01. Park Ji Min debe morir.

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Durante los hermosos arreboles que adquirian las esponjosas nubes  con  colores rojizos o rosados  tras los reflejos del sol como un regalo de despedida.

La divina presencia de  la  noche; era de admirar cuán profundo y misterioso podría ser, entre un torrencial de frondosos árboles.

El rechinar de la madera hizo al pequeño de tres años voltear su atención a el retrato de él mismo, que había tomado su padre antes de ir a por unas flores y no volver más que de un momento ha otro había caído abruptamente al suelo, provocando un sonido ensordecedor tras el tumulto de silencio que le rodeaba.

Siendo ignorante de la sorpresiva presencia de su madre, quién tenía un gran cuchillo en la mano derecha, y en su facial mantenía una sonrisa cínica pero sin sentido a lo que un pobre inocente ángel podría imaginar.

—¿Mamá? —Exclamó viendo a sus lados esperando ver a la mujer de ojos pequeños, llamarle en una disculpa por haber tirado su fotografía favorita de él mismo.  Hizo un puchero se levantó recogió, el objeto del suelo  y retomo su atención pacientemente en las estrellas, como cada noche frente a su ventana mientras abrazaba su retrato.

— Perdoname, pequeño... — Susurró en lágrimas, la mujer quién yacía escondida en las penumbras,  hasta tomar la fuerza suficiente para ser capaz de impulsar en la espalda del niño justamente donde se hallaba el corazón, con dicha arma que hallo en la pequeña miserable cocina, en la que usualmente lo ocupaba para retirar la piel de los animales, tan grande y filosa para no poder servir a la muerte de un simple niño, su niño.

El pequeño rubio gimió de dolor, dejando caer el objeto que yacía entre sus pequeños brazos, agobiado por el dolor lloró desolado. — D-debes morir... — Un gesto de asco en la mujer le hizo apuñarlar nuevamente al ver que la muerte parecía pensarlo en ese miserable niño de mierda. — Mamá se enojará, Ji Min cierra los putos ojos de mierda... ¡Park Ji Min! — Grito alterada por no lograr su objetivo, con la misma fuerza pateó el cuerpo inerte del niño  atacando como cualquier fiera a su presa. Pronto el vestido que le envolvía, paso a ser un color rojizo. Finalmente sonrió satisfecha, no era más que un cadáver cubierto de sangre por todos lados.

Mi niño está muerto —Comenzó a llorar —Mi hijo está muerto — Él grito aterrador  que solo ella pudo percibir, le hizo fruncir el ceño. —¡Púdrete, Park! — Gruñó. —  Ya conseguiste lo que quieras — Acaricio con afán el cuchillo sin darle importancia a su propia sangre ser derramada. — ¡Lo lograste! —Grito ofendida. — Mi hijo está contigo, ¿Por qué? ¡Fácil tú estás muerto! — Susurró, más para convencerse así misma. — Yo no lo maté. — Caminó nuevamente hacia las penumbras. — ¡Yo no los mate!  — Gritó — Yo no maté a mi hijo — Admirando el cadáver como prueba de ello, volvió a acercarse a este inclinándose para suspirar. —Yo no lo maté, tú me obligaste. — Impulso el arma por última vez en el corazón del niño arrancando sus músculos hasta hallar dicho órgano sin palpar.
— ¡T-tu lo hiciste maldito hijo de puta! — Tartamudeo. — Lo hiciste como cuando robaste mi corazón, ahora no podrás quitarme el amor de mi bebécito. — Arrullo el órgano entre sus brazos saliendo de la escena de su propio crimen, mientras cantaba una dulce canción en una noche tan perfecta para tal acontecimiento.














La culpa  vagaba en su conciencia, cada día perdía la cordura tras las voces que escuchaba, mientras veía al hombre que alguna vez fue el amor de su vida visitarle todas las noches recordándole todas las tragedias que ella fue capaz de hacer, por él con ¿Amor? Hasta haberle descubierto con otra mujer, acto que la hizo enfurecer; siendo cegada por sus propias ideas arrebatadas en un arranque de celos, mato a su marido una noche de lluvia intensa, maldiciendo por sus actos y arremetiendo su primer asesinato que la llevaría a la locura con lentitud, arrastrando a todos que le pasearan con su cercanía.

