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Una vez que Maia regresó a casa, cerró la puerta tras Niall.
Ninguna de las risas o los buenos momentos que había pasado con él, fueron suficientes para luchar contra la soledad que la envolvió cuando puso un pie dentro del departamento.
El recuerdo de Niall al parecer no era lo suficientemente fuerte para borrar a Ashton o mis preocupaciones.
Por supuesto, mi mayor preocupación en este minuto era Frank, y si bien no tenía dinero y no me sobraba, necesitaba hacer una llamada de larga distancia, quizás saber de mi hermano me daría tranquilidad, quizás había buenas noticias.
Los tonos sonaron una y otra vez, pero no hubo respuesta. La ansiedad hizo que Maia mordiera su labio inferior, pasara la mano por su rostro preocupada.¿y si algo malo le había pasado?
Cortó y se trató de tranquilizar durante unos segundos, quizás no estaban en casa. ¿Qué hora eran allá de todas formas?
Llamó de nuevo, sabiendo que la llamada le saldría un ojo de la cara, pero no podía estar sin saber de él.
Nadie respondió, y la desesperación creció.
Dejó el teléfono, y buco entre sus cosas el libro de Literatura, necesitaba algo que hacer o se iba a volver loca. No quería pensar. Ni en Ashton, ni Niall, ni Frank.
Si me ponía a pensar en ellos, estaba perdida.Leyó un par de hojas, cuando el teléfono sonó. Sintió como su estómago hacía algún giro raro, y como sus manos comenzaban a sudar.
— ¿Frank? — fue lo único que Maia pudo decir. Con la voz temblorosa, deseando que fuera él. No habría nada que le diera más tranquilidad que escucharlo decir que estaba bien. Incluso quizás podría dormir y olvidar las manos de aquel tipo sobre su piel, las heridas en sus labios o los recuerdos de la noche anterior.
— Uh, lo siento, no soy Frank — dijo una voz ronca — Pero quería hablar contigo...
— Ashton — dijo seca. Lo último que quería era verlo, o escucharlo. Le hacía las cosas tan difíciles.— Maia — el sonido de su nombre se atoró en su garganta. Ashton estaba en medio de una calle vacía, con un teléfono público aferrado en su mano, sabía que no debía llamar pero no había podido evitar hacerlo. La necesitaba. — ¿Cómo estás?
— ¿Te importa?
— Maia...
— No Ashton, no estoy para jugar tus juegos, ni para ir tras de ti cada vez que hagas algo mal. No cuando insistes en hacer cosas que odio. Y no voy a tratar de cambiarte por mucho que te he llegado a querer. Puedes ir y beber y drogarte todo lo que quieras. Incluso puedes ir a pelearte con cualquiera que se te pase por delante. Pero no te quiero cerca mío, por mucho que me preocupes.
— ¿Preocuparte?
— Si Ashton, eres como un niño pequeño. No sabes cuidar de ti mismo, eres irresponsable, y jamás haces lo que debes. Infundes el miedo en el resto porque no sabes cómo acercarte a ellos, y está mal. Vas a quedarte solo.
— Ya estoy solo. — susurró, cada palabra de ella doliéndole hasta el alma. ¿Era así como ella lo veía? ¿Como un niño pequeño? ¿Cómo un estúpido?
— No es demasiado tarde.
— ¿Tarde para qué?
— Para que enmendes tus errores, para que decidas quien quieres ser.
— ¿Y si quiero ser exactamente como soy?
— Lo dudo.
— Tú realmente no me..
— Ashton, no empieces con eso de que no te conozco, me quedó claro. Y tampoco quiero conocerte.
— ¿Estas terminando conmigo?
— ¿Terminando qué?
— Nuestra amistad.
— ¿Alguna vez realmente la hubo?Antes de que Ashton pudiera decir algo más, cortó el teléfono con lágrimas en los ojos. Probablemente aquellas palabras le habían dolido más a ella que a él. No quería herirlo, pero tenía que protegerse de él. Si estaba cerca, iba a destruirla. Y no estaba en condiciones, ni deseaba ser más vulnerable de lo que ya era.
La fachada de chico duro cayó a sus pies, y sus hombros se hundieron. Ashton se sentía profundamente derrotado, y su mente se nublo por completo. Nadie lo quería, y quizás lo merecía a fin de cuentes.
Las buenas intenciones que tenía se fueron al trasto y montó su moto, aceleró más de lo prudente y se perdió en la oscuridad de la medianoche. Aparcó y caminó entre los pasillos de su edificio, y entró a su frío departamento.
Caminó hasta la nevera y sacó un pack de cervezas, se tiró en el sofá y abrió la primera de ellas. La bebió en segundos, y así hasta que las acabó todas.
Pero no fue suficiente, en realidad no le hicieron absolutamente nada. Caminó hasta el pequeño mini-bar y sacó una botella de whisky, y un tequila.
Cuando ya hubo vaciado la botella de whisky, ni siquiera se molestó en ir a buscar limón y sal, y dejo que el tequila le quemara la garganta.
Tras eso no recordó más, y se quedó inconsciente en el sofá. Tal como había deseado desde hace horas.