― ¿Quién eres? ― oí la voz de una chica.
― Soy Maia.
― ¿Maia? Soy Kate. Un gusto ― dijo extendiendo su mano. La tome entre las mías y la sacudí.
― El gusto es mío.
― ¿Eres de Sudamérica?
― Si.
― Ah, intercambio! Genial, bueno, como eres nueva, voy a darte un consejo.
― ¿Si?
― Aléjate de Ashton, en tu lugar estaría corriendo lejos de él, en lugar de ayudarlo.
― ¿Por qué?
― Mira, el chico realmente está loco. No es ninguna buena influencia por decirlo así, y si estas cerca de él, solo conseguirás problemas.
― Oh, gracias. Lo tendré en cuenta. Pero se cuidarme sola.
― Eso espero. ¿Vas a la cafetería?
― Si supiera donde queda, claro.
― Puedes venir conmigo ― dijo sonriendo ― Y puedo presentarte un par de mis amigos también.
― Oh, sería genial.
― Vamos.
Caminamos por los pasillos, hablando de la escuela, de ella, de mí, conociéndonos mutuamente, me arrastro a una mesa, donde habían tres chicos, una chica. Los cuatro me miraron alzando una ceja.
― Ella es Maia ― dijo Kate sentándose junto a un moreno y besándolo en los labios.
― Hola a todos ― dije sentándome junto a un rubio.
― Soy Luke ― dijo él, mientras se quitaba los audífonos ― ¿Nueva?
― Sudamérica.
― Cool. Calum habla español.
― Hola ― dijo el moreno, al parecer novio de Kate.
― Solo dice Hola ― se quejo el chico de pelo azul. ― Soy Michael por cierto, y la chica que está aquí, es Alex.
― Hola Alex.
La rubia solo asintió y siguió comiendo.
― Y cuéntanos ― dijo Michael ― ¿Que hace una chica como tú, en un sitio como este?
― Oh no, de verdad no ― dijo Luke ― No dijiste eso.
Los escuche pelear, y reír, mientras mi vista se dirigía a Ashton. Estaba sentado solo en una mesa, en el fondo, jugueteando con unas papas fritas. Con unos audífonos en sus oídos, y unos lentes de sol. Oí el ruido de unas sillas, vi como todos se levantaban.
― ¿Vienes con nosotros? ― pregunto Luke.
― ¿Donde van?
― No tenemos ninguna otra clase por hoy, así que a casa de Cal.
― No, tengo clases aún. ― mentí.
― Nos vemos mañana entonces― todos depositaron un beso en mi mejilla y se alejaron. En cuanto salieron, tome mi bandeja y me levante de la mesa.
...
Narra Ashton.
En cuanto vi levantarse a un grupo, revise mi reloj. Daban exactamente las 14:00, la hora en la que por fin podía salir del comedor. Estaba a punto de levantarme cuando la misma chica de la mañana se sentó en mi mesa. En cuanto lo hizo, quise levantarme, pero no fui capaz de hacerle algo así.