Todo estaba siendo perfecto los restos de Ji Min estaban enterrados bajo un pequeño árbol en pleno crecimiento del hermoso bosque, era su precioso así que por lo menos se digno a escoger la belleza hasta en su muerte y la sepultura que merecía ese pedazo de humano tan bonito para ser su primogénito.

Unos meses después, se descubrió el cadáver en estado de putrefacción terminal de un hombre, hallado en las paredes de dónde vivía Sun Mi. Tras ver las constantes sospechas y quejas de los leñadores y ciudadanos cercanos a ellos, quienes molestos protestaron por los gritos histéricos de la mujer que permanecía viendo un árbol y en ocasiones la pared cerca de una gran ventana por grandes cantidades de tiempo.

Cómo era de esperarse las investigaciones concluyeron como  culpable a  Lee Sun Mi quién fue mandada a prisión con cadena perpetua y sin libertad condicional.

—Yo, no maté a mi marido, él me fue infiel y era injusto. —Gruñó. — ¡Esto es injusto! — Gritó sujetando las rejas.

Los guardianes que cuidaban las celdas aseguraban ver delirar a la presa, y constantemente quejarse de la muerte de 2 personas, por lo que abrieron un segundo caso tras la muerte de una segunda persona que hasta el momento fuentes aseguraban mencionar a un niño, y ella confirmo llamarlo su hijo. Por lo que tomaron cartas en el asunto. Sin antes reforzar  la seguridad en su celda evitando posibles desastres, ya que no sólo era una asesina si no una enferma mental perdida en su abismo de seguridad qué al mismo tiempo le llevaba a sufrir en su único mundo.

—Jamás sabrán dónde está Ji Min. — Sonrió victoriosa.
—   ¡Nunca! Lo sabrán malditos hijos de puta. —Gritó.
—Señora Lee, esto es serio. — Gruñó el psiquiatra mientras observaba rendido a los agentes a cargo del asunto tras ves las pocas posibilidades de un avance voluntario en la participación de la mujer. — Sus años de cárcel aumentarán si es que no nos revela donde está sepultado el menor. — Advirtió.
—¿Menor, que menor?
—Park, Ji Min —Repitió
—¿Park Ji Min? — Chasqueo los dedos. — ¡Ese mocoso de mierda! — Exclamó sorprendida. — Está muerto. —Volvió a reír.
—¿Verdad? — Asintió.
— ¿Verdad que lo está?
— Jaló sus cabellos. — ¡No! — Gritó — Tú, estás muerto —Los agentes confundidos miraron hacía donde ella dirigía su rostro. —No te me acerques, mamá va a enojarse... — Susurró viendo a la nada. — ¡Ji Min! —Giró su mirada. — ¡Regresa al bosque de mierda! — Gritó.

— Manden a varios, necesitó que halla una profunda inspección en los alrededores del bosque donde se halla la vivienda de esta mujer, él cadáver ni ha de estar lejos. —Ordenó el jefe de comando policiaco.  — Pagarás muy caro, por tus delitos. 








Los agentes y el resto de apoyo
comenzaron a buscar rastros de el cadáver, hasta finalmente  hallar  la presencia de sangre regada por un camino entre la tierra; hasta perder dichosas pistas en un cuchillo.













En una tarde de fuertes relámpagos, una vigilante  quién merodeaba por el quinto pasillo
notando el extraño silencio que provocaba sensaciones lo suficientemente amortiguantes para carecer de calor.

Una carcajada odiosa, cubierta de ecos en profundidad  interrumpió la repentina calma de dichos alrededores. La mujer
al detenerse  y juntar hagallas para ir a la  celda de la presa Lee Sun Mi, antes de que ella pudiera imaginar escuchó algo caerse.

Al acercarse con las manos tenebrosas, abrió la puerta de doble seguridad tambaleando por el miedo a mirar, gritó llamados de emergencia,  a sus colegas quiénes charlaban en sus cuartos, tras ver finalmente que lo que parecía difícil ahora era imposible.

—Hay una emergencia, la presa Lee se ha suicidado. —La vigilante gritó. —¡Repito, la presa Lee se ha suicidado!









▪️EN LA PENUMBRA DEL OLVIDÓ || PJM ✧ MYG ▪️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora