23 | mirando fotos viejas

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Llega la tarde y después de almorzar, Dominic se ofrece a ayudar a mi padre con las tareas de la granja.  Ambos partieron a caballo hace más de una hora y ni idea de dónde pueden estar. Me encuentro caminando por el establo con mi maletín de medicinas y Mica a mi lado, estoy viendo las condiciones de salud de los animales, afortunadamente todos parecen saludables.

—Dominic—

— es aquí — el señor Ian señala la cerca en el suelo — por aquí siempre mi ganado intenta escaparse.

Bajo del caballo y miro la madera en el suelo — ¿cómo se ha caído?

— según supongo fue por una fuerte lluvia hace dos días, no me había tomado el tiempo de investigar.

Asiento y le ayudo a levantar la cerca con madera nueva. Terminamos muy rápido, sin embargo, lo siento un poco tenso.

— si hay algo que le moleste me puede decir — hablo con sinceridad.

Él suspira rascando su barba — está bien, voy a tomar la libertad ahora que estamos solos... Tal vez te incomode, pero quisiera saber qué fue lo que pasó para que mi pequeña terminara su relación con el zopenco de Diego. No me agradaba en absoluto, pero ella incluso se enfrentó a sus propios padres, diciendo que lo amaba y quería irse con él... con apenas dieciséis anís abandonó su hogar para irse con ese tarado. Sé que Estaba demasiado enamorada de él.

— con todo respeto, eso es algo que a mí no me concierne decirle. Su hija le dijo hace rato que hablaría con usted de eso luego. Esa es su vida privada.

— no sé por qué supuse que dirías eso — se lleva un cigarro a los labios y lo enciende para luego darle una calada — por favor no les digas que me has visto fumar.

Sonrío — mis labios están sellados.

Se sienta sobre unos bloques de cemento apilados y expulsa el humo — ¿qué pretendes realmente con mi hija?

— ¿qué pretendo? — repito para mí mismo mientras acaricio el rostro del caballo — lo resumiré: pretendo que sea feliz. Su felicidad es mi prioridad incluso su ni es a mi lado — él me mira sorprendido — es una chica demasiado ingenua que confía demasiado en las personas, sin darse cuenta de lo cruel que es este mundo, pero yo no quiero que cambie... — sonrío recordando la ilusión en su rostro con cualquier simple cosa — quiero que siga teniendo siempre esa linda sonrisa en su rostro, debe seguir siendo ella misma, pero siempre habrá algo o alguien que intente borrar su alegría y para eso estoy yo... yo seré quien quite cada obstáculo que se atraviese en su camino y quien la proteja.

— ¿cómo puedo confiar en lo que me dices?

Le miro brevemente — no tengo ninguna forma de hacer que me crea y lo sé. Actualmente la he hecho mi secretaria, aunque debo admitir que el título es sólo una excusa para poder ayudarla a pagar su universidad sin que se sienta incomoda por recibir dinero sin ganárselo.

— espera ¿qué? — replica sorprendido — ¿tu secretaria? Pero si mi bebé dijo en televisión que es secretaria del cond... Oh, mierda.

Me río — espero que guarde mi secreto. — él se queda mudo.

Regresamos a la casa pasando por el establo donde vemos a Evie rozagante de felicidad mientras acaricia a una agitada cabra con su cría recién nacida alimentándose de sus ubres. Evie tiene el pelo recogido, está sentada en el suelo con guantes quirúrgicos sucios en sus manos y su madre observándola de pie.

— mi bebé acaba de ayudar a nacer a esa cría — murmura fascinada mientras mira a su esposo — fue asombroso.

— realmente será una veterinaria que ama su trabajo — murmura Ian bajando de su caballo.

La Elegida de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora