37 | el tiempo sin él

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—Ivonne—

— aquí tienes — le entregó el sobre a Jonas en el cual está su paga — sé que están acostumbrados a recibir el dinero por transacción, pero no me sé las claves de acceso de cada uno y para evitar problemas mejor les he pagado de esta manera.

— como sea... — musita entrando el sobre en sus bolsillos.

— ¿no vas a contarlo? — cuestiono antes de que salga. Sonrío — quiere decir que ya no desconfías de mí ¿cierto?

Me mira mal — cállate.

Me río cuando sale y tacho su nombre de la lista, él ha sido el ultimo en recibir su quincena. Suspiro guardando el documento con las firmas de cada uno y luego presto mi atención en mi ensalada de frutas, disfrutando de la comodidad que me ofrece el sillón del conde en su oficina. Mi mirada vaga hasta llegar a las fotografías en su escritorio, haciéndome sonreír como cada vez que las veo pues resultan ser copias de la foto en la que estoy en mi graduación junto a mis padres y la otra donde apenas soy una recién nacida. Sí, esas mismas que tanto le gustaron al verlas en el álbum de recuerdos en la casa de mis padres.

— adelante — murmuro al escuchar como tocan la puerta.

— le he traído algo de tomar — Williams deja el jugo sobre un portavasos en el escritorio y yo le sonrío agradecida.

— gracias por tenerme en cuenta, Williams.

Asiente de manera elegante (como todo lo que hace) — es mi deber. También vine a recordarle que tiene una cita programada con el gobernador — bufo — ya ha llegado, solo espera que usted de permiso para entrar.

— dile que pase — asiente y se gira dispuesto a irse — oye, Williams... — me mura — deja de tratarme de usted, por favor, me hace sentir vieja... puedes tutearme.

Sonríe un poco haciendo una reverencia — como quieras.

Tomo mi jugo y espero a que entre el hombre para estrechar su mano y pedirle que se siente. Él lo hace — creí que me recibiría el conde — habla.

— él señor ha tenido otros asuntos y no puede atenderte, pero me ha dejado a cargo — se ve claramente decepcionado — adelante, te escucho.

Carraspea colocando su maletín donde el escritorio, lo abre y lo coloca de frente sobre mí. Miro confundida el único documento en su interior, parece una exposición en varias hojas.

— ¿qué es esto? — lo tomo.

— son planes hechos por mí y mi grupo de agentes especialistas en economía — me coloco bien las gafas y lo miro — allí queda grabada una magnifica idea en la cual todo el país saldrá beneficiado?

Enarco una ceja — ¿en serio? ¿de qué trata?

— la creación de un proyecto que se convierta en el monumento insignia de este país, algo simplemente increíble... crear algo enorme que sea capaz de competir con los franceses y su torre que tienen — arrugo el ceño — si lo hacemos, nuestro país se convertirá en un lugar mundialmente reconocido y con gran prestigio entre los demás países... Claro que para lograrlo hay que hacer algunos sacrificios donde el pueblo tendrá que ayudarnos.

— ¿ayudar de qué forma?

— de manera económica, claro está — se sienta mejor — en ese documento están varias maneras de cómo podríamos solicitar su ayuda sin que les afecte realmente. Me inclino más por la idea tres.

La Elegida de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora