12 | intrusos

49.7K 3.9K 795
                                    

—Dominic—

Se ríe casi sin fuerzas cuando separamos nuestros labios. Se le nota muy feliz a pesar de todo el sueño que tiene, pero aunque le he pedido mil veces que descanse ella dice que le encanta conversar conmigo y eso yo también lo disfruto.

Ya van a ser las tres y media de la madrugada, los dos estamos aún desnudos en su cama, muy abrazados y dialogando de temas sin sentidos.

— ¿qué edad tienes? — pregunta acariciando mi brazo.

Tomo su mano para entrelazarla con la mía y me río — eres muy curiosa, Evie.

— vamos, no seas así — bosteza y lucha por mantener sus ojos abiertos — sabes casi todo de mí, yo estoy en desventaja, no es justo.

— bien, solo diré que ya estaba vivo mucho antes de que Colon descubriera América ¿te basta con eso?

Sus facciones muestran sorpresa pura, eso me causa risa. Jadea y luego me apunta con su dedo de manera acusatoria — eso fue hace más de quinientos años, conde — se ríe — creo que a partir de ahora hoy a llamarte vejestorio, aparte, también eres un pedófilo, a tu edad y te acuestas con una inocente joven como yo.

Suelto su mano para acariciar su rostro sonriente — inocente, joven y muy hermosa — musito en voz baja para deslizar mi mano hasta su boca y pegarla a mí, besando sus labios muy despacio — por favor duerme, Evie.

Asiente con una sonrisa y se gira entre mis brazos, quedando su espalda pegada a mi pecho. La pego más a mí y la abrazo fuerte. Pronto escucho su respiración hacerse más lenta y el ritmo de su corazón más calmado. Suspiro apartando el pelo de mi rostro y miro el techo sin poder dejar de sonreír.

Esta chica es especial.

Después de media hora, la lluvia continúa con igual fuerza, pero a pesar de eso escucho algo muy cerca. Dejo a Evie con cuidado y me pongo de pie para luego cubrirla bien con las mantas. Suspiro poniéndome el bóxer y mi pantalón para luego salir de la habitación y caminar hasta el salón.

Apoyo mi peso contra la columna de la cocina y me cruzo de brazos viendo al par de hombres con ropa oscura revisando y tomando las cosas de Evie en la oscuridad, haciendo uso de linternas para iluminarse y guardan todo lo que toman en una gran mochila.

— ya deja de tomar tanta porquería — susurra uno de ellos — vamos a la habitación, allá deben haber cosas de valor.

El otro no dice nada y sin embargo ambos se giran y se detienen de golpe al verme aquí parado. Pronto tengo ambas linternas iluminando mi rostro y dos pistolas con silenciadores apuntándome.

— ¿quién demonios eres? — habla el que habló hace rato.

— ¿les ayudo en algo, caballeros? — pregunto con tranquilidad.

— responde — el otro le quita el seguro al arma mientras me mira fijo — ¿quién demonios eres?

Ladeo una sonrisa — soy un simple amigo de la habitante de este apartamento ¿y ustedes?

— ¿te parece momento de divertirse, idiota? — me grita — vamos a volarte los sesos.


Chasqueo la lengua — de verdad que les agradecería que guardaran esas cosas y bajaran un poco la voz, no quiero que se despierte.

La Elegida de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora