpieza. 

—Hola —dije algo agitada al abrir la puerta. 

—¿Estás bien? —no, corrí desde mi cuarto para evitar que mi madre te vea.

Jorge se veía...espectacular, bueno él siempre se ve así. Vestía una simple chaqueta y unos simples jeans, para mí eso es perfecto. ¿Yo? Bueno, yo llevaba un vestido casual que ahora digo que fue buena elección al ver cómo va vestido Jorge, ni tan formal pero tampoco parece un vago. 

—Estoy bien. ¿Nos vamos? 

—Martina, no... —señaló mis pies, y hasta ahí me di cuenta que no llevaba zapatos, perfecto.

—¿Me esperarás aquí? —pregunté esperando un "no, te espero afuera". 

—Seguro —no podría decirle "salte de mi casa", eso sería feo. 

—No tardo nada —y salí corriendo a mi habitación, dándome cuenta que tampoco llevaba mi bolso, pff, ¿en qué me convertí esta noche?

*Narra Jorge*

La casa de Martina, bueno ya la conocía por fuera y era muy linda, pero por dentro, wow, parecía una mansión. 

—¿Te conozco? —me habló una señora, haciendo que yo saliera de mis pensamientos y sacara mis manos de los bolsillos de mi pantalón.

—No creo, soy Jorge —extendí mi mano para saludar 1 segundo, 2, 3, 6, 7, veo que la señora no me quiere saludar; así que la bajé, un poco dudoso.

—Así que tú eres el chico al que mi hija no le pudo cancelar —me dijo la señora.

—Em, yo... —lo admito, tenía miedo, ella es la madre de Martina, conocer a los suegros no es lindo (me contaron) y menos si la madre te mira como me mira a mí. 

—¡Mamá! —bajó corriendo Martina, las mujeres son buenas corriendo en tacones.

—¿Qué haces? —le preguntó a su madre.

—Nada, sólo saludaba, ¿verdad chico? —dijo mirándome a los ojos, esto da miedo. 

—Por supuesto —aseguré. Mis opciones eran decirle a Martina que su madre me miraba con rencor y hacer que su madre me odie más, o fingir que nada pasó y seguir con vida.

—Mama, él es Jorge, Jorge, mi mamá Mariana, nos tenemos que ir madre, bye —dijo Martina, casi arrastrándome hacia la salida. 

—Un gusto —le dije mientras corría, tenía modales.

—Yo sé que ella no solo saludaba y veo que no me dirás nada, ¿cierto?

 —Llegamos al restaurante, ¿te gusta? —le dije señalando el restaurante en el que hice reservación, evadiendo el tema de su madre; claramente no diré nada.

—Ok, no dirás nada —dijo asintiendo hacia la entrada.

—¿Te gusta? —le pregunté a Martina una vez en una mesa.

—Es hermoso, gracias.

—¿Qué quieres pe...? —mi frase fue cortada cuando escucho la alarma de incendios y al personal gritando "con calma, salgan del edificio" tomé la mano de Martina y salimos del lugar.

Opuestos Pero PerfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora