Cuando el día terminó Maia corrió hasta el autobús para evitar que la dejara como lo había hecho en su primer día de clases, además necesitaba llegar a su casa y buscar la ropa para su nuevo trabajo.
Logró llegar a su departamento a tiempo, y trato de evitar pensar en el mensaje de su mamá, prefería la acción a estancarse en pensamientos que solo iban a paralizarla, así que metió en su mochila la minifalda negra, los tacones, y una blusa ajustada que le quedaban como un guante. Tomó su pelo en una coleta y se puso un sweater gigante para combatir el frío. En cuanto salió a la calle, comenzó a correr hasta el restaurante. Llegó sin aliento, con la mochila pesando toneladas en su espalda.
Izan solo negó con la cabeza y puso los ojos en blanco al verla sacar un par de libros y dejarlos sobre la mesa.
— No vas a poder estudiar mucho aquí — dijo el español mientras le pasaba un delantal — Estamos llenos hoy.
— Trabajaré el doble de rápido entonces, tengo un examen en dos días, no puedo fallar.
— Te esfuerzas demasiado Maia.
— ¿Y eso es malo?
— No, pero solo no te sobre exijas tanto. Una nota no es tan importante como una noche sin dormir.
Maia asintió, incluso cuando no estaba de acuerdo. Esta beca era todo para ella, era su futuro, pasar una noche en vela era un sacrificio mínimo comparado con otros que había tenido que hacer a lo largo de su corta vida, Iba a hacerlo mil y un veces si era necesario para lograr sus objetivos.
Se puso un delantal, y tomó el libro de notas para empezar a tomar y entregar pedidos. En un par de horas el lugar se desocupo, y me escondí en la cocina para estudiar un poco.
Se sentó en una esquina de la cocina para no molestar y poder estudiar, pero no le fue posible. Ahora que estaba quieta, no estaba corriendo de un lugar a otro, en lo único que podía pensar era en Phoe, y Frank. Ambos estaban desaparecidos y no tenía idea que hacer para encontrarlos. Lo cual era frustrante y desesperante ¿Y si no estaban bien? Bufó, nada le estaba resultando como quería aquel día.
Se levantó y lavó algunos platos que faltaban, así evitaba pensar un poco. Treinta minutos después Izan la dejo ir a casa y se lo agradeció con una abrazo de oso. Cuando salió del restaurant ya estaba oscuro, y aunque tenía tiempo, corrió.
Llegó a una estación de servicio cercana, cuando entro recibió una mirada curiosa por parte de la dependienta, la ignoró y se encerró en el pequeño cubículo que era el baño. Se quitó rápido la simple polera, y se puso la blusa, sacó de un tirón sus jeans y se puso la minifalda, los tacones y ya estaba casi lista. Se puso el sweater nuevamente y arregló su cabello en el espejo. Estaba lista para su primera noche de trabajo.
Caminó hasta el mesón, dejó una energética que había encontrado en una de las estanterías y pidió una cajetilla de cigarrillos, la chica solo la miró con una ceja alzada.
— ¿Tienes más de dieciocho años si quiera? — preguntó.
— ¿Vas a vendérmelos o no? — preguntó Maia cansada del desdén de la chica.
— Claro — guardó los cigarrillos en una bolsa, y recibió su dinero. Le dio el cambió, y salió mientras guardaba en el fondo de su mochila los cigarrillos.
Hace mucho que no fumaba y no quería volver a hacerlo, pero realmente lo estaba necesitando. Sus nervios no daban para más, y se sentía más cansada que nunca. En el camino se tomó la energética para palear las consecuencias de no haber pegado ojo la noche anterior. Cuando llegó al local, botó la lata en un basurero y entró por la puerta trasera.