8 | bajo la lluvia

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Me abrazo a mí misma mientras veo a través de la ventana del camarote la fuerte lluvia caer sobre el mar, el horizonte está nublado al igual que todo el cielo. No me gusta el panorama, ha estado lloviendo desde que desperté hace una hora y me causa miedo el clima estando dentro de un barco. Temo que algo suceda... ya de por sí los días como este no me gustan, ahora menos estando en medio del mar, porque sí, ya hemos zarpado.


  — debes abrigarte bien —  giro mi cabeza para ver a Dominic colocar un abrigo suyo sobre mis hombros, de inmediato quedo embriagada por el fantástico aroma que emana de la prenda —  los humanos se enferman con facilidad.


—  conde —  vuelvo a mirar el mar con precaución —  ¿la fiesta va a llevarse a cabo con este clima?


—  ¿estás preocupada, Evie? —  lo miro asintiendo. Él me sonríe —  no pasará nada, preciosa —  me acaricia la mejilla y luego toma mi mano —  vamos a desayunar.


Asiento y lo sigo fuera del camarote. La lluvia no nos moja del todo gracias al alto techo, pero sí nos humedecen las pequeñas gotas que traen consigo las fuertes brisas. Dominic me sostiene con fuerza a medida que nos vamos acercando hasta el elevador. Estando allí, él seca mi rostro con su pañuelo y yo le sonrío agradecida. Bajamos directo hasta el restaurante donde hay más personas disfrutando de la comida entre ellos. El maître nos da la bienvenida y nos guía hasta una mesa para dos, luego de ubicarnos me ofrece una taza de chocolate caliente y le informa a Dominic que tienen sangre de buena calidad disponible.


  — no, gracias —  me mira sonriendo —  tengo un gusto especial.


Él comprende y nos entrega el menú para luego irse, miro confundida a Dominic.


—  ¿por qué no quisiste?


Dobla el menú y se acerca sonriendo — porque estoy seguro de que ninguna de la que tengan sabrá tan exquisita como la de la bella dama frente a mis ojos.


Arrugo el ceño y niego escondiéndome detrás del menú, completamente sonrojada, pero con una sonrisa de estúpida plasmada en mi cara —  creo que tienes una especie de obsesión conmigo.


  —  puede ser —  admite haciendo que mi sonrisa se ensanche —  y de ser así no lo negaría.


—  ¡cállate! —  murmuro ocasionando su risa.


Después de media hora comiendo y conversando (quien hablaba era únicamente él y yo le escuchaba fascinada aunque ignoraba mis intrigantes sobre los vampiros) Dominic mira su reloj y suspira.


  —  mi bella dama, es una pena, pero debo reunirme con unos negociantes —  toma mi mano sobre la mesa y la acaricia —  tienes cientos de opciones de qué hacer, puedes ir de compra, al spa o cualquier otra cosa que se te antoje, no te preocupes por nada —  desliza sobre la mesa una tarjeta completamente dorada, haciendo que mis ojos se abran a tope por la impresión — mímate cuanto quieras.

La Elegida de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora