Capítulo once. —“Citas y relaciones”
*Narra Lodo*
Estaba con Ruggero en el café, ahí sentados hablando (él estaba coqueteándome de hecho) es parte del plan ¿no? todo va perfecto. Justo como en el plan.
—Me gusta tu cabello, un negro muy...
—¿Negro? —empecé a jugar.
—¡Exacto, muy negro! Y lindo —dijo lo primero jugando y lo segundo con una sonrisa. Otra vez coqueteando.
—Hasta ahora me doy cuenta que eres increíble —dijo Rugge como a la hora de charlar con él. Es un buen tipo..."un galancito", pero buen tipo.
—Oye y... ¿qué clase de música te gusta? —me preguntó el chico.
—De varios tipos; pop, rock, clásica, no tengo un estilo preferido —contesté.
—Amo el rock —dijo Rugge con una sonrisa—. ¿Y... cantas? —¿que si yo canto?
—Algo, pero nada serio, solo por diversión.
—Apuesto que cantas increíble.
—Apuesto a que tú cantas increíble.
—Te propongo algo, linda. Tú cantas, yo canto; ¿Hecho?
—¿Aquí? —está loco si cree que cantaré aquí.
—Podemos cantar los dos, ahí hay un karaoke ¿sí?
—Estás loco, no lo haré enfrente de todos.
—Entonces ¿dónde?
—Hoy, contigo estoy mejor, si todo sale mal lo puedo encaminar y estar mejor; me puedes escuchar para darme valor oh oh...
—Tú, me das la libertad de ser quien soy, y lo que quiero hacer oh oh oh oh; si no lo puedo ver enséñame eh eh eh!
Y de la nada estábamos cantando en susurros. ¿Esto es en serio?
—Wow ¿y cantas por diversión? Tu voz es hermosa —dijo Rugge.
—Gracias, tú igual cantas hermoso ¿conocías la canción? —mejor dicho ¿de dónde conocía la canción y por qué?
—Por favor, no por ser "chico malo" no conozca canciones de chicas —dijo haciendo comillas en chico malo.
—Eso es genial, entonces ¿conoces de faldas también? —dije jugando.
—Oye, no te pases, dulzura —contestó tierno Rugge... ¿tierno?
—Oye linda, aunque no lo creas hago algo de tarea y debo irme a terminarla ¿te veo mañana?
—Hasta mañana entonces.
—Te dejo para que pagues —dejó un paquetito de dinero—. Mañana te veo, linda —me dio un beso en la mejilla, cerca de los labios—. Ah, por cierto —dijo antes de irse—, ¿mencioné lo lindos que son tus ojos? Hasta mañana —me guiñó un ojo. Lo tengo.
*Narra Jorge*
Llegué a casa. Debía hablar con dos personas ahora. Martina y con Clara.
—Llegaste, te esperaba para cenar —dijo Clara saliendo de la cocina con ¿pizza?
—Gracias, solo comeré poco; no tengo mucha hambre.
—Ok —dijo sentándose en la mesa—¿te sirvo?
—No gracias, yo puedo solo —salí por un plato, wow esto es incómodo. Volví.
—Siéntate —dijo mi hermana. No hablaba, no me preguntó nada ¿qué pasó?—. Jorge... —empezó.
—No, Clari, déjame hablar. Te pido disculpas. Hoy no fui el hermano más lindo del mundo por así decirlo, fui un tonto egoísta que solo pensó en sí mismo. Tú querías hablar conmigo y ayudarme yo como un tonto no acepté tu ayuda. Perdóname.
—Obvio que te perdono, todos nos levantamos con el pie izquierdo alguna vez. Estabas ocupado y no debía llenarte de preguntas en ese momento.
—Entonces, ¿estamos bien?
—¡Obvio! —dijo feliz—. Pero ahora sí es el momento para hablar. Cuéntame TODO —y ahí va todo.
—Para no hacer grandes las cosas, me gusta mucho Martina, aceptó salir conmigo y estamos "saliendo".
—¿Pero saliendo, SALIENDO? —preguntó alegre mi hermanita.
—Eso creo —contesté dándole un mordisco a mi pizza, muy rica por cierto.
—Awww qué feliz estoy —saltó de la silla y me abrazó. Lo admito, aunque ella fuera muy metiche, la amaba sobre todas las cosas. Ella es la mejor hermana que pueda tener.
—Gracias, Clari, yo estoy aún más felíz.
—Obvio, y dime ¿ya se han besado?
—Clari, por favor, apenas empezamos a salir —mi hermana la metiche volvió.
—Perdona, esque la juventud de ahora es tan loca —contestó empezando a comer.
—No soy igual que "la loca juventud".
—Como sea, Jorge, si algún día ocupas mi ayuda para algo, deseas desahogarte, estoy aquí. Confías en mí ¿no?
—¿Esto qué tiene que ver con lo que hablábamos?
—Nada, pero quería que lo supieras.
—Lo sé, gracias Clari. Y sí, confío en ti.
—Awwww —y volvió a lanzarse sobre mí. Un bello momento entre hermanos sin dudarlo.
(*)
—¿Hola? —contestó la voz del otro lado del teléfono.
Al terminar de cenar y ver un rato la tele con mi hermana, subí a dormir pero no sin antes llamar a Martina, debía saber si hice algo malo.
—Soy yo, Jorge.
—Ya lo sé, Jorge, ¿Qué pasa?
—¿Ya cenaste? —*Eres un idiota, Blanco, ¿ni para inventar excusas sirves?*
—Emmm ¿ya? —contestó, sabía que su expresión era: ¿qué diablos pasa contigo, Blanco?
—Ah, qué bueno —contesté simple. El silencio llegó.
—Ya, en serio, ¿para qué me llamaste? —dijo Martina como después de 20 segundos de un silencio incómodo.
—¿No estás molesta conmigo? —solté la pregunta que traía en mi cabeza desde hace rato.
—¿Debería estarlo?
—No.
—¿Entonces? Si es porque me fui de repente es porque recordé unas cosas que debía hacer.
—¿No hice nada malo?
—Claro que no —escuché que rió tras el teléfono; se burla de mí, genial—. Jorge, muero de sueño ¿hasta mañana?
—Hasta mañana y...perdón por llamar tan tarde.
—Descuida, sueña lindo, bye —y colgó. ¿Que si soñaría lindo? Soñaría con Martina, claro que soñaría lindo.
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