Cap. 31

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Sentía el aire chocar contra mi cara y revolverme la  parte del cabello que no estaba sujeta por el casco de la moto.

Mis manos sujetaban la cintura de Ed  que conducía a gran velocidad por la carretera casi vacía a estas horas.

La noche ya había caído y la verdad es que en estos momentos me daba igual con quien estaba en la moto ni el frío que estaba sintiendo en mis brazos descubiertos que se tensaban cuando Ed aumentaba más la velocidad. Ni tampoco el echo de que era muy tarde y nos estábamos alejando demasiado. No me importó nada.

Simplemente apoyé mi cabeza en su espalda y cerré los ojos rodeando bien su cintura para no caerme.

En este momento recordé una escena de una película de Mario Casas en la que los protagonistas van en moto y la chica le abraza cerrando los ojos de la misma manera que yo.

Sin quererlo negué respirando profundamente. Nunca me gustaron esas películas...o eso decía cuando las chicas del campamento, especialmente Carmen, me rogaban que las viésemos.

Sonreí apenada recordando los tiempos en los que mi mayor preocupación era superar mi marca en el campamento. Ahora todo era distinto y la verdad es que a pesar de que ya llevaba unos meses aquí, seguía sintiéndome un poco perdida.

Comencé a pensar en toda la gente que había conocido. En Dany y Javi, tenía que hablar con ellos de su situación. En Sergio, Hector y Fer que ahora eran muy cercanos, en Ash, mi pequeña hermanita. En Sam y Cristian que aunque no lo quisiera admitir, eran ahora muy importantes para mí. En Nikol, Isaac, Ed.

Abrí los ojos de nuevo al darme cuenta de que Edward estaba bajando la velocidad. 

¿Cuánto tiempo habrá pasado?

Miré a los lados y ahora sí no había ningún coche a nuestro alrededor. Nos habíamos desviado y ahora íbamos por una carretera menos cuidada y de un solo carril. No estaba iluminada así que apenas podía ver lo que había a nuestro alrededor pero tampoco me importó. No era de las chicas que se asustaban con la oscuridad.

Poco a poco Ed fue reduciendo hasta que por fin paramos aparcando a un lado de la desierta carretera. Solté mis brazos de su cintura y bajé de la moto de un pequeño salto.

Él también bajó quedando frente a mí durante unos segundos. Se quitó el casco y luego se acercó a mí e hizo lo mismo con cuidado.

Yo estaba algo ausente. Solo miraba sus movimientos sin saber que hacer.

Me tomó de la mano delicadamente y comenzó a andar. Yo sólo caminé a su lado.

Se estaba comportando de manera muy extraña y más aún sabiendo lo cabreado que estaba conmigo desde el día que le dije aquello tan cruel en su casa.

Caminamos unos metros, nuestros brazos se rozaban de vez en cuando y nuestras manos seguían entrelazadas.

El entorno sólo estaba iluminado por la tenue luz de la luna. No. No penséis que era algo así como en una de esas románticas películas que te hacen llorar de la emoción. Es decir seguía estando con el idiota de Edward.

A nuestro alrededor sólo había campo y no fue que me di cuenta de donde estábamos hasta que Ed paró en seco soltando mi mano para revolverse el pelo.

Era una especie de mirador pero muy descuidado. Desde aquí se veía toda la ciudad a lo lejos resplandeciente por la luz de las farolas que la iluminaban.

Wow, si que nos habíamos alejados. Desde aquí parecía diminuta.

Había una barandilla y dos bancos muy desgastados y pintarrajeados con nombres de parejas rodeados por un corazón, frases y alguna que otra dedicatoria por ahí. Al lado de los bancos había un viejo e inmenso árbol poblado por un montón de hojas algunas un tanto secas.

AlexiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora