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-¡Ya viene! ¡Ya está cerca! ¡El monstruo con forma de hombre está cerca! ¡Viene con una grande y afilada navaja! ¡La sangre se derramará sobre el suelo y la luz se apagará! ¡YA VIENE!

Ellie convulsionaba y gritaba. Paul, el enfermero de la escuela, no sabía qué hacer. La niña había llegado con convulsiones, pero después comenzó a gritar. Sus ojos estaban en blanco.

Reaccionó.

Se movió rápido, abrió una pequeña caja que había a su lado y le inyectó un calmante. ¿Era lo correcto? No lo sabía. Lo habían contratado de improviso, ni siquiera había estudiado enfermería. Le dijeron algunas cosas de cómo hacer su trabajo y luego lo dejaron allí, pero no podía decir nada, porque el sueldo era bueno, y lo necesitaba. Hasta ese día todo había ido bien, ningún problema. Algunos niños habían enfermado de <<aquello>>, como le llamaba. Pero no habían acudido a él, era innecesario, lo sabían. Cuando alguien adquiría <<aquello>>, no lo llevaban al hospital o le suministraban algún medicamento, para nada. Lo llevaban a casa, y esperaban. Si había suerte, la persona se salvaba (cosa que solo les había sucedido a pocos, entre ellos Paul), y si no, había dos opciones: que la muerte llegue a ti, o que tú vayas a la muerte. Por lo regular, la mayoría de las personas eligen la segunda opción.

El pueblo se estaba pudriendo como un cadáver, y viéndolo desde otro punto de vista, no había mucha diferencia. Pronto el pueblo dejaría de existir, o por lo menos sus habitantes.

Paul deseaba fervientemente salir de allí, pero no podía. <<Ellos>> siempre vigilaban. <<Ellos>> eran todas las personas del pueblo. Si intentabas largarte, <<ellos>> lo sabrían, y lo matarían. Paul lo presenció una vez. Una familia que intentó huir de ese pueblo maldito, y al final, los mataron. Fue un espectáculo terrorífico, pero la asistencia era obligatoria. Todo el pueblo asistía a esas cosas, y lo tenías que hacer, a menos que quisieras estar del otro lado. ¿Quieres ver cómo apuntan o quieres que te apunten?

Pero se largaría. Tenía todo planeado. Se largaría de allí pronto. Se llevaría un arma consigo, si lo atrapaban, se metería una bala en el cráneo, no importaba, moriría de igual forma. El orden de los factores no altera el producto. ¿Quién había dicho eso? No lo recordaba. ¿Lo había dicho Newton o Pitágoras?

-¡ESTA NOCHE!

El grito inesperado de Ellie lo hizo reaccionar. Casi gritaba. Vio su mano y se percató de que no le había suministrado el calmante, la jeringa estaba en su mano. Se dispuso realizar su trabajo cuando Ellie se calló. Sus ojos regresaron a la normalidad. Dejó de moverse. La cama en la que estaba acostada dejó de moverse, y estaba bien, Paul sentía que si no dejaba de moverse, que, si no dejaba de gritar, terminaría clavándole la jeringa en el cuello una y otra vez.

-¿Dónde estoy? ¿Qué mierda ha pasado?- preguntó Ellie, desconcertada, y un segundo después vio a un tipo de unos cuarenta años, con poco cabello en la cabeza. Estaba vestido de blanco, y sus ojos parecían cansados. Un instante después pensó en la grosería que había dicho frente a un adulto.- Perdón.

-No importa, yo decía groserías desde los ocho- le dijo Paul, y le sonrió con amabilidad.

-¿Quién es usted? ¿Dónde es aquí? ¿Qué ha pasado?

-Mi nombre es Paul, de alguna forma soy el enfermero, doctor o lo que sea de esta escuela. Estás en el cuarto de enfermería. Te has desmayado hace veinte minutos, te han traído aquí y no has parado de gritar.

-¿Qué gritaba?

-Algo sobre que un monstruo con forma de hombre ya estaba cerca y venía con una afilada navaja.

-¿Qué significaba?

-Estabas delirando, eso es todo.

Ellie meditó. De alguna forma creía que todo eso estaba vinculado con los presentimientos de ese día. Pero tenía que asegurarse.

-¿Dije algo sobre... oscuridad? ¿Algo sobre sangre?

-Dijiste que venía esta noche y que la sangre se derramaría sobre el suelo.

-¿Usted es como ellos, señor?

-¿Cómo ellos?-preguntó, disimulando no entender la pregunta, aunque la comprendía perfectamente.

-Sí, como las personas del pueblo. Son raras. Tienen un aspecto horrible, pero también tienen algo.

-Sé a qué te refieres. No, no soy como ellos. No soy del pueblo, pero creo que <<ellos>> todavía no lo saben, de otro modo, ya estaría muerto.

Ellie se estremeció.

-Tú tampoco eres de por aquí, del pueblo quiero decir, ¿verdad, niña?

-Mi nombre es Ellie, señor. No, vivo del otro lado de la alambrada, al cruzar la carretera hay un extenso camino hasta llegar a mi casa.

-¿Tienes alguna idea del porqué has gritado eso?

-Eso creo. Hoy tuve una pesadilla, pero ya no la recuerdo, lo único que he tenido en mente después de despertar era <<sangre>> y <<algo oscuro>>. Creo que algo malo me va a suceder hoy, señor, puedo afirmarlo, he tenido el presentimiento todo el día. Quizá no me crea, y es comprensible, pero sé que algo va a suceder.

-Te creo, Ellie. Hoy he tenido un mal presentimiento todo el día. Hace unos días, si me lo hubieses dicho, me hubiese burlado de ti en mis adentros, porque me sonaría estúpido, pero no hoy. Los habitantes de este pueblo tienen algo malo, pero tengo la teoría de que no son solo los habitantes, es algo más.

-¿Qué cree que sea?

-No lo sé. Pero creo que pronto lo sabré. Aunque también creo que no. Tal vez me largue hoy de este pueblo, y no volveré nunca más. No sé por qué te lo digo a ti, pero me parece reconfortante hablar con alguien que no sea del pueblo.

-¿Hacia dónde tiene pensado ir? No hay pueblos ni ciudades cerca. Este pueblo está casi en medio de la nada.

-Lo sé. Si logro salir, caminaré por días hasta dar con algo. Haré autostop o moriré de inanición, lo que sea por salir de aquí.

-¿Le puedo suplicar que haga algo antes de irse, señor?

-Dime Paul.

-Está bien, Paul. ¿Le puedo pedir algo antes de que se vaya, Paul?

-Dime.

Entre ambos se había creado un lazo de confianza, inesperado, fugaz, maravilloso, quizá porque ambos no pertenecían al pueblo, quizá porque ambos sabían que algo sucedería.

-Mañana, poco después de salir el alba, vaya a mi casa. Sé que está lejos, pero necesito que vaya. Llame a la puerta, y si no contesta nadie, derríbela o entre por alguna ventana. No vaya desarmado.

-¿Por qué?

-Porque es posible que algo pase hoy como no, pero por cuestiones de seguridad le suplico que lo haga. Si mañana llega y verifica que todo está bien, me disculparé por causarle estas molestias, pero si no... no quiero ni pensarlo.

-Está bien, Ellie, iré. Verificaré que todo esté bien y luego me largaré de este pueblo para siempre.

Pero ambos sabían que nada estaría bien al día siguiente.

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora