Maia llevaba bastante tiempo frente el espejo, pero por más que lo deseara, aquellos moretones no iban a desaparecer y tenía que aceptarlo. Suspiró, y trató de cubrirlos con maquillaje, pero fue poco lo que pudo hacer.
Su reflejo en aquel espejo no solo mostraba las magulladuras y heridas físicas, sino también su mirada vacía y cansada. Triste, y desesperada por verlo. Y aquello, aquel vacío ningún maquillaje del mundo podría cubrirlo.
Estaba rota, y eso nadie lo podía arreglar.
Eran ya las nueve de la mañana, y había decidido faltar al instituto. No necesitaba gente a su alrededor preguntando qué había pasado, y mucho menos darles explicaciones.
Ordenó su pequeño departamento dejándolo reluciente, y aprovecho de repasar aquellas materias que hasta ahora se le habían hecho difíciles por falta de tiempo para repasarlas.
La hora pasaba lento, pero a Maia no le faltó que hacer, incluso contó los pocos ahorros que tenía y los escondió bajo el colchón de su cama.
Y cuando fue la hora de prepararse para ir al trabajo ya que a este no podía faltar, se vistió rápido, y antes de salir se abrigó con un gorro de lana, y el sweater más grueso que tenía. Su abrigo lo había perdido la noche anterior y no tenía esperanzas de conseguir uno nuevo, no en un futuro próximo por lo menos.
Caminó hacía el restaurant con paso firme, pensando en Ashton, pensando en su casa, pensando en el revoltijo que su vida era, hasta que su vista se fijo en un chico rubio que conocía bastante bien y deseó esconderse de él.
No podía permitir que viera esas marcas en su rostro.
Cuando Niall alzó la vista, sonrió resplandeciente, hasta que se percató de las marcas en su rostro y un escalofrío lo recorrió por completo. ¿Qué le habían hecho a Maia?
Se levantó de la pequeña mesa de un salto y caminó hasta ella. Tomó su rostro entre sus manos y la miró con sus penetrantes ojos azules.
―Maia, ¿Qué pasó?
― ¿Qué haces aquí Niall?
― Solo quería asegurarme de que estuvieras bien.
― Lo estoy, gracias.
― ¿Que le paso a tu cara? ― preguntó Niall mientras suavemente acariciaba la mejilla de Maia, sin que la preocupación desapareciera de sus ojos azules.
― Solo me caí en la acera.
― ¿Después de que me fuera? ― dijo frunciendo el ceño.
― Hey chica, a trabajar ― grito el dueño que observaba la escena de brazos cruzados. No había contratado esa chica para que se besuqueara con chicos en su local
― Lo siento, tengo que irme - masculló Maia, agradeciendo silenciosamente al dueño pro darle una excusa para huir.
Maia entró en la cocina, evitando que las miradas de sus compañeros de trabajo se fijaran en ella. Comenzó a lavar los platos sin levantar la vista en ningún momento, pero era obvio que todo el mundo estaba mirándola. Sintió el calor ir a sus mejillas, pero no dejo de trabajar en ningún minuto, incluso cuando sus manos dolían por el frío del agua.
― Maia, deja eso ahí, es suficiente ― dijo Izan ― Ve a atender las mesas.
― Preferiría quedarme aquí ― susurró sin dejar de lavar un plato que ya estaba limpio hace mucho.
― Lana necesita ayuda allá afuera ― dijo tomando sus manos y secándolas con una toalla.
― ¿Tengo que hacerlo?