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Margot, 5:00

Al entrar en el auto, comenzó a contar los segundos. Sin embargo, cuando llegó al número cien, quedó dormida. Despertó un tiempo después, diciéndose que era muy tarde, pero al ver que aún era de noche se dijo que no había sido más de un minuto. Aunque, lo cierto era que había dormido veinte. Miró a su entorno. El lugar era cómodo, era mejor que estar mojándose fuera, pescando un resfriado, como diría su madre. Y al recordarla, experimentó una punzada de dolor, que se fue desvaneciendo poco a poco hasta que olvidó lo que había pensado. Vio un cigarrillo marcado de lápiz labial. ¿Paul estaría casado?, se preguntó, y se sorprendió al sentir una pizca de celos al pensar en ello. Se obligó decirse que en realidad no lo eran. <<Cigarrillos>>, pensó. De pronto, sintió una enorme necesidad de fumar un cigarrillo. Buscó en la guantera, y allí encontró una cajetilla. Sacó uno y al metérselo a la boca se dijo si Paul no se enojaría. <<A la mierda. Estuve a punto de morir y he sido violada. Me lo merezco>>, se dijo, y se sorprendió de soltar una carcajada en medio del silencio del auto. Rió hasta que las lágrimas le salieron, y se detuvo, calmándose poco a poco, diciéndose que esa no era una buena ocasión para reír. Buscó un encendedor, pero no lo encontraba por ningún lado. Finalmente, encontró uno bajo el asiento. Encendió el cigarrillo y comenzó a fumarlo, dando largas caladas. No tardó mucho tiempo para que el auto se llenara de humo. Cuando comenzó a asfixiarse, abrió la puerta para dejar que el humo saliera de allí. Al terminar de fumar el cigarrillo, sintió necesidad de otro. <<Sólo termino con este y entraré. Qué importa si aún no han pasado los diez minutos. Entraré>>, pensó. Sacó otro de la cajetilla y comenzó a fumarlo, con la puerta abierta para no asfixiarse con el humo.

Al finalizar, lo tiró hacia el suelo, dejando que se mojara con la lluvia. <<Bien, es hora de entrar>>. Cogió la pistola, que la había dejado en el asiento del conductor, y salió del auto. <<Mi padre soñaba con tener un auto como este. Un Buick. Pero más nuevo, claro>>, divagó. Sí, su padre se habría muerto de tener uno de esos carros. Sin embargo, su padre no estaba allí, se había ido. Y lo peor era que se había ido por voluntad propia. Lo había odiado mucho por ello. Lo había odiado demasiado, porque las había dejado solas. Pensaba que si su padre nunca hubiera muerto, si nunca se hubiera suicidado, ella nunca habría estado con Deán, nunca se habría drogado y ni siquiera estaría fumando un cigarrillo. Pero eso no había sido así. Las cosas habían pasado, y las tenía que enfrentar. Pensaba que, si salía viva de aquello, podría dejar de drogarse, sí, claro que podría. De hecho, nunca se había vuelto un vicio para ella, le gustaba, era cierto, pero la mayoría de las veces lo hizo por acompañar a Deán. No obstante, el alcohol y el tabaco... bueno, podría vivir con ello.

Comenzó a caminar hacia la casa, sosteniendo la pistola con rudeza, temerosa de que se le cayera. Al parecer, la sangre había dejado de salir, pero aún sentía un dolor ardiente. Cuando estuvo en el marco de la puerta, se detuvo, preparándose mentalmente para lo que viniera a continuación. Terminó de caminar la pequeña pared que había en la entrada, pero no miró hacia ningún lado más que al frente. Por el rabillo del ojo podía ver un bulto cerca de las escaleras, y Margot ya se hacía una idea de lo que había allí. Sin embargo, volteó para ver. Lo primero que vio fue una gran cortada en el estómago, pero cuando subió la vista, su primer pensamiento fue: <<¡Dios, no tiene cabeza!>>. Lo único que allí miraba era una desagradable mezcla de carne, huesos y sangre. Las moscas ya se posaban sobre el cuerpo. Margot sintió un irreparable deseo de vomitar.

-¡Oh, mierda!- exclamó, emitió unas arcadas y vomitó por segunda vez en los últimos dos días. Cuando terminó, pasó por sobre el vómito y se dirigió a la cocina sin voltear la vista para ningún lado. La puerta del sótano estaba abierta. Se acercaba a esta cuando un disparo se hizo escuchar en toda la casa. Margot soltó un pequeño grito y estuvo a punto de caerse. Quedó paralizada, sin saber exactamente qué hacer. <<Baja>>, se dijo, y quería, pero sus piernas no respondían. Su mente comenzó a formar imágenes e ideas aterradoras. Ellie muerta, fue el primero. Paul muerto, fue el segundo. Las imágenes de sus cuerpos destrozados recorrieron su mente con rapidez, y la chica las apartó, porque sentía que estaba al borde del llanto o el grito. Abajo, escuchó que alguien gritaba. Esto despertó a Margot de su inmovilidad y comenzó a dirigirse a la puerta del sótano casi corriendo.

Al llegar al marco de la puerta, su primer impulso, antes de mirar lo que allí había, fue pulsar el interruptor para encender la bombilla. Era algo que acostumbraba a hacer desde niña. Cuando su madre la mandaba a ir allá abajo, lo primero que hacía no era ver el lugar, sino encender la bombilla para disipar sus miedos infantiles de monstruos y fantasmas. Al final de las escaleras, vio el cadáver de quien supuso era aquel hombre viejo. Cuando miró más allá, vio a Paul, pero apenas le prestó atención. Algo flotaba. Era negro, como el humo, aunque sabía que no era este. Aquello subió hasta el techó para después difuminarse. Margot bajó la vista y vio nuevamente a Paul, que miraba hacia el frente y no había notado su presencia. Miraba a... Margot casi gritó cuando vio lo que allí había. Era su hermana, bañada en sangre y con el rostro golpeado. Otra vez, se quedó petrificada, pero cuando se percató de esto, se reusó a seguir así y bajó las escaleras con rapidez, casi gritando cuando escuchó el crujir de la madera.

Pasó sobre el cadáver del hombre y corrió hacia donde estaba Paul, y cuando estaba a punto de llegar, tropezó y estuvo a punto de caer. Paul estaba arrodillado frente al cuerpo de Ellie, mirando el cadáver fijamente mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos y caían al rostro. Margot, al ver con mayor detenimiento a su hermana, también rompió a llorar. Estaba muerta, sin duda alguna. Sus ojos ya no despedían destellos de vida. Ella vio en estos algo, pero creía que lo imaginaba. Creyó ver satisfacción.

-¿Qué ha... qué... ha...?- intentó formular la pregunta, pero las palabras se atoraban, su garganta se cerró y volvió a romper a llorar. No importaba, se dijo, después podría hacer la pregunta.

Paul la miró y abrió sus brazos hacia ella. Margot correspondió a su invitación. Quedaron abrazados allí por muy largo rato, asegurándose de desahogarse por completo, sabiendo que eso sería imposible, que el dolor los seguiría acechando por mucho tiempo, pero que algún día, terminaría.

En el techo, la bombilla dio el último suspiro de vida, y se apagó para siempre.

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora