31 (Parte final)

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Mientras que en la mente de Deán la habitación se hacía más oscura, en la de Margot la sangre salía a borbotones de un lugar que desconocía y daba a parar a un lugar que ignoraba. No podía gritar porque Deán le había tapado la boca con la mano y había dicho algo que ella no entendió. De modo que las lágrimas comenzaron a salir, lágrimas de dolor, si no podía gritar, tenía que llorar, eso, al menos, no se lo podía impedir. El dolor se había acrecentado cuando el himen se había roto, y en esos momentos parecía mantenerse en un punto estable, bajando o subiendo en ocasiones, dependiendo de los movimientos del chico. Cuando el dolor disminuyó en un punto aceptable, dentro de los límites de lo aceptable, Margot volvió a palpar el suelo en busca del cuchillo. Miró el rostro de Deán, que volvía a estar arriba del suyo, en él se miraba un placer descomunal, y Margot supuso que estaba a punto de llegar al orgasmo. Pensó que entonces contaba con muy poco tiempo, porque cuando Deán llegara al orgasmo, y toda esa sensación se hubiera disipado, la mataría. Palpó el suelo, sin encontrar nada. Sabía que el cuchillo estaba cerca y con suerte a su alcance, sólo tenía que seguir buscando y rezar para que cuando lo encontrara no fuera demasiado tarde. Sintió el impulso de voltear para ver la ubicación del objeto, pero si lo hacía Deán lo notaría, o quizá no, no lo sabía, aunque no podía arriesgarse. Siguió buscando, sin encontrar nada, y cuando casi se resignaba, ocurriéndosele que lo más probable era que el cuchillo estuviera más lejos de lo que ella pensaba, sintió que había tocado algo frío, y lo supo al instante: el filo. Lo acercó un poco con los dedos, y cuando estuvo lo bastante cerca, lo tomó del mango con la mano. Sostenía el arma con la mano izquierda, y le asaltó la idea de que no podría acertar con precisión porque ella no era zurda. El pensamiento la aterró, pero no podía hacer nada, era eso o morir. Tenía que arriesgarse. Tomó el cuchillo con fuerza, con el filo apuntando hacia Deán, sintiendo ese dolor ardiente dentro de ella y cómo pequeñas cantidades de sangre aún salía de su entrepierna, sintiendo cómo la cosa de Deán la desgarraba por dentro; pero ignoró todo eso y, después de decirse que no fallara, que no fallara porque era la última oportunidad, apretó el cuchillo con más fuerza, como si su vida dependiera de él, y de cierta forma así era, y lo hizo.

Deán estaba a poca distancia del orgasmo, sentía cómo su pene se introducía dentro de Margot y podía ver cómo creaba placer en ella. Ahora, su mano había dejado de tocar la boca de Margot y había vuelto a acariciar (y apretar cuando sentía que el placer era demasiado) sus senos. Ella lo miraba a él, y observaba en su rostro que ella lo amaba. <<Me ama, me ha vuelto a amar. Se ha arrepentido de haberme desobedecido y de hacerme daño y ahora me ama, realmente me ama. Nos iremos de aquí y viviremos en el pueblo, y quizá, cuando mi enfermedad sea mucha, nos suicidaremos. Sí, ambos nos suicidaremos porque sé que ella no podrá vivir sin mí. Oh, esto es tan perfecto>>, pensaba el chico. Finalmente, llegó al orgasmo, fue algo tan grande, tan fuerte, que no supo si lo podría soportar. Si no hubiese tenido el orgasmo en ese instante quizá se hubiera percatado del cuchillo que Margot tenía en la mano, pero no fue así. En su mente, el cuarto se tornó completamente oscuro. Su respiración se hizo agitada y abrió la boca para emitir un grito de placer, pero sólo logró articular gemidos, sin embargo, dejó la boca completamente abierta, incapaz de cerrarla por el placer del momento. Comenzó a hacer los movimientos con mayor rapidez, sintiendo la sensación de volar, de separarse del mundo, de sentir que todo a tu alrededor no importaba, de olvidar todo y enfocarse en ese instante. A mitad del orgasmo, sintió que algo se introducía en su rostro, y a continuación sintió que algo caliente resbalaba por su mejilla. El orgasmo y el placer se disiparon. No comprendía del todo lo que pasaba, sentía algo frío en él y la sensación de dolor, mas no comprendía lo que pasaba. Finalmente miró hacia abajo y vio sangre y algo que parecía ser... sus ojos se abrieron hasta donde pudo y el horror lo invadió, suplantando al placer. El cuchillo. ¿Cómo había podido ser tan estúpido? Aquella zorra no se había olvidado del cuchillo y él la había colocado cerca de él. Y a pesar de comprender lo del cuchillo y encontrar la explicación del dolor, estaba apenas consciente de que tenía la mayor parte del filo incrustado en la mejilla, justo en la parte en que terminan las muelas y terminando en la otra mejilla. Apenas consciente de que el filo había alcanzado a herirle la lengua y que su boca estaba llenándose de sangre. El cuchillo seguía allí, la zorra no se había molestado en quitarlo, sino que lo mantenía. Deán gritó, pero eso fue todo, estaba demasiado estupefacto por aquel incidente, al menos por el momento.

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora