No sé cuánto tiempo demoramos en llegar a la dirección que le indique, pero parecieron segundos. Cuando baje de la moto, le entregué su casco.
— Gracias por traerme.
— No fue nada, ¿te acompaño arriba?
— ¿Por?
Señaló con un gesto a un grupo de tipos fumando que no paraban de mirarnos.
— Ah, no, no te preocupes. Te juro que estaré bien.
— Bueno, sube, yo me iré cuando estés dentro del edificio.
— Gracias Ashton.
— De nada.
Me alejé con el corazón latiendo rápido.
— Hey Maia.
— ¿Dime?
— Aléjate de Horan.
— ¿Por qué debería?
— El chico solo es problemas.
— Lo mismo me dijeron de ti.
— ¿Lo hicieron?
— Ajá.
— ¿Que más te dijeron?
— Que corriera en la dirección opuesta.
— ¿Lo harás?
— No podría.
Y sin decir otra palabra ya estaba dentro. Cerré la puerta, y tiré mi mochila al único sofá de la habitación.
Sobre la mesita estaba la única foto de Frank que había traído de casa. Mi hermano sonreía a la camara, y sus ojos verdes brillaban. Traté de evitar pensar mucho en el día que me había marchado de casa abandonándolo, pero fue imposible no hacerlo.
Flashback.
Podía oír los sollozos de mi madre a través de la delgada muralla que separaba nuestras habitaciones. Una lágrima cayó por mi rostro sin poder evitarlo. La quite de un manotazo y seguí llenando mi maleta con las pocas cosas que tenía.
Sabía que estaba siendo cobarde, que estaba huyendo cuando su madre y su hermano más la necesitaban. Pero simplemente no soportaría estar presente cuando su casa y familia se destrozara por completo.
Ahora, en menos de 24 horas estaría al otro lado del océano, buscando una nueva vida y nuevas oportunidades, para regresar luego y ayudar a su madre. Sacar a su hermano de sus adicciones, y volverlo aquel chico dulce que alguna vez fue. No aquel que ahora destrozaba su habitación, y trataba de camuflar sus gritos con la música a todo volumen.
Quito otra lágrima, y cerró el cierre de su maleta. La decisión estaba tomada, solo debía subir al taxi y alejarse sin mirar atrás.
Camino y salió de su habitación que había quedado prácticamente vacía.
Pensó en no despedirse y hacer las cosas más fáciles para todos, pero simplemente no pudo. Necesitaba un último abrazo por lo menos.
Entro a la habitación de su madre, y la beso en su mejilla. Ella ni siquiera la miro, aún se negaba a hablarle por hacerle esto, así que salí de ahí tragándome las lágrimas y con un nudo enorme en mi garganta.
Toque suavemente la puerta de Frank, y en cuanto la abrió, sus brazos me rodearon.
— No te vayas — dijo hundiendo su rostro en mi hombro, como cuando éramos pequeños.
— Tengo que hacerlo Frankie, por los dos. Sabes que volveré por ti y mamá.
— No lo harás Maia, no lo harás. te irás y nos abandonaras como él.