7 | viendo en la oscuridad

49.1K 3.9K 945
                                    



  — ¿de verdad es aquí la fiesta? —  murmuro casi sin palabras.

—  ¿te gusta?  

Miro todo a mi alrededor, incluyendo el inmenso mar que se extiende hasta el infinito y es iluminado por las luces del barco y por la luna que ha empezado a salir de las nubes. Las luces del lugar parecen no tener fin en todo el crucero, ciento de humanos y vampiros caminan tranquilamente de un lado a otro y conversan entre sí, un gran grupo más se encuentra abordando, camareros yendo de aquí para allá llevando pedidos y músicos tocando a parejas por petición.

Todo esto parece de otro mundo y eso que ni siquiera hemos avanzado de la proa por donde abordamos, el crucero es inmenso, tiene infinidad de niveles sin contar los del casco. Me atrevería a compararlo en tamaño con el famoso Titanic.

Dominic me espera pacientemente y divertido por mis expresiones mientras observo todo el lugar. Esta es una experiencia que jamás  creí poder vivir, para ser sinceros jamás reuniría el pasaje para subirme en uno de esta categoría y, aunque me duela admitirlo, Diego nunca podría traerme, ni aunque quisiera.

Hablando de Diego... es raro que no ha llamado en todo el día, creí que para esta hora tendría el teléfono a reventar de llamadas suyas, pero no he recibido ninguna... ¿estará bien?

  — ¿pasa algo? —  miro al conde y niego volviendo a sonreír.

—  todo está bien.

— estabas pensando en que tu príncipe azul no te ha llamado en todo el día a pesar de que saliste sin decir nada ¿verdad? —  ¿cómo diablos lo supo, acaso soy tan obvia? —  qué desconsiderado de su parte, no sabe ni siquiera si estás viva y ni así se preocupa.

  —  no te atrevas a...

—  buenas noches y bienvenidos —  una chica con uniforme azul marino aparece y me interrumpe en medio de mi amenaza. Miro mal al conde y me cruzo de brazos.

La chica se presenta y luego de pedirnos nuestros nombres (Dominic dice unos totalmente falsos aunque yo no digo nada) nos ubica en la lista de invitados y se ofrece a guiarnos a nuestra habitación a lo que él accede. Ella nos explica cómo está distribuido el barco y yo no dejo mi expresión de molestia ni siquiera cuando coloca su brazo en mi cintura.

Llegamos al penúltimo nivel donde la joven nos abre la puerta de nuestro camarote y luego de entregarle las llaves al conde se despide deseándonos una linda noche. Miro todo el elegante lugar y suspiro sentándome en la cama.

  —  quiero que salgas — hablo sin mirarle, estoy enojada.

  —  ¿disculpa? —  deja nuestras maletas en una esquina.

—  necesito cambiarme de ropa, sal —  repito esta vez mirándole.

Se ríe —  qué graciosa, Evie.

Mi ceño se frunce   — no es un chiste, conde. 

  — escucha, Evie —  se sienta en el sofá cerca de la cama y extiende sus brazos por el respaldo para luego mirarme con esa sonrisa arrogante — no iré a ningún lado, si quieres usa el baño... aunque no sé por qué quieres esconderte de mí —  su sonrisa se ensancha —  te aseguro que disfrutarías más sin ropa puesta.

Aparto la mirada con el rostro ardiendo de vergüenza, este hombre no tiene idea de lo que significa el concepto del pudor, su lengua parece dominarse sola o no sé qué más podría ser. Ni siquiera se esfuerza en tratar de esconder lo que piensa.

La Elegida de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora