― ¿Explicarte qué?
― ¿Qué mierda haces trabajando en un lugar como este?
― No te debo ningún tipo de explicación.
― Maia, no estoy para juegos. ¿Qué hacías trabajando en un bar?
― Necesitaba dinero.
― ¿Te toco? ¿Te hizo algo?
― Dios, no.
― No quiero ni imaginar que hubiese pasado si… ― me sorprendió cuando inesperadamente golpeó su puño contra la muralla de ladrillos. Di un paso atrás asustada.
― Ashton…
― ¿Por qué haces que las cosas sean tan difíciles? ¿Por qué me haces esto?
― No es mi intención ― dije en un sollozo. Odiaba esto. Odiaba tenerlo frente a mí sin poder besarlo ni decirle lo que realmente sentía. Todo era tan injusto para ambos. No quería seguir dañándolo.
― ¿Te has acostado con otro?
Al oír la pregunta, fue como si alguien hubiese golpeado mi estomago y mis pulmones se hubiesen quedado sin aire. Mi corazón latió frenético y no pude mirarle. Dios, no pude hacerlo. La noche anterior, Jack semidesnudo, recuerdo de sus labios sobre los míos, toda esa mierda inundo mi cabeza y no pude negar. Me sentí peor aún, sentí débil mis piernas y la necesidad de huir lejos. No podía responder a eso.
― ¿Maia? ― dijo acercándose a mí y tomando mi rostro en sus manos cálidas ― ¿Lo has hecho? ― dijo abriendo sus ojos verdes luciendo traicionado.
― Yo…
― De haber sabido que te podía tener de esa manera, hubiese pagado más que ese bastardo ― dijo soltándome y alejándose como si le diera asco. ― No tendrías que haberlo hecho, te hubiese dado todo el dinero que necesitabas, ¿pero porque? ¿Es necesario que me hubieses mentido de esa manera? Jamás creí que me ibas a dañar, siempre temí lo contrario, pero míranos ― dijo, con una risa que a ambos nos provoco una mueca de dolor por lo vacía y fría que se escuchaba ― todo lo contrario. Esto es patético, lo siento. No puedo seguir con esto…
― No he respondido tu pregunta― fue lo único que pude decir.
― No es necesario.
Y antes de que pudiera decir otra cosa, se estaba alejando por el callejón, abandonándome en la oscuridad.
―Ashton, espera― dije desesperada. Solo necesitaba decir dos palabras. Lo siento y él me escucharía.
― ¿Qué? ― dijo mirando fijamente mis ojos.
Era tan fácil decirlas, las tenía en la punta de la lengua, pero era una cobarde.
― Seamos amigos. ― dos palabras que no deseaba para nada.
― Olvídalo.
Y se fue furioso.
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Narra Ashton:
Una vez que estuve frente a mi moto, subí a ella sin molestarme en ponerme el casco. Conduje a casa rápido y me encerré en mi departamento.
Tiré sobre la mesa las botellas y latas de alcohol que había comprado, y todas aquellas sustancias que me ayudaban en momentos de crisis como esta.
Nada me había dolido más que dejarla en aquel callejón de mala muerte, pero tampoco podía estar tan cerca de ella luego de enterarme lo que me había hecho y como me había mentido. La ira quemo en mis venas, e hice uso de todo mi autocontrol para no romper algo a mí alrededor.