Mía.

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Ashton asintió sin saber qué hacer, pero si sabía lo que era roto, y sin esperanza. Así que la abrazo fuerte contra él durante unos segundos haciéndole entender que no estaba sola.

— ¿No puedes dormir? — preguntó aún abrazándola.

Phoe negó con la cabeza y se apoyo en el hombro de Ashton.  

— No, las pesadillas están ahí. — susurró.

— Tienes que hacerlos pagar Phoe. 

— No quiero hablar acerca de eso. 

— ¿Quieres guardar silencio ante esto?

— Es lo mejor. 

— Lo mejor para los bastardos que te hicieron esto. Tienen que pagar, no puedes dejarles hacerles y deshacer con la vida del resto sin que paguen. Merecen un castigo. 

— No lo entiendes, la única culpable soy yo. 

— No estás hablando en serio. 

— ¿Podría dormir contigo?

— ¿Conmigo? — dijo sorprendido. Eso no se lo esperaba. 

— Se asusta dormir sola. 

— Uh, está bien — dijo tratando de mostrar calma. Realmente deseaba ir a ver a Maia, pero Phoe lo necesitaba más — Iré a ponerme pijama y vuelvo, acomódate en la cama. 

— Gracias Ashton, lamento las cosas que dijo de ti. 

— No lo hagas, la mayoría eran ciertas. 

Ashton salió a la terraza, y encendió un cigarrillo. Su rutina antes de irse a dormir.

Quería salir, ver a Maia, pero quedarse estaba bien mientras pudiera ayudar a alguien a salvarse, ya que él no había podido y cada segundo estaba más hundido. 

•••

En cuanto la llamada de Ashton terminó buscó las llaves del departamento en su bolso. Las encontró tras un par de segundos y a tientas en la oscuridad logró entrar, fue directamente a la cocina sin molestarse en encender las luces.  

Puso un poco de agua a hervir y buscó algo de comer. Estaba terminando de hacer el café y ordenar las hojas que debía estudiar cuando el teléfono sonó. 

No quería contestar, pero podía ser algo importante. 

— ¿Aló? 

— Hola hija. 

— ¿Mamá? — dijo con un nudo en la garganta. No podían ser buenas noticias. — ¿Cómo estás?

— Te echo tanto de menos su niña... — su voz se oía llorosa, y al parecer había estado bebiendo, ignoró sus palabras.


— ¿Dónde está Frank?

— No lo sé. 

— ¿No lo sabes?

— No ha aparecido. No está. Esperare a que lo haga, de seguro es una de sus tantas escapadas. 

— No mamá, no. Tienes que buscarlo — alzó la voz enojada. 

— No vale la pena Maia, estará por ahí. 

— No, no está por ahí. Algo malo le paso.

— Frank es grande ya, un hombre. 

— Tiene 15 jodidos años, de hombre nada. 

— Pero él ha tomado sus decisiones. 

— Mierda, decisiones de mierda. Como las tuyas. ¿Podrías soltar la botella de vino por una vez y preocuparte por tus hijos? No te lo pediría si no estuviera kilómetros. 

— Porque tú lo quisiste así.

— No te lo pediría si no fuera así. Busca a Frank. 

— ¿Tienes el dinero?

— ¿Cómo sabes acerca del dinero? 

— Frank se lo dijo. 

— Dios, Frank — suspiró desesperada — Búscalo. 

— Maia...

— Por favor — suplicó. 

— Yo...

Eran las cuatro de la mañana, no había dormido nada, y sus reservas de cigarrillos se estaban acabando, al igual el café que descansaba contra sus libros de texto y apuntes para los exámenes. Si su mamá no le prometía que lo buscaría podría colapsar en ese mismo instante.
 
— Hazlo. Hazlo por favor. — volvió a suplicar. 

— Lo intentaré. 

— Gracias.

— Cuídate cielo. 

Cortó de golpe, eso había sido el colmo. Pensó en dormir en el sofá por unos minutos, pero su mente estaba demasiado estimulada, así que tomó uno de los libros de ciencia y trato de concentrarse. Fue imposible. 

•••


Abrir sus ojos le estaba costando bastante esfuerzo, frotó su rostro con sus manos y se arrastró hasta la puerta.

La abrió sin preocuparse como estaba su ropa, o su pelo. Su apariencia era lo de menos. Pero tras la puerta se encontró con su única razón para sonreír. 

Ashton. Un revoloteo en su corazón hizo que su mente se sacudiera por completo, y estuve a punto de cerrarle la puerta en la cara para ir a mirarme al espejo. 

— Hola morena. — dijo poniendo su pie entre la puerta y el umbral, evitando que le cerrar la puerta. Su sonrisa era más radiante que el sol, y se veía demasiado feliz para ser las, nueve o diez de la mañana. 

— Hola Ash — dijo Maia tratando de sonreírle. 

— Te ves cansada — dijo entrando con un par de bolsas en sus manos. 

— ¿Y Phoe?

— Luke fue a visitarla. 

— ¿Lo recibió?

— Si. 

— Ah — se sentó en el sofá y se apoyó en el respaldo cerrando sus ojos. No se veía capaz de salir de su casa hoy. 

— Abre los ojos morena, te va a gustar lo que verás.

Los abrió y vio el desayuno frente a ella. Tomó agradecida el frapuccino mocca y lo bebió sin importarle que estuviera un poco caliente, Ash bebió el suyo sin quitar su mirada de ella. Se acercó hasta ella y se sentó a su lado. 

— Extrañe esto — dijo besando sus labios. 

— Yo también — dejo descuidada el vaso sobre la mesita y abrazó su cuello, enredando sus manos en su pelo castaño. 

Ashton se recostó sobre ella, quedando su cuerpo sobre el de Maia, dándole calor en esa fría mañana de invierno. Sus besos para ella eran como un olvido de la vida que le había tocado. Cuando sus labios acariciaban los de ella sentía que la felicidad era posible aunque sea por segundos. 

Sentir el peso de él sobre ella la estaba haciéndose sentir en el mismo cielo. Era mejor de lo que creía. Lo necesitaba más de lo que alguna vez había imaginado.

A tu lado // Ashton Irwin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora