1

212 14 1
                                    


(Esto no es real, es un sueño oscuro, una negra pesadilla, eso es lo que es).

Abrió los ojos, y comprobó, con alivio, que había sido una oscura pesadilla. No recordaba su sueño, sólo que estaba vinculado con sangre y... algo oscuro.

A través de su ventana, la luna aún estaba presente. Miró su despertador, situado en una pequeña mesa al lado de su cama, y este marcaba las 4:00. Aún podía dormir una hora más, pero sabía que, si lo hacía, volvería a soñar con ese algo.

Cuando este pensamiento la asaltó, el sueño se disipó por completo.

Estaba en una habitación aislada, en un terreno aislado, en un lugar aislado.

No, no volvería a dormir. Su cama era como un monstruo con la boca abierta, y si entraba en ella, sus afilados colmillos se hundirían en la piel de sus sueños.

Se acercó a la ventana, por la cual penetraba la noche, que ya estaba muriendo.

Desde ese punto, la carretera aún no era perceptible, sólo se distinguía el amplio terreno de tierra, rocas y polvo. Cerca de la casa, a unos cien metros, estaba un viejo árbol, que no daba ningún fruto desde su nacimiento, y desde eso ya hacía... no lo sabía. El árbol estaba allí desde que sus padres habían comprado el terreno, desde antes que ella naciera.

Pero el árbol estaba allí, y ella sabía que algo malo sucedería en él. No sabía por qué lo presentía, sólo sabía que algo pasaría. Era como aquellas veces en que sientes un dolor punzante en el pecho, y, a las pocas horas, un familiar muere. Le había pasado una vez, a los cinco años, un dolor le atormentaba en el pecho, y una hora después, le informaron que su abuela había fallecido. Aunque sólo eran mitos. Y lo que a ella le había pasado a los cinco años era una casualidad.

Pero no esta vez. Ahora sabía que pasaría algo, y no por un dolor en el pecho, era un fuerte presentimiento. Intentaba recordar qué había soñado, pero no lo lograba. Cerró los ojos con fuerza y se obligó a recordarlo, pero era inútil.

<<Sangre>> <<Algo oscuro>>

Era todo cuanto podía recordar. Seguía mirando el árbol, aquel árbol viejo, con sus ramas podridas, que crujían ferozmente cuando el aire era persistente.

<<Algo malo pasará, y comenzará con ese árbol>> pensó.

Un ladrido de un perro la arrancó de sus pensamientos. Era Spayk, su perro. Era un perro viejo, y ya estaba allí cuando se compró el terreno. Tenía una pata fracturada, y cojeaba. Se había fracturado, según le relataba su madre, por la culpa de un conductor ebrio que pasaba por la carretera. Quería a ese perro, pero sabía que algún día moriría, porque los perros viejos y cojos siempre mueren rápido.

El perro le ladraba, sin razón, al viejo árbol. Siempre lo hacía. No obstante, era un perro viejo, y era normal que lo hiciese.

Ella miraba al perro, y sonreía con tristeza al pensar que pronto moriría. Era un perro blanco, pero, al transcurrir el tiempo, se había convertido en un color más parecido al gris. Sus ojos reflejaban tristeza y soledad, y si en lugar de ser un perro hubiese sido un humano, hacía tiempo que se habría suicidado. Spayk sólo esperaba. Esperaba el día en que cerraría sus ojos y nunca más los volvería a abrir. Más que esperarlo, lo deseaba.

-Dime, Spayk, ¿cuánto tiempo nos queda?- susurró Ellie.


El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora