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Y ahora, ambos estaban envueltos en las sabanas, sin saber que iba a pasar al segundo siguiente. Todo era tan incierto, sus vidas lo eran por más que lucharan por lo contrario.
El cargaba con la culpa sobre sus hombros, con un odio a sí mismo, y adicciones que no eran fáciles de afrontar ni asumir.
Ella, cargaba con sus errores, sus miedos y con una familia que sacar adelante.
Nada en sus vidas era fácil, pero bastaba estar juntos para que todo el gris y feo mundo se viera menos grotesco y amenazador.
Maia se desperezó de las sábanas y sonrió ante los recuerdos de la noche anterior, había sido maravillosa, y deseaba que todo en su vida fuera igual de perfecto. Pero las cosas no eran tan fáciles.
Caminó hasta la cocina aún descalza, y comenzó a preparar el desayuno. Cuando tocaron la puerta, dejó los café recién preparados sobre la mesa y trató de tirar los shorts de su pijama para que le cubrieran más los muslos, pasó una mano por su cabello y cuando estuvo frente a la puerta solo abrió lo suficiente para ver quien estaba tras ella.
— Hola Maia — la voz de Jack realmente la sorprendió y dio un paso atrás dejando que la puerta se abriera.
Maia trató hablar, pero no podía hacer otra cosa que mirar a Jack y el ramo de rosas en sus manos. ¿Qué hacía Jack aquí con flores? ¿Era una broma?
— Hola Jack.
— ¿Podríamos hablar un momento? — Jack emitió la petición en voz baja y luciendo realmente tímido.
— No me parece que sea el mejor momento.
— Pero necesito que me escuches… — dijo sacudiendo su mano sin recordar el ramo de flores que se agitó.
— Jack… podríamos hablar otro día.
El miedo de que Ashton apareciera a sus espadas crecía a cada segundo que el chico de ojos grises permanecía frente a la puerta.
— Mira Maia, sé que no debería estar aquí, y probablemente me odias por todo lo que te hecho pasar, además es temprano y creo que te he pillado desayunando — dijo tratando de sonreír
— Pe...pero necesito ser honesto contigo.
— Jack mira… no es necesario, simplemente no es necesario que hablemos de eso.
— Te quiero Maia, escúchame.
Ante aquellas palabras Maia no pudo más que asentir, prefirió recrearse en el piso que mirar a sus ojos.
— Estoy enamorado de ti, eres lo único que ocupa mi mente y ni siquiera puedo creerlo.
— No, tú no lo estás. ¿Estás jugando conmigo?
Maia sabía que no lo estaba haciendo, podía verlo en su rostro, pero preferiría eso, a tener que herirlo. Odiaba herir al resto, quizás era más fácil si lo convencía de que sus sentimientos no eran más que confusión.
— No estoy jugando, por el amor d Dios que no lo hago. Es primera vez que tomo algo tan jodidamente en serio — contestó molesto.
— ¿Y qué quieres que haga Jack?
— Dame una oportunidad para demostrarte lo que estoy dispuesto a hacer por ti. Solo una — los ojos grises y suplicantes de Jack la miraron intensamente.
— Jack, yo…
Antes de que pudiera decir otra cosa, oyó pasos acercarse a sus espaldas. Maia trató de evitarlo pero era tarde. Ashton estaba viniendo hacía ellos.
— Mira Maia, entre nosotros nunca ha pasado nada. Aquella noche no paso nada entre nosotros.
— ¿Cómo?
— No tuvimos sexo aquella noche Maia, solo dormimos. Nada más.
Maia no supo cómo reaccionar, solo lo miro fijamente, incluso cuando Ashton apareció tras ella. El rostro de Jack en cambio se desfiguró, y el cuerpo de Ashton se tensó por completo.
— Amor, ¿pasa algo? — preguntó Ashton poniendo su mano en la cintura de Maia.
— Nada Ashton, solo entra.
— No voy a hacerlo.
— Ashton, esto es un asunto mío y de Jack, no puedes escuchar.
Jack lucía realmente incomodo y no quería a Ashton oyendo. Jack no merecía eso… bueno, sí, pero no era alguien rencorosa.
Ashton solo hizo una mueca de desagrado, y volvió a entrar.
— Al parecer llegué tarde — dijo Jack dejando caer el ramo de rosas al piso.
— Ashton y yo…
— No tienes que darme explicaciones, no me las debes.
— Pero…
— Maia, no lo hagas. No digas nada más. Solo quiero pedirte una cosa, ¿vale?
— ¿Cuál? — dijo mordiendo su labio inferior.
— Cuida de ti, enfréntate a todo aquel que quiera dañarte. Abre los ojos y date cuenta quiénes son tus verdaderos aliados, tus enemigos están más cerca de lo que crees.
— ¿Estás insinuando que Ashton es mi enemigo?
— No, él no, como te mira se que sería de hacer lo que sea por ti, y por eso no voy a interponerme — sus hombros cayeron cuando dijo eso, y el corazón de Maia se apretó en su pecho — Adiós Maia.
— Adiós Jack — susurró Maia al verlo alejarse.
Y eso es todo. Maia cerró la puerta y se apoyo en ella durante unos segundos con los ojos cerrados, no hubiese esperado aquello ni en un millón de años. Tanta sinceridad, sin rastro de esa arrogancia que lo hace detestarlo a veces, sencillamente no puede creerlo.
Antes de volver a la cocina Maia quita a Jack de su mente por muy complicado que le parezca, ahora solo debe pensar en Ashton.
Cuando entró nuevamente en la cocina, Ashton estaba apoyado en la encimera con un café en la mano que al parecer no le había dado más de dos sorbos. Maia solo se sentó en un taburete y lo miró durante unos segundos. Era hermoso, aquel pelo despeinado, su pecho descubierto, amaba cada detalle de él, incluso cuando fruncía el ceño como ahora.
Ashton abrió la boca para hablar, pero no encontró las palabras.
— ¿Estás enfadado? — preguntó ella jugueteando con el envase vacío de algún té inglés.
— ¿Qué quería?
— Solo quería conversar.
— ¿No vas a contarme?
— Ashton… no dijo nada…
— Escuche que quería una oportunidad — los nudillos con los que sujetaba la taza se pusieron blancos, y su mirada se perdió por la pequeña ventana.
—Mi amor — aquellas palabras sonaban raras proviniendo de Maia, y ella lo sabía, pero no podía evitar referirse a él de esa manera — No podría dársela, nadie tiene oportunidad en mi vida ahora, solo tú. Tú eres el único para mí —antes de que terminara de hablar lo abrazó por la cintura y apoyó su rostro en su pecho — ¿Te quedo claro?
— Te quiero Maia, no quiero perderte ahora que te tengo. — Ashton puso sus brazos alrededor de ella acercándola más.
— Ten por seguro que no lo harás.
— Gracias — Ashton besó su frente y luego su nariz, hasta llegar a sus labios. Maia solo correspondió su beso sin dejar de abrazarle, lo adoraba, adoraba cada parte de él, cada caricia que viniera de él. Cada toque detonaba algo dentro de ella, que no podía contenerlo por más que lo deseara.
Cuando Ashton deslizo su mano bajo su sudadera gigante, ella detuvo el beso y lo miró alzando una ceja.
— Así que es verdad — dijo sonriendo.
— ¿Qué cosa es verdad? — Ashton pregunto mientras la besaba tras su oreja y luego seguía el camino por su cuello.
— Que los chicos no buscan nada más que eso. Llamaré a la revista y les diré lo acertadas que son sus notas.
— Muy graciosa — Ashton mordisqueo su hombro y luego beso sus labios cortamente. — ve a ducharte, hay que ir a la escuela.
— Uhm, hablando de eso… Hoy no puedo ir, pero mañana iré si o si, ¿bueno?
— ¿Quieres que me quede contigo?
— Tú te has saltado suficientes clases ya, ve — Maia lo empujo hasta su habitación y lo hizo entrar en la duchar. — Ashton Fletcher, será mejor que te apures.
— Bueno mi amor.
—Nada de amor, y solo dúchate.
— ¿No quieres ducharte conmigo?
— Insisto en enviar aquella nota a la revista con mis felicitaciones.
Oyó su risa y como entraba al agua, mientras tanto ordenó el living y los platos que habían utilizado en el desayuno. Tras quince minutos Ashton apareció con su pelo aún mojado y vestido por completo.
— Ya me voy — dijo tomando las llaves de su moto, se acercó a Maia y la tomó por la cintura — ¿Estarás esperando por mí cuando vuelva?
— ¿Te invité a volver?
— Estaré aquí a las ocho, te quiero — besó sus labios sin poder contener una sonrisa, y luego se fue gritando algo.
Maia solo rió, y una vez que se fue corrió hasta su habitación, la arregló y luego se ducho. Cuando estuvo lista, con sus jeans favoritos y unos de sus sweaters gigantes y abrigadores, salió a la calle. No podía estar un segundo más en aquella casa de brazos cruzados. Frank era lo único que podía pensar.Cuando entró en el restaurant en el que trabajaba, el dueño la miró alzando una ceja.
— No entras hasta las cuatro, y son apenas las nueve de la mañana.
— Hola Señor, solo me preguntaba si sabe acerca de algún trabajo…
— ¿No tienes que ir a la escuela?
— No, yo…
— Nadie querrá meterse en problemas por ti, ni siquiera eres residente, te pueden enviar a casa si no asistes a la escuela.
— Yo lo sé… pero…
— Te puedo pagar horas extras, y puedes quedarte hasta más tarde, pero tienes que ir a la escuela. No quiero verte aquí antes de las cuatro.
— Gracias Señor.
— Ve a la cocina, Izan necesita ayuda y al parecer ya perdiste el día.
— Gracias.
Se apresuró al interior de la cocina y se puso el delantal que solía usar.
— ¿Qué haces aquí Rodríguez?
— Jefe, solo necesito órdenes, hay bastante trabajo por lo que veo.
— Encárgate de los postres — anunció Izan resoplando.
— Si señor.